La verdad primero
Eso me granjeó antipatía por parte de algunos activistas políticos. En los corrillos privados escuchaba fuertes críticas a grupos y líderes de la oposición. Cada vez que preguntaba por qué no lo denunciaban, el argumento era que le hacían un favor a la dictadura. Como yo no tenía compromiso con ningún bando de la disidencia, escribía mis artículos de opinión. Siempre resalté el rol de la oposición cubana. La disidencia no ha podido ser sometida por el acoso sistemático de la Seguridad del Estado.
El dictador Fidel Castro pudo derrotar, gracias a su superioridad en hombres y armas, a la Brigada 2506 que desembarcó por Bahía de Cochinos. También a los grupos de guerrilleros anticomunistas que se alzaron en diversas regiones del país.
Desde que el 28 de enero de 1976, Ricardo Bofill fundara el Comité Cubano Pro Derechos Humanos, contra viento y marea, la disidencia ha seguido vigente. Pero cada vez somos menos los opositores, activistas y periodistas sin mordazas que quedamos en la Isla. La mayoría supera los 60 años. Viven mal y el estado de salud de muchos es precario. Intelectuales disidentes y periodistas abiertamente anticastristas como Félix Bonne Carcassés, Vladimiro Roca Antúnez, Ricardo Bofill, Laura Pollán, Oswaldo Payá Sardiñas, Tania Díaz Castro, Arnaldo Ramos, Raúl Rivero y recientemente Juan González Febles, han muerto en Cuba o en el exilio.
Los éxitos de la oposición y el periodismo independiente son un hecho palpable. La disidencia siempre proclamó el derecho de los cubanos a no ser ciudadanos de tercera categoría en su propia patria. Si la autocracia permitió el uso de la telefonía móvil, internet, vender o comprar casas, rentar habitaciones en hoteles y viajar al extranjero sin permiso oficial, fue como consecuencia de las demandas de la oposición.
La prensa sin mordaza
La prensa independiente, que comenzó en la década de 1990, con sus historias y análisis de esa otra Cuba que el régimen pretende ocultar, ha desplazado entre los cubanos de a pie a los desacreditados medios oficiales. El punto débil de la oposición local ha sido no conectar con el pueblo. Desde luego que la metódica represión, sin un espacio doctrinario y el temor en amplios sectores de la ciudadanía, ha impedido tender puentes con la gente y realizar proselitismo político a favor de la democracia.
Me decía Ángel Moya, exprisionero político de la Primavera Negra de 2003, que un disidente no debe rendirse y debe hacer proselitismo político en el barrio, en las colas para comprar el pan o en un taxi colectivo. Desde hace tiempo la balanza está a su favor de la disidencia. Si hace diez años siete de cada diez cubanos no apoyaban al régimen, en 2025, esa proporción es de nueve de cada diez personas.
Por supuesto que se mantiene el miedo, el oportunismo y la simulación. Pero cada vez menos. José Daniel Ferrer junto a grupos de activistas de la región oriental como los hermanos Néstor y Rolando Rodríguez Lobaina, entre otros, fueron precursores de las protestas callejeras. Al residir lejos de La Habana, sus acciones o no eran conocidas o eran ninguneadas por el liderazgo opositor capitalino.
Rolando Rodríguez Lobaina llegó a reunir en la Alianza Democrática Oriental (ADO) a más de mil ciudadanos. Ferrer fundó la UNPACU (Unión Patriótica de Cuba), participó en diversas manifestaciones callejeras y realizó un trabajo social en favor de la comunidad. En la región oriental la represión siempre fue más feroz. Sus líderes han sido perseguidos y encarcelados en múltiples ocasiones. Lejos de las embajadas occidentales y la prensa extranjera acreditada en La Habana, la policía política tuvo carta blanca para reprimir.
Hace unos días, en un parque de La Habana, conversando con Rolando Rodríguez Lobaina y Manuel Cuesta Morúa les comentaba por qué la oposición, en un momento donde la mayoría de la población pide la renuncia del actual gobierno, no es capaz de capitalizar ese descontento.
Lobaina fue un poco pesimista. Ha sufrido prisión, decenas de detenciones y vivió en carne propia cómo muchos cubanos viraban la cara para otro lado cuando la Seguridad del Estado reprimía a miembros de su organización. “Una noche armé una protesta en el hospital provincial de Guantánamo por el pésimo servicio médico. Me golpearon y vejaron delante de mi hijo y su madre. Luego me arrastraron por toda la calle. Personas que en privado criticaban la pésima gestión del régimen, desde la otra acera y en silencio miraban impasibles. Al día siguiente comprendí que el mejor método para enfrentar a la dictadura era desde el periodismo”.
Llegar a la gente
Cuesta Morúa, veterano opositor, cree que “debemos insistir con diversas fórmulas para llegar a la gente. Antes nos faltaba la gente, que por miedo aún apoyaba al régimen, ahora el descontento ciudadano es mayoritario. Ya existe una conciencia cívica mínima, provocada por los apagones y la escasez. Ahora de lo que se trata es de potenciarla”.
En el periodismo independiente las cosas son diferentes. Las nuevas tecnologías de la información posibilitan el don de la ubicuidad y escribir historias fuera de tu país. Y con el auge de la telefonía móvil, cada vez más cubanos ejercen el periodismo ciudadano cuando hacen sus denuncias en redes sociales. El éxodo ha provocado que la cifra de reporteros libres en la isla que habitualmente escribe y publica no supere la veintena.
La muerte el martes 14 de octubre del periodista independiente Juan González Febles, el Johnny, cómo antes la del maestro Raúl Rivero y de la veterana Tania Díaz Castro, son muy difíciles de suplir. Febles era un periodista honesto. Te hablaba de frente. No era políticamente correcto. Mis diferencias de criterios con él no impidieron que fuéramos amigos. En broma le decía que fue trumpista antes de que Donald Trump se dedicara a la política. Fue un transgresor. Criticaba al gobierno de Estados Unidos por su pasividad con Corea del Norte, Irán, Cuba y otras dictaduras.
“Las diferentes administraciones estadounidenses siempre dejan las cosas a medias”, opinaba. Y ponía de ejemplo determinadas etapas de la historia. Era un lector apasionado. Hablaba inglés con soltura, era amante del jazz y el rock. Llegó al periodismo independiente en 1997. En 2005, unos amigos suecos le ofrecieron la gran oportunidad de hacer su propio periódico. En vez de gastar dinero en un proyecto faraónico, invirtieron tiempo en enseñar a un puñado de colegas cómo se administraba y diseñaba un periódico digital.
Las lecciones no cayeron al vacío. Juan González Febles y Luis Cino, al frente del proyecto, se rodearon de un equipo competente. La aventura era peligrosa. Debemos situarnos en contexto. En marzo de 2003, un enfurecido Fidel Castro había llevado a la cárcel a 75 opositores pacíficos, entre ellos 27 periodistas independientes. Por aquellos años, la labor informativa dentro de Cuba había disminuido considerablemente. El temor de parar tras las rejas suscitó que los reporteros libres tomaran dos caminos: el exilio o el retiro provisional.
Febles y Cino siguieron adelante escribiendo sus cuartillas en una libreta a rayas y leyéndola posteriormente desde un teléfono particular. En marzo de 2007 fundan Primavera Digital que llegó a contar con más de 40 colaboradores en todo el país. Cada sábado, Ana Torricella, web máster y esposa de Febles, desde las nueve de la mañana recibía en su reducido apartamento de la barriada de Lawton a un grupo de ruidosos periodistas que ese día entregaban sus notas para el semanario.
Lo que hizo Febles
La casa del matrimonio Febles estaba lejos de ser una oficina ideal. La sala, demasiado pequeña, era ocupada por un ordenador de cuarta generación y un fax anacrónico. A pesar de las carencias materiales y el acoso de los servicios especiales, Primavera Digital hizo su trabajo informativo. Sin intermitencias. Y sin fondos desde el verano de 2014. Durante siete años patrocinadores suecos financiaron al primer semanario disidente, en papel y digital, editado íntegramente desde La Habana.
Pero en agosto de 2014 su patrocinador decidió cerrar el grifo del subsidio utilizando el chantaje como arma de presión. Febles no aceptó la coacción. Y comenzó a realizar el semanario por sus propios medios. Llegó a publicar más de 500 ediciones. En 2020 apenas cuatro o cinco reporteros publicaban columnas de opinión política. Primavera Digital, decano del periodismo independiente en Cuba, tuvo que cerrar.
Sentencia de muerte
La falta de fondos sentenció a muerte el periódico. Juan González Febles fue un patriota a prueba de balas. Le gustaba cerrar sus ojos y visualizar el escenario en una Cuba democrática. “Ya viene llegando, Iván, ten fe. La dictadura no tiene otro camino”, me comentó en 2020 cuando fui a visitarlo. Estaba cada vez más sucio y demacrado. Comenzó a vender los muebles y las ropas para poder comer. Luego regaló su gato a un vecino. No quería que pasara hambre. Ya para 2022, la mente de Juan González Febles se apagó.
Como no reciben pensión -la primera medida activa de la dictadura contra los opositores es expulsarlos de sus empleos- cuando llegan a la vejez los disidentes cubanos tienen que sobrevivir como pueden. Casi siempre del altruismo de amigos y allegados que les regalan un poco de comida, algo de dinero o un medicamento. Pero de la caridad no se puede vivir todo el tiempo. No es sostenible.
Febles murió enfermo y olvidado. Te prometo que brindaré con un trago de whisky sin hielo, como te gustaba, cuando en Cuba aterrice la democracia. Si antes Dios no me lleva contigo. Johnny, por favor, hazme un hueco.