MIAMI.- TULIO CASAL PATIÑO
[email protected]
@tulio_r
“Yo me temo que Venezuela siga siendo en algún sentido, un país con mentalidad de riqueza fácil y de aprovechamiento fácil de los recursos, y eso para mí es una de las cosas que todavía tenemos que cambiar”
MIAMI.- TULIO CASAL PATIÑO
[email protected]
@tulio_r
Pausado en su caminar, con una sonrisa de gente amable, inmediatamente accesible, pero con un lenguaje corporal que se acerca a la timidez. Así entró Laureano Márquez a la redacción de DIARIO LAS AMÉRICAS para presentarse ante quienes esperábamos su llegada.
El humorista venezolano pasó por Miami con uno de sus shows, pero más allá del espectáculo, Laureano, se encuentra en una especie de cruzada nacional e internacional. Aquí, en este espacio, sacó su arco y dejó clavada una flecha con un mensaje. El que tenga ojos, que lea.
- A través de tu humor se puede concluir que has desarrollado una capacidad para conocer a los venezolanos. ¿Cómo está el venezolano actualmente, cómo está su autoestima?
- Creo que el venezolano está angustiado y deprimido. Angustiado por su futuro, porque la intuición le dice que las expectativas son que las cosas van a empeorar. Angustiado por lo que le cuesta sobrevivir al presente para obtener alimentos, seguridad, salud, la normalidad de la vida.
Cuando uno entra aquí a un supermercado y te dan ganas de llorar, algo anda mal. Cuando un rollo de papel “tualé” te conmueve es que hay algo que anda mal y nosotros como sociedad estamos desajustados.
- ¿El humor es un arma poderosa, pero más allá de la reflexión no crees que nos hace evadir los problemas?
- Yo creo que el humor es las dos cosas: evasivo y reflexivo, dependiendo de cómo se use. El humor puede servir como válvula de escape a través del chiste de desahogo, en el que su única misión es el chiste en sí mismo. En la Unión Soviética cuentan que la KGB tenía un departamento que se encargaba de hacer chistes contra el Gobierno para permitirles a los soviéticos evadirse de su situación. Pero yo creo que el humor es algo que va más allá del chiste, en algunos casos ni siquiera hace uso del chiste; en algunos casos el humor lo que lleva es una profunda carga de angustia y de tristeza. Si tú ves el humor gráfico de nuestros humoristas en estos momentos, lejos de incitarte a la evasión te incita a la indignación.
Es decir, cuando el humor logra convertirse en agente de cambio en la sociedad es porque canaliza la indignación de una sociedad no para evadirla sino para no olvidarla. Así creo yo que debe ser el papel del humorismo cuando se compromete en forma con el destino de un país, de una sociedad.
- ¿Y el humor del venezolano es reflexivo o tiende al chiste evasivo?
- Yo creo que en Venezuela hay cabida para distintos tipos de humor, hay de los dos, pero actualmente veo mucho más el reflexivo. Los grandes humoristas venezolanos están utilizando el humor para plasmar su angustia por el momento que vive Venezuela. Veo lo que hace Emilio (Lovera), lo que hacen los caricaturistas, los humoristas gráficos y son cosas que resuman descontento, crítica o autocrítica y cuando se hace autocrítica no se hace para evadirse de uno mismo, sino que se hace para tomar conciencia de que tenemos una falla y debemos corregirla.
- En tus artículos vemos cada vez más un tono de tristeza e incluso de seriedad. ¿Es cada vez más difícil hacer humor con lo que pasa en Venezuela?
- Sí, sí lo creo, es cada vez más difícil. Las cosas que pasan a veces son tan graves que cuando me siento a escribir lo que me sale es serio, y muchas veces yo me hago el propósito: ‘oye esta semana tengo que escribir algo con humor’, pero entonces me invade una sensación de culpa. Por ejemplo, con el caso de Tumeremo, ¿cómo puedo en una semana en la que han desaparecido 28 mineros hacer algo gracioso? Sin embargo, esa es la misión del humorista. Ese es un rollo que yo tengo porque soy un enrollado, pero en general la misión del humorista es acompañar a la gente con risa. Yo casi siempre trato de no olvidar que soy humorista, pero realmente escribo lo que me nace escribir y como le escuché decir a un político gallego: “si sale con Barbas San Antón; si no, la Purísima Concepción”. Es decir, si me sale gracioso, pues me sale gracioso y si me sale serio, pues así se queda, no tengo nada que hacer.
- Hace un año dijiste una frase demoledora: “Venezuela se acerca a un suicidio colectivo”. ¿Seguimos en ese camino?
- Dimos un paso atrás y estamos empezando a caminar en otro sentido. El 6 de diciembre [día de las elecciones parlamentarias] fue un frenazo de la colectividad que veía el abismo venir. El país frenó, lo que pasa es que el Gobierno sigue acelerando hacia ese abismo. Es como un autobús, el chofer sigue acelerando hacia el abismo, ya los pasajeros le dijimos: ‘ey, no sigas por ahí’, pero, claro, el chofer lleva el volante del autobús -y creo que el ejemplo además cae como anillo al dedo (risas)-. ¿Qué hacemos entonces? Tenemos que ver cómo cambiamos al chofer, porque no entiende que va acelerando rumbo al abismo. La cosa es grave porque ya la carretera se terminó y estamos dando saltos en eso que llaman ‘pavimento irregular’; capaz y nos estrellamos antes de llegar al abismo. Definitivamente, hay que cambiar al conductor y en eso es lo que está la sociedad venezolana.
- ¿Eso significa que hubo un proceso de maduración política en el venezolano, que hubo un cambio en la conciencia colectiva?
- No lo sé, a veces me temo que no hemos madurado lo suficiente para la experiencia tan traumática que hemos vivido. Yo me temo que Venezuela siga siendo en algún sentido, un país con mentalidad de riqueza fácil y de aprovechamiento fácil de los recursos, y eso para mí es una de las cosas que todavía tenemos que cambiar; yo me temo que aún no hemos madurado lo suficiente, ojalá que sí. Lo que siento es que la gente en Venezuela está clara de que este no es el camino y eso lo revelan todas las encuestas.
- Has descrito a los venezolanos que trabajan por un mejor país como colibríes que intentan apagar un gran incendio con el agua que apenas cabe en su pico. ¿Te preocupa que muchos se hayan ido del país?
- Son muchos colibríes que se han ido del país, pero también desde afuera se puede acarrear agua para apagar el incendio. Yo creo que hay muchos de esos colibríes que están fuera, que están haciendo lo que pueden. El comunicador que mantiene a Venezuela como un tema en su trabajo, el empresario que desde afuera hace su aporte y está esperando el momento para volver a invertir en su patria, son muchos.
Creo, además, que todavía hay muchísimos adentro acarreando agua para apagar el fuego. Y mira, como dicen los americanos ‘At the end of the day’, los países se salvan por esas almas nobles que siguen soñando con un país de justicia y de bondad.
- ¿Venezuela se va a salvar, entonces?
- En mi monólogo ‘Sit Down’ yo siempre digo que los venezolanos tenemos dos pulsiones que nos han gobernado a lo largo de nuestra historia y que se refleja al comienzo de nuestra historia republicana en ese enfrentamiento entre José María Vargas y Pedro Carujo, cuando Carujo le dice a Vargas: el mundo es de los valientes y Vargas le responde: No, el mundo es del hombre justo. Esa discusión es en parte la que se viene repitiendo a lo largo de nuestra historia, es decir, en Venezuela se han reproducido muchos Vargas y Carujo y tenemos constantemente dos Venezuelas: una de orden, de leyes, de principios, de honestidad, que para mí es mayoritaria; y otra del abuso, del oportunismo, de la demagogia y de la viveza. Esas dos Venezuelas se están enfrentando en este momento en nuestra sociedad, pero se enfrentan también, y es lo más increíble, dentro del corazón de cada uno de los venezolanos; y estamos en un momento clave donde esa batalla se está dando y la única manera de derrotarla es desde adentro. Es decir, el cambio que Venezuela necesita comienza cuando el venezolano de justicia y de bien diga: ‘no, yo no puedo seguir siendo así, porque así no puedo ayudar a construir un país’.
- Uno de los grandes retos del país es la reconciliación. ¿Cómo ves el papel del humor en ese sentido?
- El humor es un instrumento ideal para reconciliarnos, porque el humor es un instrumento de crítica amable, no agresiva. El instrumento del humor es el ingenio y como decía el escritor español Benjamín Jarnés, el humor debe tener gracia, verdad, bondad y poesía. El verdadero humor es bondadoso y busca la reconciliación, busca el amor.
Yo he dicho y he hecho cosas contundentes frente al gobierno, pero nunca ni he agredido ni he insultado ni al chavismo, ni a Chávez, ni a los chavistas, por el contrario, he recibido una cantidad de agresiones de diversa naturaleza.
Pero cuando el humor entra en acción, entramos en unos códigos más relajados para poder ver fallas y poder tolerarnos.
El politólogo
- La oposición ha planteado tres vías para cambiar de Gobierno: enmienda, revocatorio y solicitud de renuncia. ¿Lo ves como un planteamiento estratégico?
- Yo creo que esto de la oposición se parece al tipo que se le murió la suegra y el señor de la funeraria le dijo: ‘mire, tenemos la posibilidad de cremación, entierro y nicho. Y el tipo contestó: las tres por si acaso’.
Maduro está empeñado en permanecer en el poder y nosotros estamos institucionalmente desguarnecidos, así que cualquiera de las tres opciones puede ser útil o cualquiera puede ser inútil. Si el Gobierno se empeña en utilizar las instituciones para impedir cualquiera de las tres, pues cualquiera va a ser impedida, porque al final las decisiones de un país se fundamentan en quien tiene las pistolas. Tú puedes decir que Leopoldo López debe estar libre y apruebas una Ley de Amnistía, pero si el que tiene la llave de la cárcel dice que no, pues no saldrá en libertad.
Me temo entonces que la cosa va a ser peor, porque Maduro está buscando cómo estrellarse contra la pared de la realidad. A veces llego a pensar que Maduro está buscando una cosa de fuerza contra sí mismo. Habría que estar en su cabeza, pero pareciera que piensa que esa es la manera de quedar mejor parado, porque lo victimiza. Entonces a la oposición lo que le toca es no victimizarlo y no tomar ninguna decisión que no sea inteligente, sensata e institucional.
Ya es hora de que Laureano atienda otros asuntos de su apretada agenda, pero antes de su despedida lanza tres palabras que definen su cruzada: animar, esperanzar y comprometer.
LEA TAMBIÉN: