LA HABANA.-IVÁN GARCÍA
Especial
En barrios habaneros se arman peñas para hablar de cualquier tema, pero en ninguna se discute sobre las relaciones con EEUU
LA HABANA.-IVÁN GARCÍA
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Luego de cantarle las cuarenta a un empleado, cuya ropa está cubierta de tierra rojiza, por venderle tres libras de chopo (de malanga) a 40 pesos, como si fuese malanga de primera, Romualdo Santana, jubilado, sale de un agromercado estatal en el Mónaco, en la barriada habanera de La Víbora, insultando con frases impublicables a los gobernantes cubanos.
No era el mejor momento para indagar con el anciano, muy molesto, sobre las nuevas medidas concretadas por la administración de Barack Obama.
Pero antes de llegar a su casa, Romualdo decide sentarse en el banco del parque cercano. Ya ha recuperado la calma. Decido abordarlo. Comienza a hablar despacio y en voz baja, solo que a medida que va desgranando sus reflexiones, se va calentando y vuelve a alterarse.
Sin “ilusión” con el restablecimiento de relaciones
“Yo nunca me ilusioné con el restablecimiento de relaciones y con las supuestas aperturas, sabía que beneficiarían a los políticos y editores de periódicos. He vivido lo suficiente para afirmar que este Gobierno es una pandilla de mafiosos. Ellos nada más piensan en sostenerse en el poder. A ninguno de ellos les importa el mal servicio de las guaguas o que una libra de malanga o tomates cueste 18 pesos. Escuché por Tele Sur acerca de las medidas, a la mayoría del pueblo nos parecen justas, aceptables, pero el Gobierno siempre pone un pero. Lo que quieren es ganar tiempo. Obama es un comemierda, no sabe con quién está negociando”, dice Romualdo levantando la voz.
No les importa
A Niosber, un joven con una camiseta azulgrana de Leo Messi, no le importa cómo van las relaciones entre Cuba y Estados Unidos. “No vale la pena coger lucha con estos tipos [el régimen]. Si algo positivo se pudiera sacar después del 17 de diciembre, es que el Gobierno ha quedado en calzoncillos y se ha comprobado que no les interesa mover fichas. El mejor negocio que se puede hacer aquí es largarse”.
René, un tipo rechoncho que usa una gorra de los Yankees de New York con la visera al revés, se dedica a revender tarjetas de navegación por internet a tres pesos convertibles cada una.
“Escuché sobre esas medidas. A cada rato Obama dispara cosas nuevas. Pero ya ha pasado un año y excepto el wifi, de los americanos no tenemos noticias buenas. De los que tenemos noticias y malas, es de la partía de viejos que nos gobiernan y nunca van cambiar. Esto no hay quien lo arregle, brother, pero tampoco quien lo tumbe”, afirma René.
Cuando se charla con la gente de a pie, se percibe una combinación tóxica de pesimismo e indiferencia. La mayoría de las personas apenas se informa de la situación económica y política en la Isla.
Los periódicos son hojas de papel, más útiles para envolver la basura o utilizar como papel sanitario que para leer o debatir. Los noticieros de televisión son fábulas virtuales, pasto de chistes y burlas.
Las penurias
Los cubanos que hacen una sola comida caliente al día, desayunan café sin leche y miran detrás de las vidrieras los precios de artículos que no pueden comprar, ya están hartos de todo.
Solo los intelectuales, disidentes y una ‘extravagante’ minoría de ciudadanos que son consumidores de noticias nacionales e internacionales, conocen al detalle el último paquete de medidas de la Casa Blanca. Al resto de la población no le despertó demasiado entusiasmo.
En barrios de la capital se arman peñas para hablar de fútbol, béisbol, planes para emigrar, chismes del vecindario o quejarse de las penurias cotidianas y elevados precios de la comida. Pero en ninguna se discute sobre la marcha de las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos.
Obama con más valoración
Si alguna empresa de encuestas pudiera confirmarlo, parece evidente que la popularidad de los hermanos Castro anda por el suelo. Obama tiene más pegada, excepto para un sector de la oposición.
Quizás porque es negro, su buena oratoria o ser el presidente de la nación hacia la cual muchos en la Isla desean emigrar, lo cierto es que lo valoran como si fuera una estrella de rock o un actor de cine.
Barack Obama es más popular en Cuba que en su país. Ojalá que en esta primavera pueda darse una vuelta por La Habana para que lo constate.
Y de paso, libremente pueda charlar con los cubanos e intente persuadirlos de que su hoja de ruta es el plan adecuado para mejorar sus condiciones de vida. Jubilados como Romualdo creen que Cuba ya no tiene solución. A lo mejor Obama puede convencerlo de lo contrario.
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