sábado 8  de  noviembre 2025
ATRACCIÓN EN LA HABANA

El fotógrafo del Capitolio, una tradición que se niega a morir

Un hombre con una cámara del año 1900, que ofrece fotografías en blanco y negro, es la atracción en el Parque Central de la capital cubana, pero teme que sus días estén contados en esa zona
Por DANIEL CASTROPÉ

LA HABANA.- Dice la leyenda que cualquier persona que visitara La Habana tenía la imperiosa necesidad de llevar a su lugar de origen, como evidencia del viaje, una fotografía que mostrara el Capitolio de fondo. En otras palabras, sin ese retrato en blanco y negro se pondría en duda que la persona hubiera estado realmente en la capital cubana.

Así lo afirma Yomar del Toro, más conocido como el “fotógrafo del Capitolio”, y sus palabras tienen un alto grado de veracidad. Cuando su abuelo inició ese oficio, en los prósperos años 50 del siglo pasado, no existían las cámaras de bolsillo ni mucho menos los teléfonos celulares que producen imágenes de alta calidad. Por ende, nadie se iba de La Habana sin antes pasar por el lente de la vieja cámara Kodak, fabricada en 1900.

Hoy, a pesar de los avances de la tecnología, esa tradición se mantiene vigente. Si bien un turista que visite la capital de la isla se puede tomar y enviar una o varias fotos en color a través de su sofisticado teléfono, en un abrir y cerrar de ojos, no es menos cierto que los visitantes y residentes sienten nostalgia y curiosidad insaciables por las cosas del pasado.

Bajo esta premisa trabaja Yomar. Por eso cuando un turista se interesa por su vetusta cámara, él sabe cómo conquistarlo. No necesita hablar, no le hace falta dominar varios idiomas. La conjunción del artefacto, que cuida como el más preciado de sus tesoros, y una fotografía en mano, de no más de 2.5 por 3.5 pulgadas, son el mejor anzuelo para atraer al cliente que les garantiza el sustento diario a él y a su familia.

A la manera antigua

La mayor atracción del servicio que ofrece este fotógrafo empírico –por razones que resultan obvias– es la cámara, que realmente es un pequeño laboratorio portátil dentro de una caja, en el que factores como la luz y la exposición son fundamentales para obtener un buen retrato.

fotografo-capitolio-1-castrope.jpg
La cámara Kodak que usa Yomar la heredó de su padre y su abuelo y data de 1900.
La cámara Kodak que usa Yomar la heredó de su padre y su abuelo y data de 1900.

Aunque nunca pisó un aula de clases para conocer las técnicas de este arte, Yomar explica que su envejecido artefacto capta la imagen a través de la luz y luego esta aparece en el papel, “como por arte de magia”, al pasar por el revelador. En la misma caja también hay un espacio para el líquido fijador, que es primordial en el proceso.

Una fotografía de estas tiene un valor de 2 pesos convertibles (CUC), aproximadamente dos dólares al cambio actual. Cuando el día es “muy bueno” este hombre puede irse a casa, donde lo esperan su esposa y sus hijas gemelas, con unos 20 CUC. Pero no siempre cuenta con suerte. “Hay días en los que me voy sin un solo peso”, sostiene.

Recuerdos ingratos

En este punto de la entrevista, Yomar cambia el tono de la voz, baja la cabeza y parece perdido en un laberinto sin salida. Las palabras chocan entre sí dentro de su boca, hace un gesto maquinal y volviendo su vista sobre la cámara, dispara la expresión que se le atoraba en la garganta: “Periodo especial”.

Esas dos palabras nadie las quiere pronunciar ni escuchar en Cuba. Fue una etapa que comenzó en los albores de los años 90 del siglo pasado, por el colapso de la Unión Soviética, en el que muchas personas pasaron dificultades de las que no quieren acordarse jamás.

Durante cuatro años el padre de Yomar cerró el negocio. Eran días en los que el turismo brillaba por su ausencia y el embargo comercial por parte de los Estados Unidos se sentía con mayor rigor en los mercados de la isla, ante la ausencia de la acostumbrada subvención de los soviéticos. El negocio familiar volvió a abrir en 1994. “Casi nos morimos de hambre”, afirma.

Preocupación

Ahora el trabajo de Yomar está otra vez en riesgo. Aunque paga por una licencia a la Oficina del Historiador de la Habana Vieja y todo el mundo en el corazón de la ciudad conoce la labor que realiza, existe una especie de “campaña” para retirarlo de la zona.

Nadie se lo ha dicho directamente. Sin embargo, Yomar percibe un “mal ambiente” alrededor suyo, desde que arrancó el proyecto de restauración del Capitolio, obra de singular importancia arquitectónica que data de los años 1920, donde funcionó el Congreso nacional y que luego estuvo dedicado a otros asuntos desde que Fidel Castro tomó el poder en 1959.

fotografo-capitolio-castrope.jpg
Yomar del Toro, el
Yomar del Toro, el "fotógrafo del Capitolio" en La Habana.

Con el advenimiento de esos trabajos, el “fotógrafo del Capitolio” ha pasado por todas las esquinas y espacios posibles, y en estos momentos se encuentra en el Parque Central, señalado por el dedo de la estatua de José Martí y bajo la lupa de las autoridades.

“El mes pasado no pude trabajar porque no había lugar para mí. Parece que no me quieren aquí, pero de cualquier manera hay gente que está a favor de que este oficio no se pierda”, asegura.

Catalizador de problemas

Por encima de las dificultades, este hombre de 38 años nunca deja de sonreírle a la vida y a todo aquel que se le acerca. Es una máquina de producir palabras y conoce al dedillo el curso de la vida de los habitantes de esa zona de la capital.

Cuando no tiene clientes, Yomar es una especie de receptor involuntario de quejas y reclamos de la gente. Si no hay agua, él lo sabe. Si no hay luz, alguien se lo dice. Si otro balcón se vino al suelo, pronto el hecho es de su conocimiento.

Pero él también tiene otros problemas. La falta de papel fotográfico para la cámara le hace pensar que en breve su negocio pasará a la historia. El material es costoso y casi imposible de encontrar en la isla, y el poco que consigue se lo traen algunos amigos del extranjero.

Entretanto, el “fotógrafo del Capitolio” sigue disparando su cámara y repartiendo retratos, a manera de suvenires, a decenas de turistas que expresan asombro al ver el antiguo artefacto. Algunos han llegado al extremo de ofrecerle una gruesa suma de dinero para quedarse con el aparato.

“Aquí seguiremos fajándonos hasta que lo permita Dios y el Gobierno”, dice Yomar, quien desde los 17 años de edad lo único que sabe hacer es tomar fotos con su vieja cámara, heredada de su abuelo y de su padre, permitiendo que propios y extraños se lleven un pedacito de La Habana impreso en papel.

¡Recibe las últimas noticias en tus propias manos!

Descarga LA APP

Deja tu comentario

Te puede interesar