domingo 22  de  junio 2025
CUBA

Reunificación familiar en pausa: el drama de una espera interminable

La historia de Rafael Aquino, que espera respuesta a la reclamación de sus padres desde 2017, es un ejemplo de miles

Por Heidy Hidalgo Gato

MIAMI. - Miles de cubanos de la isla llevan años esperando una visa bajo el programa de reunificación familiar en Estados Unidos. Entre ellos, Rafael Aquino, cuyo proceso legal comenzó en 2017 y aún no tiene fecha de resolución.

Su historia, marcada por la paciencia, la incertidumbre y la separación pone rostro a una crisis silenciosa que afecta a miles de familias que han optado por seguir el camino legal.

Ocho años en pausa

Cuando Rafael tenía 25 años, su padre lo reclamó legalmente desde Estados Unidos. Hoy, ocho años después, y siendo su padre ciudadano estadounidense, Rafael continúa en Cuba.

Su caso, lejos de ser excepcional, es parte del drama que afecta a miles: los olvidados del sistema migratorio legal.

La fecha de prioridad de su caso fue establecida el 16 de abril de 2018, y su visa fue aprobada el 26 de octubre de 2019. Desde entonces, no ha habido actualizaciones, plazos concretos ni certeza alguna sobre el futuro: solo la espera.

Durante todos estos años ha vivido suspendido en el tiempo. Ni casarse ni tener hijos porque alteraría la categoría de su visa —de F1 a F3—, lo que supondría más años de espera.

“Desde los 25 guardo fuerzas para cuando comience en otro lugar, trabajar duro por un futuro junto a mi familia y poder crear la mía propia”, comenta.

“Cada día que pasa, veo ese nuevo comienzo más lejano, y yo, menos joven”.

Mientras tanto, sus padres, ya mayores, siguen viviendo en Estados Unidos. La idea de reunirse antes de que el tiempo les juegue en contra se convierte en una urgencia emocional, pero la ley avanza a un ritmo diferente al de los afectos.

Castigo a la paciencia

La reunificación familiar ha sido históricamente uno de los pilares del sistema migratorio de Estados Unidos. Sin embargo, en la práctica, quienes optan por este camino suelen enfrentar años —y a veces décadas— de espera, incluso después de ser aprobados.

La causa principal es el sistema de cuotas anuales y prioridades de visa, que limita la cantidad de visados otorgados por categoría y país.

En el caso de Cuba, la situación se tornó aún más crítica a partir de 2017, cuando se redujeron drásticamente los servicios consulares en La Habana, obligando a los solicitantes a desplazarse a terceros países para realizar entrevistas y completar los procesos biométricos.

La reciente orden ejecutiva del presidente Donald Trump ha agravado aún más la incertidumbre. Bajo su nuevo mandato, se reinstauró la prohibición de emisión de visas a ciudadanos de 12 países considerados de “alto riesgo para la seguridad nacional” y Cuba figura entre los potencialmente afectados, lo cual podría suspender o retrasar aún más casos de reunificación familiar como el de Rafael.

Esta política ya genera temor y desconcierto entre quienes llevan años esperando dentro del sistema legal. Organizaciones proinmigrantes han advertido que la medida, además de su impacto diplomático, puede afectar directamente a ciudadanos estadounidenses que desean reunirse legalmente con sus seres queridos, negándoles un derecho fundamental, bajo el argumentos políticos o de seguridad.

Según datos del Departamento de Estado, más de cuatro millones de personas están actualmente en lista de espera para visas de inmigración basadas en peticiones familiares. Muchas de ellas pertenecen a categorías con tiempos de espera que superan los 10 años, especialmente para hijos adultos solteros (F1) o casados (F3) de ciudadanos estadounidenses.

En ese contexto, historias como la de Rafael son comunes pero invisibles.

Cumplir la ley no basta

Rafael representa a quienes han decidido hacer las cosas bien, a quienes no han cruzado ilegalmente, ni han mentido, ni han aprovechado coyunturas políticas. Ha seguido cada paso del proceso con confianza institucional y paciencia.

“A lo largo de estos años, algunas administraciones han beneficiado la migración irregular. Sin embargo, llevamos ocho años tratando de hacer los procesos desde la legalidad y no parece haber voluntad política de incentivar los medios legales para emigrar”, afirmó.

En el caso cubano, el relanzamiento del programa de Parole Humanitario en 2023 benefició a decenas de miles de ciudadanos, facilitando su entrada a Estados Unidos en plazos relativamente cortos. Para quienes están dentro del sistema de reunificación familiar, especialmente en etapas avanzadas, la sensación es de agravio comparativo: llevan años esperando por un derecho reconocido y, aun así, siguen sin respuesta.

“Volver a reunirme con mis padres, que no se están haciendo más jóvenes, luce cada vez más lejano”, dijo Rafael. “Nadie nos ve, somos fantasmas”.

Su caso también es un llamado de atención, un clamor por la necesidad urgente de revisar y modernizar el sistema migratorio para que las vías legales no se conviertan en laberintos sin salida, el tiempo no sea una condena sino una etapa transitoria.

¿Y ahora qué?

La respuesta es incierta. Sin un calendario claro, Rafael, y muchos como él, siguen esperando.

Mientras tanto, sus vidas continúan congeladas en un presente sin futuro, en un limbo burocrático.

El Congreso de Estados Unidos ha recibido múltiples llamados de organizaciones proinmigrantes y grupos de derechos humanos para que se priorice la modernización del sistema de inmigración basado en la familia, especialmente en lo que respecta a los países con mayores retrasos históricos como Cuba, México y Filipinas.

Sin embargo, hasta ahora, ninguna reforma de fondo ha logrado romper el círculo vicioso de cuotas desactualizadas, recursos consulares insuficientes y procesos que se alargan indefinidamente.

En tanto, Rafael sigue esperando en silencio, como otros miles de rostros sin nombres que ven pasar los años. Su esperanza no muere, pero se debilita con cada cumpleaños lejos de los suyos.

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