El pasado sábado, 28 de enero, tuve el gran honor de participar en un evento muy especial, en el que celebrábamos el aniversario de La Rosa Blanca. Este aniversario siempre marca sentimientos de felicidad y de tristeza. Nos alegra conmemorar la fundación La Rosa Blanca, especialmente el trabajo, las ideas, y el legado de un gran hombre, Rafael Diaz-Balart, aunque con sentimientos de gran tristeza porque todavía no hemos logrado ver una Cuba libre y democrática.
Rafael fue un amigo íntimo de mi padre y juntos trabajaron para enseñarnos valores e ideales de libertad que muchos apreciamos. Cuando Rafael fundó La Rosa Blanca hace 58 años, él sabía que Cuba estaba en un camino muy peligroso. Se dio cuenta que la dictadura de Castro sería una tiranía brutal y decidió ofrecer una alternativa a la represión y crueldad del dictador. Inspirado por Jose Martí, Rafael nombró a su grupo de oposición La Rosa Blanca, enfrentando, como escribió en su libro, “las tinieblas del odio” con “la luz del amor y del patriotismo.”
No sé si Rafael lo sabía pero el nombre La Rosa Blanca también lleva otro legado poderoso, un legado de muchos años antes contra el mismo tipo de odio que Rafael tan valientemente enfrentó. Un grupo de resistencia creado por estudiantes en Alemania, durante la Segunda Guerra Mundial, que también se llamaba La Rosa Blanca. Enfrentando el peligro de arresto y ejecución, ellos secretamente repartían casi 15.000 folletos denunciando la política de los nazis. Se negaron a quedarse callados, arriesgando sus vidas para ir contra el régimen nazi que predicaba el odio y la intolerancia.
De la misma manera, Rafael se negó a quedarse en silencio. Rafael luchó por Cuba – una Cuba con libertad, derechos humanos, con respeto a la ley y la justicia. Sus ideas y visión ahora se llevan a cabo por cubanos, como los que honramos en este aniversario: Jorge Luis García Pérez “Antunez” y Felicia Guillen Amador. Dos cubanos influyentes que se niegan a quedarse en silencio y que luchan con valor contra la dictadura de Castro para obtener los derechos humanos fundamentales. Ellos permanecen fuertes ante el gran mal, Antunez y Felicia junto a tantos otros luchadores son el verdadero futuro de Cuba.
Debemos permitir que el sueño de Rafael y de tantos cubanos, que han fallecido esperando ver una Cuba libre y democrática, nos guie mientras trabajamos con la nueva administración. Mientras redoblamos nuestros esfuerzos y ayudamos al oprimido en vez de al régimen que les hace daño. Juntos, estoy segura, que veremos el sueño de Rafael realizado y espero que pronto estemos reunidos para celebrar la libertad de Cuba.