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MIAMI.- Este año la celebración de la Fiesta de la Virgen de la Caridad, Patrona de Cuba, para los fieles residentes en el sur de la Florida, tiene un matiz muy especial, tanto para los cubanos exiliados como los miles de seguidores de esa advocación de la Virgen María, de disímiles nacionalidades. No podría esperarse nada inferior. El epicentro de la conmemoración religiosa en este 2019 coincide con los 40 años de ordenación episcopal de monseñor Agustín Román, el primer obispo cubano en los Estados Unidos.
“Cachita”, como la llaman con cariño sus devotos, representa la imagen de la “Virgen María Santísima” con un “Niño Jesús” en sus brazos y una cruz. Según cuenta la leyenda, la imagen fue encontrada en 1612 flotando sobre las aguas de la Bahía de Nipe, en el litoral norte de la actual provincia de Holguín, en Cuba. Tres hombres que viajaban en una pequeña embarcación en busca de sal, la “vieron” sobre una tabla en la que sobresalía el mensaje: “Yo soy la Virgen de la Caridad”. Ahí comenzó la tradición.
Para los exiliados, monseñor Agustín Román es de esos religiosos carismáticos y entrañables que la comunidad miamense recuerda con una amplia simpatía gracias a los inmensos aportes que le hizo principalmente a la nación cubana establecida fuera de la isla, lejos del alcance de un régimen que intentó borrar la fe del pueblo.
Como ya es costumbre, todos los 8 de septiembre, los residentes de la Capital del Sol se congregan en el Watsco Center de la Universidad de Miami, para rendir tributo a la que también se reconoce como la “Virgen de los cubanos”, en el marco de una fiesta litúrgica que incluye una procesión en la que paso a paso, con la figura de María al frente del desfile, los feligreses demuestran una fe que se mantiene en ascenso.
¿Quién es “Cachita”?
En un relato que se conserva en el Archivo de Indias de Sevilla, España, que se hizo bajo juramento eclesiástico “setenta y cinco años después del suceso”, el esclavo negro Juan Moreno dio su versión de cómo ocurrieron los hechos.
Según la leyenda, la efigie de la Virgen fue avistada en el extremo este de Cuba por tres esclavos, uno negro y dos indios, quienes la encontraron mientras flotaba en las aguas del mar Caribe.
Los jóvenes, que habían ido en busca de sal, divisaron la imagen de la “Virgen” con el “Niño Jesús” en brazos cuando se acercaba flotando en una tabla, donde podía leerse la frase “Yo soy la Virgen de la Caridad”.
Días más tarde, la figura fue trasladada a un hospital contiguo a una iglesia construida cerca de una mina de cobre, a unos 20 kilómetros de Santiago de Cuba. Hacia mediados del siglo XVII la imagen pasó a ser eje de veneración y culto en la zona.
El primer santuario en esa localidad cubana se construyó de manera improvisada, empleando hojas de guano y tablas. Luego de múltiples “sucesos misteriosos” ocurridos en torno a la imagen, ésta fue llevada al que sería su santuario definitivo, que todavía hoy puede apreciarse en la cima de una loma cercana a las minas de cobre de la región.
Desde entonces, los cubanos descendientes de españoles (criollos) comenzaron a identificarse con esta creencia y la Virgen de la Caridad se convirtió en escudo espiritual de los mambises y “en referente de la nación que querían construir”, opina Emilio Cueto, en su libro “La Virgen de la Caridad del Cobre en el alma del pueblo cubano”.
En 1915 los veteranos de la Guerra de Independencia cubana escribieron al papa Benedicto XV para pedirle que proclamara a la Virgen de la Caridad del Cobre como Patrona de Cuba, como en efecto ocurrió el 10 de mayo de 1916.
En un homenaje y reconocimiento al pueblo de Cuba, el papa Juan Pablo II “coronó y bendijo” la imagen de la Patrona de Cuba durante la tercera misa que ofició en el país, en la Plaza Antonio Maceo de la ciudad de Santiago de Cuba, el 24 de enero de 1998.
Más tarde, el papa Francisco, con motivo de la conmemoración del centenario de la consagración de Cuba a la Virgen de la Caridad del Cobre decretó el “Año Santo Excepcional de la Misericordia” y regaló a la representación de María un “ramo de flores de plata”, durante su visita a la isla en septiembre de 2017.
“Fueron los veteranos de Guerra de la Independencia, movidos por sentimientos de fe y patriotismo, quienes pidieron que la ‘Virgen mambisa’ fuera la patrona de Cuba, como nación libre y soberana”, dijo el rector de la Santa Sede católica en su discurso frente a los cubanos.
Monseñor Román
Monseñor Agustín Román, quien falleció en 2012 y es conocido como el “Padre espiritual del exilio cubano” estuvo tan ligado a la Virgen de la Caridad del Cobre que fue el promotor de la construcción del Santuario Nacional de la Ermita de la Caridad, obra que se inició en 1967 y terminó en 1973, junto a la Bahía de Biscayne, en Miami.
La vida pastoral de este cubano que nació en San Antonio de los Baños, provincia de La Habana, el 5 de mayo de 1928 se desarrolló a la par de la historia de los isleños que siguen sufriendo los embates de un sistema marxista-leninista, que ha llevado a esa nación insular a un estado de profunda pobreza.
Seis meses después de que Fidel Castro se apoderara del poder en Cuba, Román se ordenó sacerdote el 5 de julio de 1959 en la parroquia de San José de Colón, en Matanzas. El 17 de septiembre de 1961, fue arrestado y embarcado rumbo a España, junto con el obispo Eduardo Boza Masvidal y otros 130 religiosos. “Ni siquiera le permitieron recoger su ropa ni despedirse de sus padres”, dijeron testigos del hecho.
Después de ser voluntario en Chile, Román llegó a Miami en 1966. Un año después fue nombrado párroco asistente de la Catedral de St. Mary, ubicada en noroeste de Miami. Luego el arzobispo Coleman Carroll le encomendó la construcción de la Ermita de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre.
En 1979, Román se convirtió en el primer cubano nombrado obispo en Estados Unidos, por designación del papa Juan Pablo II.
Su autenticidad, pasión por los desvalidos y amor por la comunidad que le abrió sus puertas lo convirtió en la voz más respetada entre los cubanos del exilio.
Los reconocimientos recibidos y las causas que emprendió con éxito son innumerables. Murió como vivió, evangelizando, y siempre soñando con la libertad de Cuba, ese pueblo que venera a la Virgen de la Caridad, y que hoy recuerda a monseñor Agustín Román por su vasto aporte a la salud espiritual de los cubanos y de personas de todas las nacionalidades.