¿Qué podemos decir después de escuchar la disculpa que ofreció el padre de Omar Mir Seddique Mateen, por la masacre en el centro nocturno Pulse en Orlando, FL? Por lo menos yo no sé qué podría decirle a este hombre que, además de la vergüenza por las acciones de su hijo, hoy también llora su muerte.
El video, publicado en la página de CNN en Español, muestra a Seddique Mateen, describiendo a un hijo preocupado por la familia y sus semejantes. En más de una ocasión, el hombre asegura que si hubiese sabido lo que su hijo pretendía hacer, lo hubiese entregado él mismo a las autoridades.
El FBI investigó en dos ocasiones al agresor. Primero, tras haber comentado con compañeros de trabajo, que tenía conexiones con Al Qaeda y Hezbollah. La segunda, cuando mostró simpatía por la muerte de un atacante suicida en Siria, que era de Miami. Pero lo que me parece más increíble es la razón por la que las autoridades en Estados Unidos dejaron de vigilarlo: cuando se enteraron de que el hombre se había casado, tenía un hijo y empleo en una agencia privada de seguridad.
Casarte y tener un hijo sin duda cambia la vida de una persona. Pero dudo mucho que un pensamiento radical como el que mostró Omar Mir Seddique Mateen. No tengo idea del cómo el FBI y otras agencias encargadas de la seguridad de Estados Unidos, pudieron dejar de prestar atención a un individuo con ese tipo de nexos y simpatías.
Como ciudadana estadounidense, me preocupa pensar a cuántos más lobos solitarios se les ha dejado de poner atención. El radicalismo no es algo que “se cura ni con el matrimonio ni teniendo un hijo”.
Escuchar la grabación de algunos de los disparos realizados durante la masacre, me provoca escalofríos. No puedo imaginar el miedo sentido por las cientos de personas que estaban en el lugar en el momento de la masacre. Tampoco puedo imaginar el temor que deben sentir muchos miembros de la comunidad LGTB tras lo que pasó.
El radicalismo no representa una prueba de que estamos más que seguros de la ideología, religión o preferencia que profesamos. En cualquier asunto, el radicalismo no es saludable ni para un individuo ni para una sociedad.
Tampoco puedo afirmar que profesar una religión es mejor que seguir la doctrina de otra. Creo que cada una tiene sus características particulares. Me confieso ignorante del Corán en su totalidad, salvo del hecho de que, al igual que el catolicismo, el judaísmo y el budismo, por mencionar algunas, profesa el amor y respeto por uno mismo y por nuestros semejantes.
En cuanto al acceso a las armas, considero que es necesario revisar los requisitos que debe cumplir un individuo antes de obtener el permiso para portarlas y me parece necesario estar más vigilantes ante el acceso que un ciudadano puede tener a armas de alto calibre. No basta con ser guardia de seguridad en una empresa privada. Con todo respeto, entre ellos también hay personas que carecen de la estabilidad emocional para obtener un permiso para portarlas.
Pero hablar del tema levanta ampollas en algunos círculos políticos, lesiona bolsillos e intereses. No entiendo por qué. Si uno se siente con la capacidad mental y la habilidad para manejarlas, por qué temer a regulaciones adicionales.
Mi último párrafo lo dedico a la comunidad LGBT quienes resultan ser víctimas del rechazo a la preferencia sexual “natural” de los seres humanos. Aunque no comparto sus preferencias, si comparto su amor por la vida, por la libertad de ser y vivir como a uno le plazca. Pero más importante aún, respeto la decisión que tomaron al amar al ser que aman, aún y cuando sea de su mismo sexo.
Mi más sentido pésame a las familias de cada una de las víctimas de la masacre y a cada uno de los que son rechazados por “ser diferentes”.