miércoles 27  de  marzo 2024
SOCIEDAD CUBANA

La perenne huelga de brazos caídos en Cuba

El derecho a la reivindicación obrera está prohibido en la isla de los Castro pero la ineficiencia de los trabajadores es prueba del paro perenne contra el sistema autocrático

LA HABANA.-IVÁN GARCÍA
Especial

Si usted es un cubano que cree que el tiempo es oro y después de una cola de hora y media para comprar un cartón de huevos, el dependiente le dice, ‘venga luego, que es mi hora de almuerzo’, ¿cuál es su reacción?

¿Recordarle la madre, mandarlo a freír tusas, desear que el almuerzo le produzca una indigestión?  ¿O es capaz de sonreír y hasta traerle una jarra de agua fría de la casa?

No es aconsejable que asesinos en serie y sicópatas incorregibles residan en Cuba. Si cualquier chiflado en Estados Unidos arma un tiro al blanco en una sociedad donde el agua potable e internet funciona las 24 horas y la comida no es un problema, no podría imaginarme a un killer yanqui, esperando dos horas para que el carnicero le venda, por la libreta, una raquítica cuota de pollo por pescado. O bajo un sol de plomo hacer una cola de medio día para pagar la factura del teléfono.

A veces sospecho que la burocracia, con su improductividad y horarios de servicio que son letra muerta, es una estrategia del régimen cubano para que a sus desconsolados ciudadanos, por el ajetreo y las penurias, no le queden energías ni ganas de reclamar un cambio de gobierno.

Pudiera ser. El comunismo es científico. Y ha quedado probado que las sociedades marxistas son incapaces de satisfacer el consumo personal. En un país totalitario, es improbable que alguien gane un premio global por diseñar una sociedad competitiva, moderna y eficiente.

En Cuba, socialismo es sinónimo de feo, de cosa mediocre, sea publicidad, programación televisiva o arquitectura. Cuando el país se arrime a la democracia, habrá que demoler decenas de barrios de pésima factura y edificios que son ejemplos palpables de lo que nunca se debe hacer en materia arquitectónica.

Trabajadores con su indiferencia y chapucerías, sostienen un paro disimulado

Las huelgas obreras están prohibidas por ley en la isla de los Castro. Ni falta que hacen. A cualquier hora, la mayoría de sus trabajadores, con su indiferencia y sus chapucerías, sostienen un paro disimulado, dañino y estacionario. Les cuento tres momentos de un día en la vida habanera.

Escena número uno: Escuela de Odontología, en la calle Carlos III con Boyeros. Luego de la operación en la boca a una menor y tras 40 minutos de espera en una cola, para los padres recoger el certificado médico, la encargada de acuñar el documento alega que el cuño está guardado en una gaveta con un candado. Y aclara que “la persona que lo guarda, quizá no viene a trabajar mañana”.

Escena número dos: Un señor tiene suerte y pesca un taxi estatal en pesos a la salida de la terminal de trenes. “Te doy 50 pesos (dos dólares) para que me lleves a casa". El chofer le pregunta si está apurado. “Bueno, imagine, después de un viaje de 22 horas en tren desde Santiago de Cuba deseo llegar pronto a la casa y bañarme”. Jovial, el conductor, responde: “Mire, amigo, el asunto es que para recibir 19 litros de gasolina en mi base de taxis, tengo que tener 190 kilómetros recorridos. Si usted quiere lo llevo, pero debo dar unas cuantas vueltas para acumular kilómetros”.

Escena número tres: Algo habitual en La Habana. Compras un paquete de salchichas de pollo, un refresco y una caja de fósforos. Total a pagar, 2 cuc con 90 centavos. La cajera, irritada porque el cliente interrumpió su cháchara con una amiga, con una mirada que mete miedo, indaga si tienes el dinero exacto. "No, contesta el usuario". Molesta le dice: “Entonces tiene que esperar a que realice varias ventas pues no tengo menudo”.

Créanme, no son chistes de Pepito. La sociedad cubana está diseñada para que las personas se enfaden desde que se despiertan. Una hora de espera en la parada del ómnibus. Medio día para pagar el teléfono. El motor de agua del edificio roto o un imprevisto apagón de 8 horas.

El Gobierno de los Castro siempre se la ha puesto difícil a sus ciudadanos. No entiendo por qué la disidencia le reclama a la autocracia el derecho de huelga de los trabajadores. Como si no fuera suficiente el paso de tortuga y la huelga de brazos caídos que hacen a diario.

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