domingo 10  de  noviembre 2024
FERIA DEL LIBRO

Las penurias del cubano superan a su interés por los libros

La concurrencia está por debajo de lo esperado por la perpetua crisis económica estacionaria y el alto costo de los libros (teniendo en cuenta los bajos salarios)

LA HABANA.-IVÁN GARCÍA
Especial

Yosbel Veitía, estudiante de bachillerato, desconoce que la XXV Feria del Libro está dedicada a Uruguay o que autores cubanos como la poetisa Lina de Feria y el etnólogo e investigador Rogelio Martínez Furé, Premio Nacional de Literatura, serán agasajados en el recinto ferial de San Carlos de la Cabaña, al otro lado de la bahía habanera.

El joven, junto a un grupo de amigos, recorre las otrora celdas de la fortaleza militar en busca de afiches de Messi o Neymar. En un tenderete improvisado en una calle interior empedrada, observan las camisetas piratas del Barcelona o Real Madrid que se venden a ocho pesos convertibles, siete dólares al cambio oficial.

En el stand de Uruguay le pasan de largo a la colección de libros de Mario Benedetti y Eduardo Galeano y a un señor con pinta de funcionario cultural le preguntan si ahí “no venden camisetas del futbolista Luis Suárez”. Ante la negativa, en voz baja Yosbel comenta: “Cómo es posible, si Suárez debe ser el héroe nacional de Uruguay”.

Pero la muestra uruguaya, que tampoco oferta asados, solo trajo libros, actividades culturales y ponencias literarias. Precisamente el pabellón charrúa está casi desierto, a pesar de la amplia colección de autores y casas editoriales de calibre.

La mayoría de la gente anda en otros trotes. Justo al frente del stand de Uruguay, una pantalla gigante, a elevados decibeles -si no hay bulla no estamos en Cuba- anima la plaza con música salsa y el fastidioso reguetón. En un ramillete de kioscos venden perros calientes, pizzas y helados.

La Feria Internacional del Libro se inauguró el jueves 11 de febrero y se extenderá hasta este domingo 21 en La Habana. Después de esa fecha, el evento recorrerá todo el país y concluirá en el mes de abril en Santiago de Cuba.

Poca concurrencia

Según Olga Lidia, promotora cultural, la concurrencia está por debajo de lo esperado. “En años anteriores, el número de visitantes era mayor. La verdad es que excepto los entendidos y amantes de la literatura, a las personas les interesa más comprar revistas de moda y tomar cerveza”.

La perpetua crisis económica estacionaria, el alto costo de los libros (teniendo en cuenta los bajos salarios) y un nuevo itinerario de salida para los ómnibus que trasladan al público hacia La Cabaña, pudieran ser algunas de las causas de una menor asistencia en 2016.

“Antes las guaguas salían de la acera frente al Capitolio. Pero como ahora lo están restaurando, han cerrado el Paseo del Prado y hay que caminar hasta la terminal de trenes para coger los ómnibus”, se queja Marta, madre de dos niños.

Las editoriales cubanas siguen machacando a los lectores con los mismos libros de siempre. “Toda la mierda que no pueden vender durante el año viene a parar aquí. Los ladrillos filosóficos, la recopilación de los discursos de Fidel y otros libros intrascendentes que hace rato debieran haberlos convertirlos en pulpa”, dice con enfado Eugenio, jubilado.

Las quejas de los asistentes

Los lectores inveterados buscan las obras de Leonardo Padura o Pedro Juan Gutiérrez como el agua en el desierto. “Cuando sacan libros que valen la pena, como los Padura o Gutiérrez, sólo venden un buchito (pocos ejemplares). Pero los mamotretos sobre el socialismo del siglo XXI o libros de Fidel están a pululu (por cantidades)”, comenta Yesenia, quien hace malabares con un bolso cargado de revistas de moda y afiches mientras come pan con lechón.

Para los más pequeños, la Feria es una fiesta. En las afueras del recinto y en el antiguo Foso de los Laureles, donde antaño los castristas ejecutaban a sus enemigos, hay varios artefactos inflables y mostradores que venden algodón de azúcar y confituras. Coloridos libros infantiles con diseños atractivos cuestan entre dos y diez pesos convertibles. El salario de dos jornadas o una quincena de trabajo de un obrero.

Los abultados precios

Para un grupo de chicas adolescentes, lo novedoso de esta Feria han sido los diarios, una especie de agendas de tapa dura que además de hojas en blanco, traen horóscopos y otras trivialidades. Se venden a quince pesos convertibles, alrededor de veinte dólares.

Jorge, un mexicano en estado puro, le pide una mejor gestión de venta a las dependientas cubanas. “Promuevan, promuevan, quiero más marketing”, les pide. “Señor, es que esos diarios están muy caros. Las muchachitas los quieren comprar, pero no pueden pagar esa cantidad. Si se vendieran en cincuenta pesos cubanos yo le aseguro que volarían”, riposta una dependiente.

Un español que bebe cerveza Cristal en una carpa roja y blanca con el logo de la Bavaria, expresa: “Vengo a comprar libros y pasear por este entorno maravilloso. Cuba lo tiene todo, belleza natural, gente, clima. Yo no encuentro caros los libros, en cualquier lugar del mundo cuestan más o menos igual”.

El despistado turista desconoce las interioridades de la doble moneda y que el salario promedio, que en Cuba es 23 dólares al mes, se le va a un cubano en comprar un diccionario y dos revistas deportivas.

Para prevenir el robo de libros, una práctica habitual en Cuba (hasta el brillante cronista deportivo Michel Contreras confesó que en sus años de estudiante universitario se llegaba a la Feria a robar poemarios), los organizadores han habilitado taquillas para que las personas dejen sus bolsos.

Un niño lee acostado en un viejo cañón de la Fortaleza de San Carlos de La Cabaña, al este de La Habana. (ARCHIVO)

“He estado en la Feria en otras ediciones y los cubanos roban bastante libros. Puede que sean muy caros para ellos, pero robar un libro es similar a robar un automóvil. Aunque de menor cuantía, es un delito”, apunta un agente literario panameño.

Muchos habaneros asisten a la Cabaña como si fueran a un picnic. En estos días cuando la lluvia y el viento se alejaron de La Habana y permitieron que regresara un sol tibio y una fresca brisa marina, nada mejor que sentarse bajo un toldo a beber cerveza dispensada. El vaso cuesta veinte y cinco pesos. Y para picar, pollo asado, masas fritas de cerdo y hasta bistec de res. Los precios oscilan entre cincuenta y sesenta y cinco pesos. De dos a tres dólares.

Cuando la noche comienza a caer, cientos de habaneros viajan de regreso al centro de la ciudad en los ómnibus que esperan en el exterior del recinto. Van con bolsos y jabas repletas de libros infantiles, manuales de cocina, revistas de moda, afiches de deportistas, actrices o cantantes. Para casi todos, Eduardo Galeano, Mario Benedetti, Roberto Bolaño o Augusto Monterroso seguirán siendo un misterio.

A Yosbel no le importa. Pudo comprar una camiseta azulgrana con la foto de Neymar estampada al frente. Y con una joven canadiense quedó en verse el próximo sábado en una discoteca del Vedado. Más no se puede pedir.

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