La libertad absoluta de elegir y actuar es un privilegio que solo en sociedades democráticas existe, pero el hecho de que quienes no tienen la capacidad de medir las consecuencias de explayar sus libertades sin control ejerzan ese derecho, conlleva a resultados incalculables.
La masacre cometida por una persona desequilibrada la madrugada del domingo 12 de junio en una discoteca de la ciudad de Orlando, así lo demuestra. Al menos 50 muertos y una cantidad similar de heridos provocó el atacante que armado con un fusil de asalto y un revolver irrumpió en el centro nocturno Pulse de esa ciudad de Florida, dejando tras de sí una estela de dolor y un sinfín de interrogantes.
Extremismo religioso, homofobia, personalidad explosiva, son algunos de los motivos se especulan pudieron dar lugar a la masacre. Pero una sola de las preguntas entre tantas, será sin dudas la que más tiempo le tome a las autoridades responder: ¿Por qué un individuo con antecedentes probados de violencia, que fuera previamente investigado por el FBI por presuntos vínculos con el terrorismo pudo comprar un arma de poderoso calibre, sin que el chequeo de sus antecedentes pesara?
Tanto en esta reciente tragedia como en otras similares que desafortunadamente se han hecho frecuentes, el cuestionamiento más común apunta a un tema que divide opiniones de un extremo a otro en EEUU: el control para la tenencia de armas.
Sin dudas, comprar un arma de fuego y portarla constituye una prerrogativa plasmada en la constitución a la que la mayoría de los ciudadanos de este país no está dispuesta a renunciar, pero el hecho de que cualquiera las pueda adquirir y de que no existan leyes para evitar que armas de alcance mayor terminen en manos asesinas debería ser una condición ineludible para evaluar la necesidad de un análisis responsable sobre el tema.