MIAMI.- El poemario De orillas, robles y madreselvas, de la escritora cubana Mireya Goñi Camejo, fue publicado este año en la colección de poesía de la Editorial Betania (Madrid), dirigida por Felipe Lázaro.
El poemario, publicado por la Editorial Betania, de Madrid, se presentará en Miami en el mes de junio
MIAMI.- El poemario De orillas, robles y madreselvas, de la escritora cubana Mireya Goñi Camejo, fue publicado este año en la colección de poesía de la Editorial Betania (Madrid), dirigida por Felipe Lázaro.
Buenos amigos acompañan a la autora desde las primeras lecturas del poemario, y también desde la añoranza: Jorge Brioso, Modesto Milanés, Mabel Suárez, Gleyvis Coro Montanet, Nuvia Estévez, Ernesto Sierra, Nivaldo Palacios y José Ruiz Elcoro. El poemario de 80 páginas es también una galería para apreciar el trabajo de la fotógrafa y filóloga Sandra Rossi Brito, con piezas que bien valen un poema en la mirada, como esos pies frente a un extraño abismo donde habita el eco, el agua estancada, acaso la muerte.
De orillas, robles y madreselvas es un canto a la familia, a los seres queridos y, sobre todo, a los afectos. Ya lo advierte la autora al inicio, en los agradecimientos —“Pérdidas irreparables, desavenencias, inseguridades, emociones imparables han ido formando estas páginas”— y uno de sus poemas, “Biografía”, da fe de ello con una confesión desgarradora. ¿Y qué es la poesía sino confesión, verdad suprema?
“Esa noche roja me sorprendió / pensando en hijos”, leemos en el poema titulado “Simplemente”. Pero no hay palabra simple ni azar en esta pieza musical y de intuiciones donde el deseo escribe y Mireya obedece. Aquí lo cotidiano y lo trascendental son el mismo trozo de pan esperando en la mesa familiar, “en la casa de la calle veintidós”, allá en La Habana, allá en el pasado. Esa mesa sin comensales, ese parque, sus laureles, esa playa sin perro, aquel balcón sin sonrisas, los espacios, los seres queridos, los objetos, incluso el arroz que otrora era señal de abundante vida, están de luto en la poesía de Mireya.
Muchos se han ido, y Mireya los recuerda desde lo visceral, con los retazos de unas memorias que regresan para dar paz y dolor a partes iguales. Su abuela, la voz de su abuela en los espacios de un pasado demasiado palpable, regresa desde “una tarde de lozas y cristales”, y la vemos allí, “en el umbral de aquella puerta”. Pero no tanto, o quizás todo lo real que pueda ser el pasado en un poema. Tampoco ella está: “El arroz se me está poniendo negro / y no sabes las angustias que padezco”.
La poeta sabe llevar las vestiduras de sus personajes, de sus voces poéticas, de sus propios desdoblamientos espirituales: a veces es “manantial con vestido de tules”; otras, “verano casual, con colores y manto”; y algunas veces, cuando el pecho no aguanta más, es aquella “mujer que desde un banco destrozó su abanico”. Pero es en el pathos, en el duelo, en la escritura de la ausencia y de la partida donde el tono se hace más salvaje, como quien hunde su grito entre los algodones del pasado.
En la sección titulada Poética del destierro, la autora dedica sus versos a esos despojos, voluntarios e involuntarios, del exilio de tantos cubanos, y también a las heridas de la censura y la falta de libertad en la isla. Resulta conmovedor el poema “Lajas rotas”, dedicado al artista opositor Luis Manuel Otero Alcántara, encarcelado en Cuba, y a otros “mártires del entierro / y del destierro”. “Exilios, garrotes, torturas, lamentos”, leemos en el poema “Abismo”, que tanto se hermana con la foto de Rossi titulada “El salto”. Aquí también está su ruego a Yemayá, reina de los mares, en un poema homónimo: “protégelos, anda, con tu pecho lleno”.
La generosidad late en la poesía de Mireya Goñi Camejo. La autora entrega imágenes poderosas, regala recuerdos, tesoros muy suyos, y si una amiga le pide un soneto, allá va a internarse en las horas más silenciosas para que nazca ese poema.
Esa entrega dadivosa y esa dulzura se perciben de inicio a fin del poemario, y se trenzan en los puntos más tristes, los de las ausencias, pues este es un libro repleto de ausencias. Las más dolorosas son las familiares. Abuela, padre, madre, perro, partidas que hieren, constantes, incisivas. En este canto familiar encontramos tiernos poemas a sus hijos, a familiares, presentes y en la memoria.
De orillas, robles y madreselvas reafirma a Goñi Camejo en una voz poética que vimos en su anterior poemario Magras estaciones: Poemas del amor y de la vida, profundizando en la nostalgia y el recuento de lo vivido como resortes de una escritura que la salva de la realidad.
Mireya Goñi Camejo (La Habana, 1966). Licenciada en Letras, en la Universidad de La Habana. Ha sido bibliotecaria, promotora cultural y organizadora de eventos literarios en Cuba, así como profesora invitada en el Colegio Universitario San Gerónimo de La Habana, donde impartió cursos de Historia de la Literatura Hispanoamericana.
Durante catorce años trabajó como profesora de Lengua española y Literatura y Coordinadora del Departamento de Lenguas modernas en la International School of Havana, y posteriormente en la DC International School, de Washington DC en Estados Unidos.
Su formación posgraduada incluye cursos y certificaciones internacionales en instituciones como la Universidad Antonio de Nebrija, en Madrid, el Centro de Examinación Internacional de Cambridge University, UK, y el Consejo Europeo de Escuelas Internacionales, donde se desempeñó como Examinadora Internacional.
Reside en los Estados Unidos desde 2014 y trabaja para diferentes compañías financieras en el ámbito de los seguros y es entrenadora de agentes.
En 2022 publicó el poemario Magras estaciones: Poemas del amor y de la vida.
Sus poemas se han publicado en revistas literarias como La libélula vaga y Linden Lane Magazine. Actualmente prepara un libro de cuentos.