En junio pasado, tras escasos cuatro días de deliberaciones, la mayoría “izquierdista” del Tribunal Constitucional español avaló, vía exprés, la ley de amnistía, dándole así un respiro al tambaleante gobierno del también “izquierdista”, señor Pedro Sánchez.
Por su parte, la mayoría “derechista” de la Corte Suprema de Justicia de Estados Unidos de América, en sentencia del mismo junio, restringió el checks and balances, piedra angular de la democracia norteamericana para darle, a su vez, un respiro a la turbulenta Presidencia del no menos “derechista”, Mr. Donald J. Trump.
El cronista aboga por la implantación plena del juez de inteligencia artificial, IA, lo que equivale a la eliminación del togado de “sangre y hueso” que hemos conocido a través de la Historia.
Tal remedio, como es de esperar, tiene sus detractores. El Consejo de Europa, por citar un solo ejemplo, considera que: “La IA ¡jamás! debe reemplazar la última palabra del magistrado humano” porque ello lesionaría los derechos al juez natural, imparcial, preexistente, autónomo e independiente.
Los resultados de las dos sentencias referidas al comienzo, hay que puntualizarlo bien, no sorprendieron a nadie. Con las inclinaciones anteriores --impúdicas quizás— de cada una de las citadas mayorías sentenciadoras, no cabía duda que sentenciarían como sentenciaron y aquí llegamos a donde no queríamos llegar:
“Officium judicis est divinum: ex manibus deorum videatur ereptum” (El oficio de juez es tan divino que parece arrancado de las manos de los dioses).
La cita atribuída a Ciceron, refleja lo delicado del tema.
Oigamos, al respecto, los cuestionamientos —nada celestiales, ni sagrados— contenidos en los votos salvados de las honorables señoras, Sotomayor, Brown-Jackson y Kagan, de la Corte Suprema de EE. UU. en relación con la sentencia dictada por la mayoría sus colegas, no menos honorables: “Con motivo del fallo en cuestión, la ilegalidad florecerá en el Poder Ejecutivo y eventualmente, este último, se volverá incontenible y nuestra amada república constitucional dejará de existir”.
En cuanto a la aludida sentencia del tribunal español, dos frases de los votosalvantes, Enriquez, Espel, Arnaldo y Tolosa, lo resumen todo: Que la ley avalada por la mayoría de sus colegas magistrados constituye “una autoamnistía arbitraria, orientada a asegurar votos a cambio de impunidad” (...) con lo que se “socavan principios fundamentales, como la seguridad jurídica, separación de poderes, igualdad ante la ley y de primacía constitucional”
Ahora, ¿quién viola peor los derechos al juez imparcial, con sus referidos etc. y etc? ¿Un robot-juez o el magistrado homo sapiens, banderizo y autómata que, el muy servil, hace lo que le ordena su jefe político en lugar de aplicar el Derecho?
La IA no puede ni debe seguir subordinada a una función meramente auxiliar de cierta calaña de magistrados.
Sería solo cuestión de bien aconsejar a cada robot-juez, antes de llenar plaza, como lo hizo Don Quijote con Sancho, antes que éste, tomara posesión del gobierno de “Barataria”:
—¡Cuídate y apártate de los algoritmos envenenados por los humanos de populismo, sectarismo, compinchismo y nunca te guíes por la milenaria Ley del Encaje o de ¡corrupción! descarada y raspada, como hoy se le llama.
—Si trujeres a tu mujer contigo, enséñala, doctrínala, desbástala de su natural rudeza, que todo lo que la mujer del robot-juez recibiere, se presume ingresado en los bolsillos de su marido.
—Pero maestro, si los robots-jueces somos todos solterones.
—-¡Calla y escucha! Si acaso doblares uno o varios chips de la Justicia, que no sea con el peso de los bitcoins, sino con el peso de la misericordia. No es asunto de “derechistas” ni de “izquierdistas”. Te lo digo yo, que mientras más conozco a ciertos magistrados, más quiero a mi laptop.
Y además, yo no soy maestro de nadie.
@omarestacio