LA HABANA — Este viernes 14 de octubre se cumplen 11 años de la muerte, en el Hospital “Calixto García”de esta capital, y en circunstancias harto sospechosas, de la gran lideresa y fundadora de las dignas Damas de Blanco, Laura Pollán Toledo. La luctuosa efeméride es propicia para rememorar no sólo la vida fecunda de esa cubana ejemplar, sino también para hacer un apretado recuento de la actividad del admirable movimiento femenino que ella encabezó desde su fundación.
El surgimiento de las Damas de Blanco sirve como demostración irrefutable de cómo los planes urdidos por los enemigos de la libertad desembocan en el fracaso ante la firmeza y la inventiva de quienes se les enfrentan con decisión. Y como una muestra adicional del papel relevante que a la mujer cubana le ha correspondido siempre en el enfrentamiento a la opresión.
En la aciaga primavera de 2003, la atención de la opinión pública mundial se centraba en los sucesos del Irak de Saddam Hussein. El país asiático, convertido en una especie de paria internacional debido al general rechazo provocado por las atrocidades y atropellos perpetrados por su dictador, estaba abocado a un enfrentamiento bélico con los Estados Unidos.
En esas circunstancias, el fundador de la dinastía castrista creyó llegado el momento oportuno para perpetrar una arremetida general contra la pacífica oposición interna cubana. Mientras los órganos de prensa transmitían las noticias del inicio de los bombardeos sobre Irak, los corchetes al servicio del régimen dieron inicio a la ola de arrestos de lo que con toda justicia pasó a ser llamado la Primavera Negra.
Recuerdo que, por aquellas fechas, quien esto escribe se encontraba realizando un ayuno por la libertad del doctor Oscar Elías Biscet y los restantes presos políticos de la Isla. Mis amigos y yo estábamos instalados en la casa que había pertenecido al difunto defensor de los derechos humanos y activista prodemocrático Jesús Yanes Pelletier, fallecido poco tiempo antes.
Me acompañaban en aquel empeño mis tres hermanos de causa firmantes de La Patria es de Todos: Félix Bonne Carcassés (ya fallecido), Martha Beatriz Roque y Vladimiro Roca. También Nelson Aguiar, su tocayo Nelson Molinet y alguien que menciono en último lugar para resaltar la importancia de su actuar dentro de esta etapa de la lucha pacífica por la libertad de Cuba: quien al cabo de algunos años de encierro se convertiría en mártir destacado de esa lucha, Orlando Zapata Tamayo.
En los últimos días de nuestro ayuno escuchábamos por Radio Martí y otros órganos de prensa radicados en el extranjero las noticias de la detención de diversos activistas prodemocráticos. ¡Por supuesto que los medios informativos de la misma Cuba no informaban sobre la oleada de arrestos perpetrada en nuestro propio suelo! ¡Otra maravilla del comunismo!
Por fin, en la madrugada del día 20 recibimos la visita de los segurosos. ¡Jamás olvidaré las consignas que, mientras se desarrollaba el operativo represivo, gritaba el inolvidable Zapata: “¡Vivan los derechos humanos!”. Mientras cada uno de nosotros era conducido en un patrullero diferente (¡que para eso sí se cuenta con medios y combustible en nuestra pobre Cubita!) mis pensamientos se centraban en la perspectiva de una nueva temporada de estancia en alguna de las islas del “Archipiélago DGP” (Dirección General de Prisiones).
¡Pero no! Bonne y yo fuimos devueltos a nuestras casas. El destino peor correspondió al mismo Zapata, los dos Nelson y Martha Beatriz. Ellos cuatro sí sufrieron la privación de libertad. Aquí conviene aclarar que a esta última, mi hermana de causa, le correspondió el indeseable privilegio de ser la única mujer encarcelada durante la feroz oleada represiva.
En definitiva, en toda Cuba fueron detenidos 75 opositores, disidentes, periodistas independientes y activistas prodemocráticos. La cifra no es casual. Por aquellas fechas comenzaba el culebrón de los cinco espías al servicio del régimen castrista detenidos en Estados Unidos (que no eran cinco, sino muchos más, sólo que los restantes, a diferencia de los integrantes del quinteto, accedieron a reconocer los delitos perpetrados y colaborar con la Fiscalía).
Pues bien: el quid del asunto era que la única persona que en Cuba, por aquellas fechas, podía tomar cualquier decisión de cierta importancia, hizo unas cuentas de bodeguero. Le pareció bien la proporción de 15 por 1, pues la idea era utilizar a los arrestados de manera arbitraria como moneda de cambio destinada a ser empleada en un trueque por los cinco espías. El plan (como tantos otros trazados por el funesto personaje) no cristalizó, pero ya eso es otro asunto. Fue así que surgió el Grupo de los 75.
En este asunto cobró vigencia el conocido refrán: “En el pecado llevaron la penitencia”. Las esposas, hermanas y otros familiares de los detenidos comenzaron a asistir a misa para pedir por la libertad de sus seres queridos presos. El color blanco de las ropas que usaban se generalizó. El bello ejemplo cundió, y surgió así el admirable movimiento de las Damas de Blanco.
He planteado —y lo repito ahora— que las circunstancias de la muerte de la lideresa y fundadora del movimiento, Laura Pollán (cuyo aniversario se conmemora hoy viernes), son harto sospechosas. Fue ingresada en el mencionado hospital habanero por una dolencia intrascendente y, unos días más tarde, de modo inexplicable, encontró la muerte.
Las denuncias de un posible asesinato surgieron desde el mismo momento del lamentable deceso. Pero hace unos meses se incrementaron cuando la Seguridad del Estado “destapó” a un médico que había actuado como agente encubierto de ese cuerpo represivo. El rostro de ese facultativo, debido a su aspecto patibulario e inquietante, es inconfundible. Y alguien lo reconoció como uno de los galenos que había participado en la atención a la hermana Pollán.
No importa que en este momento no contemos con pruebas irrefutables del sospechado crimen. En algún momento futuro (que se acerca cada vez más ahora, cuando el régimen castrista se adentra en su fase terminal) se sabrá toda la verdad. Y, como rezan las Sagradas Escrituras, lo que se esconde en los sótanos será proclamado desde las azoteas (y también por todos los medios de difusión masiva).
En cualquier caso, si el régimen castrista pensaba que con la muerte de Laura neutralizaría la formidable fuente de enfrentamiento que son las Damas de Blanco, se equivocó. Berta Soler, otra gran cubana, mano derecha y amiga querida de la fallecida, pasó a dirigir el movimiento y lo ha hecho con admirable tino y valor, pese a toda la represión desatada contra ella y sus compañeras.
Por: RENÉ GÓMEZ MANZANO