MIAMI.- LAURA RIVERA
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Después de grandes esfuerzos, las heridas internas de los dos bloques mayoritarios siguen abiertas
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La semana pasada fue muy agitada y se movieron algunas piezas claves en el escenario de la contienda electoral de Estados Unidos. Pero más allá de los avances y retrocesos, se observan los esfuerzos, tal vez desesperados, que están haciendo los partidos mayoritarios del país para unir sus filas y reforzar así la imagen de sus posibles candidatos, algo que a veces parece inalcanzable en ambos casos.
En líneas generales, los hechos de esta semana favorecieron principalmente a Hillary Clinton. Por un lado, consiguió superar el número de delegados necesario para asegurarse la nominación demócrata, lo que la convertirá en la primera mujer candidata a la presidencia por uno de los grandes partidos del país.
Por otro lado, logró el apoyo de Barack Obama, que se mantenía imparcial hasta el momento y quien podría ayudarle a levantar su popularidad –en niveles históricamente bajos para un presunto candidato, así como los de Trump, mientras que el Presidente roza actualmente el 50%-.
Además, también obtuvo el respaldo de Elizabeth Warren, la senadora considerada un referente del progresismo en el Congreso y con las mismas bases ideológicas de Bernie Sanders, lo que podría ayudar a la exprimera dama a ganar algunos de los adeptos de su rival demócrata. Warren, según rumores, podría convertirse en la vicepresidenta de Clinton, aunque negó su interés por el puesto.
Pero el triunfo de Hillary como posible candidata y los espaldarazos que recibió no han sido suficientes para que Sanders tirara la toalla o le concediera su apoyo a la exprimera dama. Tampoco sirvieron las presiones evidentes que ejercieron los congresistas demócratas, así como Obama y Joe Biden para convencer al senador por Vermont, quienes se reunieron con él al final de la semana.
Sanders afirmó que espera conversar pronto con Clinton, para ver cómo pueden trabajar juntos para derrotar a Trump en las elecciones de noviembre, pero aseguró que su campaña “no está terminada” y que "competirá" en las primarias de Washington DC el próximo martes, las últimas del proceso electoral demócrata.
"Voy hacer todo lo que esté en mi poder para asegurarme de que Donald Trump no se convierta en presidente de Estados Unidos", enfatizó Sanders ante los periodistas al término de su encuentro con Obama, sin permitir preguntas.
Terreno republicano
Al otro lado de la acera, los republicanos sufrieron otro revés en el intento de unirse cuando el multimillonario neoyorquino, nominado virtual, hizo comentarios personales sobre el juez de distrito, Gonzalo Curiel, quien lleva una causa en contra de la Universidad Trump, y que fueron ampliamente criticados y tildados de racistas y xenofóbicos.
El juez ordenó la publicación de más de mil páginas de escritos judiciales sobre la institución educativa del magnate debido al interés público que puede tener el caso. Esto molestó a Trump, quien acusó a Curiel de tomar esa decisión debido a sus orígenes mexicanos, lo que consideró un conflicto de intereses para el juez por su propuesta de construir un muro en la frontera con México para combatir la inmigración ilegal.
Sus acusaciones provocaron una oleada de críticas unánimes, no sólo del lado demócrata sino también de los líderes del Partido Republicano, entre ellos el presidente de la Cámara de Representantes, Paul Ryan, para quien las palabras del nominado virtual son “la definición de manual de comentarios racistas”.
Pese a todo, Trump aseguró que sus críticas al juez se han malinterpretado y dijo que tiene derecho a cuestionar su imparcialidad.
Para varios analistas, este tipo de comentarios del magnate no hacen más que distanciarlo de la cúpula republicana, acentuando la fractura interna del partido y dando ventaja a su posible rival en las presidenciales, Hillary Clinton. Los últimos siete sondeos nacionales, de diferentes encuestadoras, posicionan a la precandidata demócrata sobre empresario, con márgenes que oscilan entre los dos y ocho puntos de ventaja.
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