lunes 7  de  octubre 2024
PRESIDENTE MIAMI DADE COLLEGE

Salvemos el país

Prodiguemos el amor y la paz, como principios inalienables, pero hagámonos sentir como ciudadanos para salvar al país de una epidemia mortal

Diario las Américas | DR. EDUARDO J. PADRÓN
Por DR. EDUARDO J. PADRÓN

Me encuentro con la madre de uno de nuestros alumnos, comentamos la triste actualidad de la ya periódica eclosión de violencia, en este caso en nuestro propio estado, y me suelta la pregunta que todos nos hacemos: ¿por qué?

La interrogante hiere, como un hierro candente en el costado, en este mismo momento, a centenares de familiares y amigos que deberán confiar en el paso del tiempo para restañar en algo las heridas. Luego les tocará a otros, como viene ocurriendo, lamentablemente, con más frecuencia, en nuestra sociedad.

Como dice The New York Times, Estados Unidos es un mundo aparte en la cifra de muertos por armas de fuego. Qué categoría tan indigna para la potencia número uno del mundo, la que prodiga inventiva científica y tecnológica en busca de mayor salud, bienestar y longevidad en el ser humano. Tamaña contradicción e ironía.

La última estadística contabilizada es del año 2014 y suma 11,961 homicidios por armas de fuego. La tasa de estas muertes en nuestro país es de 31 por cada millón de personas, lo cual se traduce a 27 personas fallecidas a plomo limpio cada día.

En Alemania y Austria, sin embargo, son dos personas de cada millón, lo cual equivale en Estados Unidos al número de individuos que mueren por objetos que caen o por accidentes de aviación.

Mientras en Polonia e Inglaterra, suma una persona por cada millón anualmente o lo que es igual en el caso de Norteamérica a muertes ocurridas por accidentes en la agricultura o caídas de escaleras.

En Japón, los fallecimientos provocados por armas de fuego afecta solamente una persona por cada 10 millones, algo así como las muertes que ocasionan los relámpagos en Estados Unidos.

A las “tradicionales” matanzas provocadas por personas perturbadas con acceso a armas de guerra, se suman en estos tiempos de incertidumbre otros trastornados por lavados de cerebro ideológicos que odian con todas sus fuerzas los principios de la democracia que tanto nos ha costado construir y sustentar.

Encendamos velas, lloremos a los ausentes, prodiguemos el amor y la paz, como principios inalienables, pero hagámonos sentir como ciudadanos para salvar al país de una epidemia mortal.

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