Cualquier interrupción en el funcionamiento del complejo sistema olfativo humano afecta significativamente la calidad de vida de quien lo padece, porque este importante sentido no se limita a la percepción de aromas gratos o desagradables, sino que también funciona como alarma ante posibles situaciones de peligro.
El olfato como sistema, comienza en la nariz y termina en el cerebro donde se procesan las sensaciones olfativas que viajan convertidas en impulsos nerviosos. Este sentido es considerado parte del sistema químico sensorial, al igual que el gusto.
A pesar de su importancia, el olfato no está exento de experimentar diversos trastornos como la parosmia, que involucra un cambio en la percepción normal de los olores; la hiposmia, que implica la reducción en la capacidad para detectar olores; la fantosmia, considerada una alucinación olfativa; y finalmente la anosmia, sobre la que profundizaremos en este artículo, y que se considera como la incapacidad total incapacidad para detectar cualquier aroma.
Existen además ciertos casos puntuales asociados a la ausencia del olfato, se les conoce como anosmia tóxica, y suelen ser provocadas por el consumo de estupefacientes por vía nasal, así como por envenenamiento con plomo, y la exposición prolongada a radioterapia.
Estos trastornos del olfato son más comunes de los que se cree. En Estados Unidos se calcula que el 2% de la población presenta alguna de estas condiciones. Adicionalmente, los problemas de salud relacionados con el sentido del olfato tienden a aumentar con el envejecimiento, siendo mayor su incidencia en los pacientes del sexo masculino.
Sin olfato
Anosmia es el término que define la ausencia de percepción de olores como resultado de una alteración en el recorrido de la sensación olfativa. Se trata de una palabra compuesta, derivada del griego que conjuga los signos “ἀ” y se traduce como sin, “osmé” que significa olor, e “íā” que quiere decir cualidad.
Este trastorno está clasificado según su origen en tres grandes grupos. El primero engloba los casos congénitos, es decir, productos de una falla genética. En estos casos, el individuo no desarrolla durante el proceso de gestación las fibras olfatorias u olfativas que son los nervios receptores del olfato. Se trata de la variedad más común de anosmia, pero es una condición que no puede revertirse.
En segundo lugar están las anosmia de origen traumático, producidas tras un golpe en la cabeza que al afectar el cerebro impacta negativamente el sentido del olfato, siendo imposible superar el deterioro. Y finalmente, el tercero grupo, incluye toda condición inflamatoria en la nariz que afecta temporalmente el nervio olfativo, una condición que desaparece cuando se supera el proceso inflamatorio.
Las causas de una anosmia pueden ser múltiples, incluso algunas tienen un origen neurológico relacionado con la edad y enfermedades como alzhéimer, parkinson, esclerosis múltiple, atrofia multisistémica, enfermedad de Huntington, aneurismas cerebrales, accidentes cerebrovasculares, diabetes mellitus, síndrome de Sjögren, síndrome de Klinefelter, presencia de tumores cerebrales, malnutrición, así como por el déficit de ciertos minerales y vitaminas.
Resolviendo el problema
Las opciones de tratamiento de la anosmia varían en función al origen del trastorno, por ejemplo, cuando este es resultado de un proceso inflamatorio la mejor opción es esperar, pues las inflamaciones e infecciones nasales leves suelen resolverse por sí solas en cuestión de días. Sin embargo, lo usual es administrar al paciente antiinflamatorios, antihistamínicos y, en caso de ser necesario, corticoides intranasales y antibióticos.
Cuando se trata de una condición de origen obstructivo provocada por pólipos nasales, tumoraciones, desviaciones del tabique nasal y sinusitis crónicas, lo recomendable es una intervención quirúrgica correctiva. En general, un paciente con un historial crónico de obstrucciones nasales podría ser candidato a una cirugía.
Finalmente, las anosmias por carencias nutricionales o de oligoelementos deben corregirse suministrando al organismo un suplemento de la sustancia deficitaria. Mientras que, como señalamos anteriormente, cuando este trastorno es resultado de un problema genético o un daño cerebral, no existe cura, ni opciones de tratamiento.