martes 8  de  julio 2025
OPINIÓN

Tonto o corrupto, ¿Cómo definiría a Pedro Sánchez?

Pedro Sánchez no ha matado ningún elefante -que se sepa- y tampoco se le conocen amantes pero ha copiado el método del Rey emérito para seguir escribiendo capítulos de su manual de resistencia

Por MANUEL AGUILERA

El nivel de decencia que le debemos exigir a un político, a un servidor público, se ha rebajado tanto que los propios políticos nos tratan como si fuéramos niños inocentes de cinco años.

En España, la cosa está especialmente grave porque aunque estés acorralado por escándalos de corrupción, conjugar el verbo dimitir sigue siendo un imposible.

El último que se aferra al poder como si no hubiera un mañana, es el creador de lo que sus enemigos llaman “sanchismo” y que también podría ser considerado como una “guaporocracia”, que consiste en poner la cara bonita -cuanto más dura mejor- cada vez que alguien te deja con el trasero al aire por un escándalo de corrupción. Pareciera que con pedir perdón se arregla todo. “Lo siento mucho. Me he equivocado. No volverá a ocurrir”. El Rey Juan Carlos puso de moda las disculpas apresuradas como método de salir del paso y seguir adelante como si no pasara nada.

Pedro Sánchez no ha matado ningún elefante -que se sepa- y tampoco se le conocen amantes pero ha copiado el método del Rey emérito para seguir escribiendo capítulos de su manual de resistencia. De momento, tenemos sospechas más que fundadas de que su esposa Begoña ha utilizado su posición de esposa de primer ministro para hacer negocios y enriquecerse. También sabemos que su hermano fue colocado “a dedo” en un organismo público, para cobrar de los impuestos de los españoles, por su cara bonita -la de Pedro, obviamente-. Y lo más grave de todo, sus dos colaboradores de confianza, los que le ayudaron a llegar a ser el máximo dirigente de los socialistas españoles, están en un proceso por corrupción tras ser acusados de haber cobrado mordidas a cambio de facilitar a empresas constructora acceder a la realización de obras públicas.

Por supuesto, todo esto tiene que ser juzgado y no debemos olvidarnos de la presunción de inocencia. Pero, ya en este momento, sin esperar a las decisiones finales de los jueces, ya podemos determinar en el plano de la ética que la actitud de todas estas personas, que son la base de la “guapocracia sanchista”, es indefendible. Todas y cada una de ellas deberían desaparecer de la vida pública para no volver jamás.

Pero, ¿qué hacemos con Pedro Sánchez? El bienintencionado progresista que soñaba con un mundo mejor, sorprendido al descubrir que sus dos máximos colaboradores se dedicaban a engordar sus cuentas bancarias mientras él, en las tribunas hablaba de pobres, de trabajadores, de salarios mínimos que crecen y de lo muy feminista que es. Resulta que hasta en eso se aprovecharon de su candidez sus amigos, Koldo, Cerdán y Ábalos. Las grabaciones de sus conversaciones intervenidas por la policía judicial revelan una afición profunda por las mujeres de compañía. Para hablar en buen español de España y aunque resulta dura la palabra, los defensores de la “guapocracia” son unos “puteros”, de profundas convicciones genitales y reivindican el papel de la mujer como objeto sexual intercambiable, al que se agasaja con dinero, regalos, departamentos o puestos de trabajo en la administración. Todos son partidarios de ampliar el parque de viviendas nacionales con lo que en América Latina se conoce a veces como la “casa chica”, la morada donde se alberga a la amante, alternativa a la esposa oficial.

Está claro que ese tópico de que nos pitan los oídos cuando alguien habla mal de nosotros o nos deja en evidencia no computa en el caso de Sánchez. Pide perdón y se acabó. Borrón y cuenta nueva. Es entonces cuando vuelvo a la exigencia con la que empezaba este artículo.

En el plano político siempre hablamos de los que era la responsabilidad “in vigilando”, de que consumada la fechoría de tus colaboradores, eres responsable, bien por acción -corrupto consumado- o por omisión -tonto que no se enteraba de nada-. No hay tercer calificativo para el guapo de Sánchez. Si se presenta de nuevo a las elecciones, ya sea en el corto plazo porque dimita o le hagan dimitir, o sea en el 2027 porque aguante hasta el final de la legislatura, los españoles que voten por él deben reconocer por quién están apostando para que lidere su futuro. O por un corrupto o por un idiota. Sólo caben estas dos definiciones para retratar a Sánchez. ¿Y para usted cuál es la mejor manera de calificar al presidente de España? Ese país que amamos tanto, casi al nivel de lo que que nos duele.

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