Ya hace unos cuantos días que estamos de regreso con toda la energía de los comienzos. Durante el asueto me di mis caminatas por la ciudad y encontré, como suele suceder, vecinos de nuestra comunidad agradecidos con lo que ocurre en las aulas del Miami Dade College.
“Que si mi hijo es el primero de la familia en estudiar y recibir un diploma universitario”. “Que estudio porque el College tiene horarios que puedo ir adaptando a mi jornada laboral”. “Que me gradué de enfermera”. “Que ya soy maestro gracias a la licenciatura del MDC”.
Son testimonios que atiendo con mucho esmero porque nos honran. Esta realidad hay que cuidarla al dedillo ya que de ella depende buena parte del desarrollo económico de la localidad. Todo lo que conspire contra el probado y exitoso funcionamiento del College lo interpretamos como una afrenta a quienes miran hacia nosotros como la oportunidad de progresar.
Cuán importante son las sociedades que invierten en la educación. A veces, en Miami se instalan compañías de primer orden y los trabajadores son importados de otros sitios por su preparación. El Sistema de Colleges que rige las 28 instituciones en la Florida labora, incansablemente, para que nunca estén en falta los profesionales que reclama el mercado laboral.
Más de 800.000 estudiantes concurren a este conjunto de instituciones en el estado, tres veces más que los que matriculan en sus 12 universidades públicas. Aquí están las personas de bajos recursos, que trabajan para su sustento, que suelen ser los primeros en sus respectivas familias en concurrir a la universidad. Gente de pueblo que merece todo nuestro respeto y esfuerzos.
El año pasado la legislatura estatal cortó $30 millones del presupuesto que se reserva para nuestro sistema de colleges y, afortunadamente, algunos proyectos de leyes que nos hubieran perjudicado algo más fueron desestimados, por el veto oportuno del Gobernador.
La sesión en Tallahassee ha comenzado esta semana y algunos legisladores, sin embargo, han vuelto a la carga con el proyecto de ley SB540 que es como un deja vu, llamado a enmendar un sistema como el nuestro que no está descompuesto y funciona a la perfección. Es necesario que los contribuyentes participen del cuidado de una institución que les pertenece en todo su amplio abanico de beneficios, más que probados. Tienen todo el derecho de mostrar su inconformidad como ya lo estamos haciendo nosotros frente a los legisladores y confiando en la intervención oportuna de la delegación de Miami-Dade.
Quieren implantar parámetros absurdos, poco realistas, para medir nuestra competencia académica y castigarnos con menos recursos. Planean limitar nuestra capacidad de ofrecer licenciaturas, que han resultado muy eficientes, por cierto, y responden a las necesidades del mercado laboral local, e insisten en crear otro aparato burocrático para velar por el sistema de colleges desde la distante capital del estado, lo cual pudiera incapacitar nuestra diestra Junta de Fideicomisarios.
¿A qué se debe este ensañamiento absurdo contra un cuerpo académico totalmente exitoso? No podemos sentarnos, sin actuar, y ver como desmontan tantos años de labor. Algunos tozudos legisladores deben comprender que esta no es la manera de contribuir a la preparación profesional de la comunidad.