jueves 17  de  julio 2025
OPINIÓN

La esperanza no basta: el cambio exige poder real

Es hora de exigir coherencia, honestidad y una visión que articule la fuerza de la calle con una fuerza política real, institucional y duradera

Diario las Américas | MIGUEL ÁNGEL MARTIN
Por MIGUEL ÁNGEL MARTIN

“La esperanza es el sueño del hombre despierto.” — Aristóteles

En momentos de crisis y represión, la esperanza puede ser el motor que impulsa a imaginar un porvenir más justo. Pero la esperanza, por sí sola, no transforma regímenes autoritarios ni altera estructuras políticas arraigadas. Para que produzca un cambio real, debe ir acompañada de acción sostenida, organización estratégica y movilización de voluntades y recursos.

De la moral a la fuerza organizada

La movilización espontánea, por muy poderosa que parezca, no es suficiente si no se articula con planes claros para sostenerla y protegerla frente a la cooptación y la represión. La fuerza moral es esencial, pero ineficaz si no logra fracturar los bloques que sostienen al régimen.

Como señaló Hannah Arendt: “El poder y la violencia son opuestos; donde uno domina absolutamente, el otro está ausente.” Esta idea revela una verdad fundamental: sin presión organizada y estructurada, la resistencia se convierte en blanco fácil de la fuerza bruta.

La resistencia cotidiana: valentía, creatividad y persistencia para desafiar el poder

Steve Crawshaw y John Jackson, en Small Acts of Resistance, nos enseñan que la resistencia no se define por gestos grandilocuentes, sino por actos cotidianos de coraje y creatividad que afirman la dignidad ante la opresión.

Cuando las vías convencionales están bloqueadas, la innovación se convierte en una herramienta esencial. Acciones inesperadas y diversas permiten mantener vivo el espíritu del cambio. La resistencia exige perseverancia y paciencia: el cambio profundo no ocurre de inmediato, pero se construye con convicción y esperanza frente a los retrocesos.

Además del compromiso individual, el alcance colectivo se potencia mediante alianzas internas y apoyo internacional, creando redes que elevan el costo de la represión y aumentan la presión sobre el régimen.

Actas, votos y la realidad del poder

Las promesas vacías generan frustración. Sin estructuras organizativas reales y escenarios alternativos, las expectativas ciudadanas se diluyen. Las actas, los votos y las estadísticas solo cobran sentido dentro de un sistema institucional que los respalde. Sin reconocimiento efectivo, pierden toda su capacidad de incidir.

Coherencia y confianza: un capital irrenunciable

La coherencia genera confianza, y sin ella no se construyen mayorías estables. La improvisación, las alianzas contradictorias y los cambios abruptos minan la credibilidad. Como decía Stephen R. Covey: “La confianza es el pegamento de la vida. Es el ingrediente más esencial para la comunicación efectiva.”

La ciudadanía exige claridad y liderazgo firme: un rumbo definido y reglas que se respeten.

La crítica no debilita: fortalece

La crítica constructiva es indispensable. La complacencia debilita los liderazgos. Una oposición madura debe saber evaluarse, corregir errores y fomentar el disenso estratégico.

Winston Churchill lo resumía así: “La crítica puede no ser agradable, pero es necesaria. Cumple la misma función que el dolor en el cuerpo humano: llama la atención sobre un estado insalubre.”

Casos que demuestran que sí se puede

A lo largo de la historia reciente, la resistencia organizada ha logrado derribar muros que parecían infranqueables. Ocurrió en Polonia con Solidarno, que combinó sindicatos, iglesia y presión internacional para minar la dictadura comunista. Pasó en Sudáfrica con el fin del apartheid, gracias a una movilización social articulada, boicots económicos y fracturas internas en el régimen. Incluso más cerca, en Europa del Este, la llamada.

Revolución de Terciopelo en Checoslovaquia mostró que la unión entre intelectuales, estudiantes y sindicatos pudo romper décadas de autoritarismo.

Ninguno de estos movimientos se sostuvo solo en la esperanza: construyeron redes, generaron confianza y mantuvieron coherencia en su mensaje y estrategia, asumiendo costos y resistiendo la tentación de negociar a cualquier precio.

El poder real se enfrenta con poder real

Los regímenes autoritarios no caen ante declaraciones: solo se desmantelan mediante poder organizado. Esto implica redes nacionales cohesionadas, alianzas internacionales efectivas, rupturas estratégicas en los pilares que sustentan al régimen y una visión de largo plazo que articule la movilización popular con capacidades institucionales. Sin estos elementos, cualquier esfuerzo corre el riesgo de reforzar las dinámicas que perpetúan a quienes detentan la fuerza.

Un llamado necesario

“Nunca dudes de que un pequeño grupo de ciudadanos comprometidos pueda cambiar el mundo; de hecho, es lo único que lo ha logrado.” — Margaret Mead.

Hoy, más que nunca, la ciudadanía, los actores políticos y quienes asumen el liderazgo están llamados a impulsar un cambio profundo: superar la euforia momentánea y la improvisación, y apostar por una construcción sostenida de organización, estrategia y confianza colectiva.

Es hora de exigir coherencia, honestidad y una visión que articule la fuerza de la calle con una fuerza política real, institucional y duradera.

Porque ningún régimen se desmonta por inercia: solo puede ser enfrentado por una ciudadanía consciente, activa y organizada.

La esperanza sigue siendo imprescindible. Pero sin músculo político, se convierte en consuelo más que herramienta. La historia ha probado que el cambio solo ocurre cuando la esperanza se estructura, la indignación se transforma en estrategia, y el coraje colectivo se convierte en poder real.

Perfil del autor

Miguel Angel Martin, académico y doctor en Ciencias por la Universidad Central de Venezuela (UCV). Especialista en Derecho Público (UCAB) y en Políticas de Seguridad y Defensa (Centro William Perry, Washington D. C.). Magistrado principal de la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela, designado por un mperiodo de 12 años, desde donde ha promovido el estado de derecho y denunciado prácticas autoritarias. Actualmente en el exilio por su labor jurídica contra el régimen venezolano, continúa siendo un firme defensor de la democracia, los derechos humanos y la institucionalidad republicana.

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