lunes 25  de  marzo 2024
PANDEMIA

Médicos de barrio en México: La opción por sobrevivir al COVID

Miles de médicos que atienden en pequeños consultorios de barrio son la esperanza y salvación de muchos mexicanos

CIUDAD DE MÉXICO.- La doctora Érika Reyes no da abasto. A su consultorio en una barriada de Tultitlán, México, llegan decenas de pacientes sospechosos de COVID-19 que prefieren acudir allí antes que dirigirse a un hospital, donde temen morir solos.

Como ella, miles de médicos que atienden en pequeños consultorios de barrio son la esperanza y salvación de muchos mexicanos, y una válvula de escape para el atiborrado sistema hospitalario.

En un local rentado de nueve metros cuadrados, Reyes recibe a unas 30 personas al día, la mayoría con coronavirus, a quienes trata siguiendo una guía del gobierno y recomendaciones de colegas.

Los médicos de barrio "somos la entrada número uno" de pacientes de COVID-19 y un actor clave "para que no se sature el sector salud", dice Reyes, de 30 años.

En la acera de enfrente seis pacientes aguardan su turno, mientras una asistente ofrece gel antibacterial y toma la temperatura a quienes entran al modesto despacho.

En México, el 43% de las consultas generales se realizan en sitios privados, según la Unión Nacional de Farmacias, Clínicas y Consultorios (Unifacc).

Esa red da 180.000 consultas diarias, casi la misma cantidad que el Instituto del Seguro Social en tiempos normales, señala Óscar Zavala, presidente de la Unifacc.

La ocupación hospitalaria en Ciudad de México -epicentro de la emergencia- es del 79%. En el vecino Estado de México, donde está Tultitlán, llega al 76%.

Miedo a morir solo

El COVID-19 dejó 205.000 contagios entre los trabajadores mexicanos de la salud. Durante la pandemia murieron 2.687 del sector, de los cuales un 47% eran médicos, un 19%, personal de enfermería, y el resto empleados de otras áreas, según el más reciente balance oficial.

Los doctores barriales, cuyos locales suelen funcionar como anexos a cadenas de farmacias, tampoco escapan a esa realidad.

Solo Unifacc reporta la muerte de 32 médicos y 48 farmacéuticos entre sus agremiados, a lo que se añaden 186 decesos de familiares contagiados por los doctores.

La cifra podría ser mayor, pues en el país funcionan 18.000 consultorios adjuntos a droguerías.

Reyes y su colega Karla Montaño resultaron infectadas, pero tras recuperarse siguieron trabajando.

Montaño ha sido un gran apoyo para los vecinos del barrio Jardín Balbuena, en Ciudad de México, a quienes ofrece consultas presenciales, por videollamada y a domicilio en su bicicleta de diseño retro.

"Al principio llegaban dos pacientes confirmados a la semana, sospechosos dos o tres, pero ahora llego a ver hasta 10 pacientes diarios confirmados", cuenta a la AFP la doctora de 35 años.

Algunos le confiesan que no acuden a hospitales públicos por temor a morir allí, solos.

"Llegan a un estado de gravedad que ya exige hospitalización, pero se esperan hasta el último minuto por miedo a no salir" vivos del hospital, relata Montaño.

En los consultorios de barrio, una consulta cuesta de 35 a 100 pesos (1,74 y 4,98 dólares), frente a 200 o 500 en clínicas o centros médicos más grandes (10 a 25 dólares).

México, de 126 millones de habitantes, es el tercer país más enlutado por la pandemia en números absolutos con 167.000 decesos, además de dos millones de infectados. También han superado la enfermedad 1,5 millones de personas, según el gobierno.

Urgen vacunas

Al igual que sus colegas de instituciones públicas, Montaño carga con el estrés de una lucha sin cuartel.

"No duermes porque (...) pacientes COVID-19 te pueden marcar (por teléfono) a cualquier hora de la noche. El agotamiento físico es muy fuerte", refiere.

Reivindicando su labor, estos médicos esperan que el gobierno los incluya en la primera fase de vacunación contra el virus, centrada en el personal que enfrenta la emergencia en entidades públicas.

"La Secretaría de Salud no ha volteado a ver el riesgo que corremos", alerta el presidente de Unifacc, aunque el gobierno asegura que está elaborando un censo para inmunizar a esos trabajadores.

Desde que comenzó la campaña, el 24 de diciembre, han sido aplicadas unas 718.000 dosis.

"No rechazo la consulta, pero necesito vacunarme para poder seguir trabajando sin arriesgar a mi familia", afirma Montaño.

FUENTE: AFP

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