MIAMI.- En un lupanar enclavado en un apartado lugar rodeado de cerros, varias de las pupilas de Esperanza, se proponen cumplirle un deseo a la anciana mujer, que por demás está ciega: viajar a Venecia para encontrarse con Don Giacono, un amante del que ella se enamoró y desea el reencuentro antes de morir para pedirle perdón por algo muy grave que le hizo medio siglo atrás.
Las mujeres no saben ni dónde se encuentra Venecia y tampoco tienen recursos para sufragar los gastos, por lo que idean un imaginario para hacerle creer a Esperanza que realmente está viajando a la ciudad de las góndolas y que se encuentra con el viejo amante.
Si algo caracteriza a El viaje de la Esperanza, dramaturgia y dirección de Juan Roca, tomando como referencia el texto Venecia sin mí, del argentino Jorge Accame, es la poesía y el amor que encierra cada escena, sin renunciar al humor.
El conjunto escénico representa un burdel, y el ambiente de tensión de las mujeres por hacerse de los clientes, en particular de Cheo, que es muy fogoso y necesita desahogarse con frecuencia. Este papel lo desempeña Rei Prado, un actor muy versátil, capaz de hacer este Cheo medio retrasado y lujurioso, y en otro momento impactar al público como el temido Calígula. Eso es la actuación, y desde luego la dirección.
Las muchachitas de Esperanza se valen de viejos libros y mapas, para familiarizarse con Venecia y “llevar” a la mujer que las recogió, apoyó y de alguna manera las ha protegido a lo largo de los años. Así, con humor, imaginación y cariño, la hacen subirse a un avión, a una góndola, le hablan en italiano y la reencuentran finalmente con Don Giacono.
Juan Roca sitúa la obra enel oriente de Cuba, donde las expresiones, el lenguaje corporal, la gestualidad y el tono de voz, en particular de Dairín Valdés y Dianet Conde, le imprimen la cubanización de la obra. No creo que sea un acierto, pues contrasta mucho con la actriz Verónica Abruza, que además de llevar el peso de la obra como Valentina, su proyección no refleja la de sus compañeras en escena.Desde luego, las tres actrices están muy bien, dominan sus personajes y transmiten credibilidad.
El personaje de Esperanza lo hace Jorge Ovies y merece un aparte. Su interpretación es una escuela. Y eso resume lo que es este incansable trabajador de la escena, que se crece en cualquier papel que asume. Ovies tiene esa capacidad de convencer, de conmover, de siempre dejar una huella en la escena.
Su Esperanza es humana, tierna y maternal, y va despertando en la audiencia un cariño amoroso, que hace olvidar al espectador, que esa mujer regenta un prostíbulo, que en otro momento también fue prostituta y que entre sus excesos estuvoel de haberle robado joyas y dinero a Don Giacono.
El actor Osiel Veliz, vestido de blanco y con apenas dos momentos en escena, ayuda a embellecer la obra, a visualizar al italiano. Otro momento grato es la nevada que el director hace caer sobre el escenario y también sobre parte del público. Visualmente agradables son las coreografías,un trabajo concebido por Dairín Valdés, que hace más plásticamente atractivo el programa de la noche.
El viaje de la Esperanza está lleno de momentos encantadores y es uno de esos espectáculos que se disfrutan y satisfacen al público.
Presentaciones los viernes y sábados a las 8:30 pm, en Havanafama Teatro Íntimo, 4227 SW 75 Avenue, en Miami. Reservaciones al (786) 262-4014.