Más allá de algunos pequeños inconvenientes reportados a tempranas horas de la mañana, la instalación de la Asamblea Nacional en Venezuela resultó todo un éxito, fundamentalmente por haber sido el primer paso para la recuperación institucional en ese país.
No fue una tarea sencilla, toda vez que hubo intentos de parte de la bancada simpatizante al madurismo por entorpecer el desarrollo de la sesión, pero al final de la jornada, todo fue exitoso.
La instalación tiene varios ribetes de una misma victoria. Contrario a las bravuconadas del madurismo, no hubo en las calles venezolanos otra cosa que no fuese alegría. Las huestes violentas no estuvieron presentes. Esos grupos han desaparecido del mapa desde aquel 6 de diciembre, cuando se produjo el resultado electoral favorable a los vientos de cambio. Lo que sí hubo fue algarabía en cada rincón del país, con gente en la calle, pero en plan festivo, apoyando las transformaciones que este bloque necesita hacer lo más pronto posible.
La designación de Henry Ramos Allup como presidente de la Asamblea se convirtió en otro acierto de la bancada de la Unidad. Un político experto, de verbo nutrido y habilidad parlamentaria, supo poner orden en esta primera jornada y dejó claro que todos los cambios prometidos tendrán que cumplirse, por el bien de una nación que ha sido saqueada impunemente.
Asomó con claridad que una de las promesas más importante pasa por buscar el mecanismo. Lo más importante, aunque quizás lo menos sonoro, fue la confirmación de que en los próximos seis meses habrá una propuesta para propiciar un cambio de gobierno por la vía constitucional. La palabra revocatorio será una de las más pronunciadas en el ámbito político venezolano y ese proceso será un parto, tal vez doloroso, pero necesario para la prosperidad de Venezuela.