RÍO DE JANEIRO.- La selección brasileña de fútbol está a un paso del primer oro olímpico de su historia al clasificarse este miércoles a la final de los Juegos de Río de Janeiro, destrozando a Honduras por 6-0.
RÍO DE JANEIRO.- La selección brasileña de fútbol está a un paso del primer oro olímpico de su historia al clasificarse este miércoles a la final de los Juegos de Río de Janeiro, destrozando a Honduras por 6-0.
Neymar adelantó a los locales a los 15 segundos, Gabriel Jesús anotó en los minutos 25 y 34, Marquinhos a los 51, Luan a los 79 y otra vez Neymar, de penal, a los 92.
El equipo local disputará el sábado en el Maracaná el partido decisivo ante Alemania que venció 2-0 a Nigeria en la segunda semifinal del certamen. Hondurás jugará por el bronce el mismo día en Sao Paulo contra los africanos.
Todo fue fácil para Brasil, demasiado fácil. Desde el primer segundo, porque el comienzo fue como mínimo insólito. A los 15 segundos, Neymar fue a presionar el relajado toque de la última línea hondureña, se enredó Palacios, el capitán brasileño le quitó la pelota, punteó sobre la salida apresurada de López, hubo doble rebote en el arquero y el delantero, y la pelota, casi llorando, se fue hacia la red para establecer el 1-0.
La ventaja tan temprana tuvo un efecto inmediato, en la crecida confianza de los locales y en el desconcierto absoluto del conjunto centroamericano. A los 8, Luan encontró un pasillo por el centro de la defensa hondureña, pero López le ganó el mano a mano desviando con su pie derecho.
Hacían circular la pelota con criterio los dirigidos por Rogério Micale aprovechando la movilidad de sus cuatro hombres de punta, la gambeta de Neymar se hacía indescifrable para cualquier defensor hondureño y el público, que no llegó a llenar el Maracaná, disfrutaba en las tribunas.
El equipo de Jorge Luis Pinto era pura impotencia. Si ya de por sí podía presumirse que la instancia le quedaba muy grande a los inexpertos jugadores "catrachos", el error inicial les resultó insuperable, y solo pudieron recurrir a las faltas constantes para frenar el ímpetu de sus rivales.
A los 25 ocurrió lo inevitable. Jugada vertiginosa de Brasil, recuperación y tres toques. El último, muy preciso de Gabriel Jesús por debajo del cuerpo de López, concretó el 2-0 y prácticamente liquidó el pleito, aunque quedara más de una hora de juego.
Lo que siguió fue simplemente una fiesta "verdeamarela". En el 34, Neymar, totalmente reinstalado en la idolatría de la "torcida", metió un inmejorable pase en profundidad a Gabriel Jesús, que volvió a ganarle la espalda a Pereira y definió sin problemas: 3-0.
Lo de Honduras era desastroso en el aspecto colectivo y pésimo en el individual. Sus jugadores perdían todos los duelos uno contra uno frente a sus rivales, eran incapaces de encadenar tres pases seguidos, no achicaban a los volantes locales en el medio y dejaban gigantescos espacios atrás. Es decir, una invitación a que los golearan.
El intensísimo calor del mediodía carioca llegó entonces en auxilio de los centroamericanos. Y con todo resuelto, Brasil se dedicó a regular fuerzas pensando en la final.
El complemento no varió la escenografía. Brasil se entrenaba bajo el sol carioca mientras los hondureños no hacían nada por dignificar su presencia en una semifinal olímpica. Cuando a los 51 Marquinhos se dio el lujo de llevarse por delante en el área chica un centro de Neymar, fallar el disparo, girarse para recuperar la pelota y marcar el 4-0 quedó clara la actitud competitiva de cada equipo.
Por entonces, el público ya estaba de fiesta. Se dedicaba a pedir respeto, diciendo con claridad: "Yo no soy argentino, yo soy brasileño". O imaginar, y desear, una final contra Alemania ("Te vamos a esperar que puedas llegar", decía la rima), con ansias de revancha por el célebre 7-1 del Mundial 2014, aunque en los Juegos los equipos sean sub 23.
Cierto es que los locales alcanzan el partido decisivo en un estado óptimo. Después de un arranque lleno de críticas y dudas, Micale encontró una alineación titular, y lo que resulta aun mejor, una forma de jugar.
Neymar recuperó el estado de gracia, omnipresente y decisivo en casi todas las maniobras de ataque. Renato Augusto ejerce de motor de la mitad de la cancha. Y los cambios de posiciones de los cuatro de arriba favorecen al jugador del Barcelona y a Luan, hombres rápidos y habilidosos que de esa forma se hacen muy difíciles de controlar para los rivales.
Pero además, el equipo se emplea a fondo en defensa. Nadie escatima esfuerzos en la presión y en el trabajo de recuperación. Los números lo avalan: los locales se presentarán en la final del sábado sin haber recibido goles en contra en los cinco partidos disputados.
Más favorito que nunca, dentro de 72 horas el Brasil futbolístico tendrá, ante Alemania y otra vez en el Maracaná, la gran oportunidad de ganar el único título que le falta en sus vitrinas. Solo los fantasmas de antaño parecen en condiciones de amargarles la gran fiesta. Pero los fantasmas no existen. ¿O sí?
FUENTE: dpa