WASHINGTON.-dpa
Según un diario, el viaje a la isla fue "un fracaso para la diplomacia y un triunfo para la juerga", ya que "entre los reporteros y personal, que venían de lidiar con la Ley Seca, corrió generosamente el alcohol"
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El día en que un presidente de Estados Unidos visitó por primera vez Cuba, en el país norteamericano regía aún la Ley Seca. En la Unión Soviética, el "hombre fuerte" se llamaba Joseph Stalin y en Roma un papa conocido como Pío XI llevaba las riendas de la Santa Sede.
El republicano Calvin Coolidge viajó a la isla caribeña hace 88 años en un acorazado de guerra. Se trata de un detalle que muchos han recordado ahora, en vísperas de la histórica visita de Barack Obama a Cuba, como símbolo de una época en la que Estados Unidos podía hacer y deshacer a menudo a voluntad en América Latina.
Calvin Coolidge, presidente de Estados Unidos, junto a Gerardo Machado, presidente de Cuba, con sus esposas. (ARCHIVO)
Coolidge llegó a La Habana en enero de 1928 para participar en la sexta Conferencia Panamericana, el embrión de la actual Organización de los Estados Americanos (OEA).
Fue el único viaje al extranjero durante el mandato del trigésimo presidente de Estados Unidos, en tiempos en los que Washington defendía el aislacionismo pero veía con interés los asuntos panamericanos. A modo de comparación: Obama ha visitado 51 países desde que llegó a la Casa Blanca en enero de 2009.
Tanto Thomas Rushad, miembro de la Fundación Presidencial Calvin Coolidge, como Amity Shlaes, autora de la biografía "Coolidge" (Penguin), ven paralelismos entre los viajes de los dos mandatarios a Cuba.
No es sólo que ambos presidentes ven este viaje como un nuevo comienzo con Cuba después de décadas de desconfianza, consideraron Rushad y Shlaes en conversación con la agencia dpa, sino que ambos lo realizan al final de sus respectivas presidencias.
"Ambos buscan reiniciar la relación con la isla. Estos viajes pueden verse como un gesto con ese fin", explica Rushad.
"Otra importante similitud es que ambos presidentes tienen mucha fe en la ley internacional y la diplomacia. Coolidge fue el padre del Pacto Kellogg-Briand, que proscribió la guerra", recuerda Shlaes.
El mandatario republicano viajó en tren desde Washington a Cayo Hueso (Florida) y desde allí a La Habana a bordo del acorazado USS Texas. "El presidente Coolige viajó a Cuba a bordo de un acorazado estadounidense, así que ésta será una visita de distinta naturaleza", consideró Ben Rhodes, asesor de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, tras anunciar hace unas semanas el viaje de Obama a la isla.
Coolidge desembarcó en La Habana muy cerca del lugar donde estalló y se hundió en 1898 el acorazado USS Maine, catalizador de la posterior Guerra hispano-estadounidense. La biógrafa Shlaes cuenta que el pueblo cubano dio al presidente estadounidense "la bienvenida más calurosa que habían dado a un líder extranjero".
"Miles de personas se subieron al castillo del Morro y a los tejados de los edificios, estirando el cuello para echar un vistazo al acorazado USS Texas cuando éste entraba al puerto. Cada balcón cerca del puerto estaba lleno de familias vitoreantes", dice Shlaes, quien explica en su libro que hubo incluso cañonazos de bienvenida desde la Fortaleza de San Carlos de la Cabaña, en la bahía de La Habana.
El presidente y la primera dama fueron recibidos con grandes honores en el palacio presidencial por el general Gerardo Machado, presidente de Cuba entre 1925 y 1933. Visitaron la finca del presidente al sur de La Habana y una plantación de azúcar, entre otras actividades.
Eran los tiempos anteriores a la enconada rivalidad ideológica entre Washington y La Habana surgida tras la revolución de Fidel Castro en 1959. La web oficialista cubana Cubadebate, crítica con los Gobiernos previos a Castro, señaló estos días que Coolidge fue recibido también por algunas personas con gritos de "¡Abajo el imperialismo yanqui!" en el centro de La Habana y calificó el discurso que el mandatario dio entonces en un teatro como poblado de "lugares comunes y vaciedades".
Coolidge fue el encargado de inaugurar la Conferencia Panamericana con un discurso pacifista. Y también habló de la isla. "Hace 30 años, Cuba era una colonia extranjera desgarrada por la revolución y devastada por fuerzas hostiles (...). Hoy, Cuba es su propio soberano. Su gente es independiente, libre y próspera, pacífica y disfruta de las ventajas de autogobierno", dijo Coolidge.
Al contrario que Obama, Coolidge ("Cal el callado", le llamaban en Washington) era "famoso por sus monumentales silencios y nunca fue conocido por su oratoria", señala Stephen Graubard, autor del libro "The Presidents" (Penguin).
"Su reputación de callado es errónea. Era muy lacónico en una conversación personal, pero fue un prolífico autor de discursos, como muchos políticos, y solía escribir sus propios discursos", cuenta Rushad. Su discurso en Cuba tenía más de 4.000 palabras.
Pero el presidente, más sonriente y relajado de lo habitual en Cuba que en Washington, según los periodistas que lo acompañaban, no fue el único que disfrutó de la visita a la mayor de las Antillas.
Según un diario, el viaje a la isla fue "un fracaso para la diplomacia y un triunfo para la juerga", ya que "entre los reporteros y personal, que venían de lidiar con la Ley Seca, corrió generosamente el alcohol, que halló espacio también en el equipaje de regreso".
"No sé nada sobre la juerga y si ocurrió. Que yo sepa Coolidge no bebía. En modo alguno se puede culpar al presidente por lo que había en el equipaje de los reporteros", dice hoy su biógrafa.
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