martes 18  de  febrero 2025
OPINIÓN

Carta al sentido común

MADRID.- Durante tu ausencia ha ocurrido lo imposible y la gente se está volviendo aún más idiota. No se trata de un fenómeno que pueda circunscribirse a un lugar concreto, sino que es una plaga que azota al planeta, y de la que tan sólo se libran pequeños grupos de valientes

Diario las Américas | ITXU DÍAZ
Por ITXU DÍAZ

MADRID.- Querido sentido común:

¿Cómo estás, viejo amigo? Deseo de corazón que estés pasando unas felices vacaciones, allá donde te hayas entregado al descanso. Han sido siglos agotadores acompañando a la especie humana, cuya natural inclinación al mal se ha ido volviendo vocación, haciendo de la excepción un vicio. Me cuentan la razón, los viejos libros de filosofía, y virtudes como la prudencia o la esperanza, que vives mucho más tranquilo desde que has abandonado a los hombres, empezando por los gobernantes y los influyentes, y terminando por la masa que sitúa a los anteriores en sus sillones a golpe de urna en gran parte del mundo. Que ahora te dedicas en exclusiva a los únicos que siempre te han admirado, los niños; y tal vez sea hora de cederles el parlamento para salvar a la Humanidad. Me dicen que vives sólo para sus ocurrencias sin maldad, y para dar largos paseos por el desierto, allá donde ni los camellos pueden imaginar que te ocultas, abandonando por desesperación las funciones que te fueron encomendadas para evitar que el hombre moderno deviniera en esa extraña afición a pegarse tiros en los pies.

Durante tu ausencia ha ocurrido lo imposible y la gente se está volviendo aún más idiota. No se trata de un fenómeno que pueda circunscribirse a un lugar concreto, sino que es una plaga que azota al planeta, y de la que tan sólo se libran pequeños grupos de valientes, dispuestos a utilizar la cabeza en contra de las sugerencias de su pensamiento primario, originado a medio camino entre los testículos y el corazón.

Creen los que te condenan al ostracismo que con el corazón es suficiente. Y en efecto, es importante. Del corazón sale el amor y la caridad –solidaridad para los modernos-, pero ni siquiera eso justifica la locura pasional que nos aplasta, que hace que toda ideología nazca, crezca, se desarrolle, y muera en el corazón sin pasar el cerebro. Es bonito, tal vez, para uno de esos poemas cursis de García Márquez –con perdón-, pero inútil si lo que se pretende es la supervivencia de la especie. Con corazón y sin cabeza nada habríamos avanzado, como nada podemos lograr ahora, querido sentido común, si no te decides a volver.

Lo asombroso de ti es que eres algo así como el “kit básico” de cualquier ser humano. Es decir, que a nadie se le exigirá nada más si te posee, que no es necesario convertirse en un intelectual, en alguien con grandes dotes de intuición, o en uno de esos estrategas de la vida que parecen hacerlo todo perfecto, desde que nacen hasta que mueren de aburrimiento. Se puede ser un poco idiota, estar bastante loco, y tener atisbos de sentido común. Lo experimento cada mañana frente al espejo. Debe existir alguna solución intermedia entre que la gente se vuelva demasiado razonable y que gran parte del mundo traslade su actividad neuronal al trasero. No me digas que está todo perdido. No puede haber tantos hombres renunciando voluntariamente a pensar por cuenta propia. No me creo que haya tantos esclavos de la opinión pública, incluso cuándo ésta es la primera, querido sentido común, que ha renegado de tus servicios.

Si en los siglos precedentes había demasiados hombres capaces de matar por sus ideas, ahora lo que hay son demasiados hombres capaces de matar por carecer de ideas. Ambas taras son condenables, supongo, pero la actual es más peligrosa aún, porque hace que los hombres correteen por sus vidas como pollos sin cabeza.

Te escribo esta carta hoy para rogarte que regreses. Desde que te has ido hay gobernantes metiendo los dedos en todos los enchufes, hay manifestantes a los que se les ha quedado en blanco la pancarta, y hay intelectuales ebrios de relativismo, exclamando aquello del tango, que “todo es igual / nada es mejor / lo mismo un burro / que un gran profesor”. Desde tu deserción, apreciado sentido común, hay miles de usuarios de redes sociales que parecen enviar sus mensajes desde alguna jaula del zoo, hay una legión de burros que piden derecho al rebuzno en los grandes foros de decisión, convencidos de que la razón les asiste, y hay muchos, demasiados periodistas incapaces de distinguir una buena noticia en exclusiva de un inmenso montón de mierda.

Vuelve antes del próximo telediario. Quizá llegues a tiempo de evitar que la razón, el ingenio, el buen gusto, y la honradez, se arrojen por la ventana en tu nombre.

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