Donald Trump propuso la creación de un sistema de defensa total llamado Golden Dome o “Cúpula Dorada”, para proteger a Estados Unidos de ataques con armas avanzadas que ningún sistema actual neutraliza. Se trataría de una red de sensores e interceptores desplegados por tierra, mar y espacio, capaz de detectar y destruir misiles antes de que impacten en suelo estadounidense.
Hoy existe un tipo de ataque que preocupa a los expertos: una explosión nuclear en la atmósfera, cientos de kilómetros sobre el territorio de EEUU. Esa detonación no está pensada para matar directamente, sino para producir un pulso electromagnético (EMP). Este pulso no se ve ni se oye, pero es como una ola invisible de energía que arrasa todo lo electrónico a gran escala. No rompe edificios, pero rompe los sistemas: satélites, redes eléctricas, internet, autos, computadoras, aviones. No deja heridos, deja un país entero ciego, sordo e inmóvil.
Por ejemplo, los aviones que estén en el aire durante el pulso podrían perder el control total. Los más modernos dependen de sistemas electrónicos para todo: navegación, comunicación, control de vuelo y motores, entre otros. Si esos mecanismos fallan todos al mismo tiempo, muchas aeronaves caerían al vacío, otros perderían el rumbo y algunos pocos, si tienen sistemas protegidos o de respaldo, intentarían un aterrizaje a ciegas. Así, la civilización moderna deja de funcionar en segundos y no hay forma rápida de reconstruirla.
Frente a eso, el sistema actual de defensa de EEUU no alcanza. Solo hay 44 interceptores —es decir, misiles que destruyen otros misiles— instalados en Alaska y California. Están diseñados para frenar un ataque limitado, como uno proveniente de Corea del Norte. Pero no pueden detener cientos o miles de misiles como los que tienen Rusia o China. Tampoco pueden interceptar misiles hipersónicos, que vuelan varias veces más rápido que el sonido y cambian de trayectoria en pleno vuelo, ni bombas lanzadas desde el espacio.
El Golden Dome se plantea como una respuesta total. Tendría capas de defensa en todas partes: sensores en órbita, radares en tierra, interceptores en el mar, misiles defensivos que se lanzan incluso antes de que la amenaza cruce el horizonte. Todo eso suena espectacular, pero hay un problema enorme: el sistema como está pensado hoy es inviable.
- Primero, por el tiempo. Trump dice que puede construirlo en cuatro años, pero expertos calculan que, tal como está presentado, demandará entre 15 y 20 años.
- Segundo, por el dinero. El gobierno estima un costo de $175.000 millones de dólares, pero el análisis técnico más riguroso habla de un costo real de al menos $542.000 millones solo en la parte espacial, y el total superaría los $700.000 millones.
- Tercero, por la complejidad. Hoy no existe ningún sistema capaz de coordinar, en tiempo real, satélites, radares, interceptores y centros de comando. Hay que inventar toda esa arquitectura, probarla, integrarla y desplegarla sin errores, lo cual es una tarea de una dificultad colosal.
Pero todo este diagnóstico olvida un elemento clave: la inteligencia artificial (IA).
Con IA, el Golden Dome deja de ser un megaproducto militar de vieja generación para convertirse en un sistema autónomo, adaptativo y distribuido. La IA reemplaza años de integración técnica con redes que aprenden solas a colaborar. En lugar de diseñar manualmente cada conexión entre radares, satélites y misiles, se entrena a modelos que detectan, interpretan y responden a amenazas en tiempo real. Esto reduce el tiempo de desarrollo total a 4 o 5 años.
También baja los costos. No hay necesidad de miles de pruebas físicas ni duplicación de sistemas: la IA simula millones de escenarios, prueba errores antes de que ocurran, y optimiza cada recurso disponible. En vez de gastar más de $500.000 millones, el sistema completo podría costar entre $100.000 y $150.000 millones, funcionando mejor y más rápido.
La IA además crea una defensa inteligente, no sólo reactiva. Aprende el comportamiento del adversario, anticipa trayectorias, distingue entre un misil real y uno señuelo, y puede incluso prever desde qué base podría salir un ataque antes de que ocurra. Coordina automáticamente interceptores, drones, sensores, y reconfigura las defensas al instante, sin que nadie le tenga que dar la orden.
Y la clave: la IA del futuro no es la de hoy. Lo que se desarrolla —modelos que razonan, que coordinan miles de elementos, que entienden lenguaje, imágenes, sonidos y datos militares en simultáneo— convierte esta red en algo mucho más poderoso. No es solo un escudo: es un sistema nervioso militar autónomo, que protege al país como lo hace el cuerpo humano con sus reflejos.
El Golden Dome tradicional es un escudo caro, lento y frágil. Con IA, se convierte en una mente defensiva nacional, distribuida, eficiente, y siempre un paso adelante del atacante. Un proyecto que parecía imposible, de pronto se vuelve inevitable.
Las cosas como son
Mookie Tenembaum aborda temas de tecnología como este todas las semanas junto a Claudio Zuchovicki en su podcast La Inteligencia Artificial, Perspectivas Financieras, disponible en Spotify, Apple, YouTube y todas las plataformas.