Quiero que mi hijo conozca las consecuencias del radicalismo, de la falta de tolerancia, de los desmedidos intereses políticos y económicos y de la intolerancia.
Quiero que mi hijo conozca las consecuencias del radicalismo, de la falta de tolerancia, de los desmedidos intereses políticos y económicos y de la intolerancia.
Recuerdo como si hubiese sido ayer, el frío que me recorrió al ver el momento en que el vuelo 175 de United Airlines impactó la Torre Sur del Centro Mundial de Comercio. Eran las 5:30 de la mañana en Los Angeles, CA, aquel 11 de Septiembre de 2001, cuando recibí la llamada que me puso en alerta. Todavía no lo llamaban “terrorismo”, pero tras el ataque a la Torre Norte, no era difícil suponer que no se trataba de un accidente.
En aquel tiempo, trabajaba en la estación de Telemundo en Los Angeles. Imposible olvidar las caras de asombro y miedo que teníamos todos. Era la primera vez que reportábamos sobre un evento de esta magnitud. Todos teníamos experiencia pero ninguno sabía cómo hablar sobre un hecho como ése, con el que quedó claro que la seguridad de Estados Unidos no era invulnerable.
Creo no equivocarme al decir que todos hablamos con un nudo en la garganta, con voz entrecortada, con pesadez en el estómago, con ganas de llorar y con miedo. En ese momento no cabían los egos. Transmitimos durante casi 190 horas continuas a partir del impacto en la primera torre.
A las imágenes que nos llegaban, era casi imposible ponerles filtro. Involuntariamente vimos el suicidio de decenas de personas que prefirieron lanzarse al vacío desde los pisos superiores de las torres, antes que morir calcinados, intoxicados o aplastados por escombros de los emblemáticos edificios, a los que vimos con la boca abierta caer, sepultando a cientos de inocentes, incluyendo a unidades enteras de cuerpos de rescate.
Como olvidar los desesperados gritos por ayuda de madres, hermanas, amigos e hijos, buscando a sus seres queridos en medio del caos. Las caras de angustia, miedo, desconcierto y asombro ante lo que parecía impensable. Las fotografías que colgaban por todos lados en zonas cercanas a lo que quedó del World Trade Center.
Septiembre 11 de 2001 representa el día en que perdimos la inocencia; el momento en que nos sacaron “del país de las maravillas”, para entrar en la película de horror que ni siquiera Hollywood ha sido capaz de producir. El día en que el radicalismo se rio a carcajada abierta de nuestro estilo de vida.
Hoy, 15 años después, conocer el origen de lo que pasó, a los terroristas que nos arrancaron la tranquilidad, los escombros de las torres y edificios y las historias relacionadas con los ataques terroristas, me parecen materia obligada. Aunque es desgarrador escuchar la voz de algunos pasajeros cuando se despedían de sus familiares en tierra, cada palabra es una clase de historia.
Confieso que me rodaron las lágrimas más de una vez cuando estuve en el Museo de la Memoria en Nueva York. Aquel frío que sentí cuando escuché por primera vez sobre los atentados volvió a recorrerme el cuerpo. Estaba muy cerca de lo que gracias a Dios tuve tan lejos ese 11 de Septiembre. Durante más de cuatro horas reflexioné sobre el futuro que no tuvieron las casi 3,000 personas que murieron el día del peor ataque del que Estados Unidos ha sido víctima. El día en que cuatro aviones, se convirtieron en armas de destrucción masiva en Nueva York, Virginia y Pensilvania.
Hoy quiero que mi hijo de nueve años, conozca el museo. Que entienda porque ahora tiene que quitarse los zapatos antes de subir a un avión. Deseo que vea los rostros del 9-11; que escuche las voces, vea los escombros, los objetos, las fotografías que quedaron del día en que a todos nos quitaron la inocencia.
Pero más importante aun, quiero que conozca lo que el radicalismo ideológico, la falta de tolerancia, la ignorancia, los desmedidos intereses políticos y económicos pueden causarle al mundo, a las familias como la nuestra y a la de nuestros vecinos.
Quiero que mi hijo valore la libertad, la democracia, la posibilidad de expresar sus ideas y vivir bajo la religion que elija. Quiero que entienda que “de la variedad nace el gusto” y que lo bello de ser diferentes es la capacidad de enriquecernos mientras sepamos aceptar lo que nos hace distintos.
Amen.
www.lucianavarro.com