jueves 28  de  marzo 2024
SANTA Y ANDRÉS

Portarse bien con el régimen cubano jamás será un pasaporte  

Con una ambigua y lamentable jugarreta los organizadores del Havana Film Festival de New York impidieron que Santa y Andrés pudiese ganar el principal trofeo
Diario las Américas | LUIS LEONEL LEÓN
Por LUIS LEONEL LEÓN

Los regímenes totalitarios no actúan por benevolencia sino por conveniencia. A esta altura de un partido que ya casi llega a las seis décadas, quien crea que las autoridades cubanas no operan así, sufre una grave miopía, es demasiado inocente o pretende tapar el Sol con un dedo. Cualquiera de las opciones, igual de tristes y fallidas. He aquí un nuevo ejemplo:

Los organizadores del Havana Film Festival de New York (HFFNY) eliminaron la película Santa y Andrés de la competencia oficial y la destinaron a una “presentación especial”, alegando que “dada la publicidad altamente politizada” alrededor del filme, “sería un conflicto de interés incluirla en la competición por el Havana Star Prize”. Una ambigua y lamentable jugarreta con la que los organizadores impidieron que Santa y Andrés pudiese ganar el principal trofeo, como ha sucedido en otros festivales de mayor alcance. Reducirla a una presentación especial no fue más que una forma de censurar una historia sobre la represión contra un escritor disidente y la falta de libertad en Cuba.

Santa y Andrés ganó en el Miami Film Festival el premio a la Mejor Actuación (Lola Amores y Eduardo Martínez) y en el Festival Internacional de Guadalajara obtuvo cinco galardones: Mejor Película Iberoamericana, Mejor Actriz para Lola Amores, Mejor Guion para Carlos Lechuga, Premio Especial del Jurado y Mención Especial de la Federación de Escuelas de la Imagen y el Sonido en América Latina (FEISAL).

En diciembre pasado Santa y Andrés fue censurada en Cuba. Uno de los viceministros de Cultura, Fernando Rojas, censor famoso por su demagógico discurso, intentó justificar la vulgar prohibición del filme arguyendo que era para “proteger a un pueblo y a una gran causa”. El motivo real no es otro que no divulgar la naturaleza represiva de la llamada “revolución cubana”.

Luego del mazazo castrista que acaba de recibir su guionista y director en EEUU, Carlos Lechuga decidió retirar el filme del festival neoyorkino: “Cuando acordamos conceder el estreno de Santa y Andrés en Nueva York al HFFNY, lo hicimos basándonos en términos específicos de participación que fueron negociados entre ambas partes”, precisó el realizador, para quien estos “términos no pueden ser modificados unilateralmente”. Bien por él.

El HFFNY está organizado por la Fundación Amigos de Ludwig, cuya misión dice ser “construir puentes culturales entre EEUU y Cuba a través de proyectos de arte. Como cultivadores de una diplomacia cultural intentamos hacer lo mejor para, en lo posible, permanecer neutrales políticamente y evitar la controversia”, expone la fundación como parte del parlamento de su misión.

Sin embargo, en ese evento que organizan en New York dedicado al séptimo arte, no pocos títulos defensores de las políticas de la dictadura han sido presentados. Pero al parecer, para exponer un punto de vista contrario, no hay espacio suficiente.

Compiten por el Havana Star Prize una docena de filmes: Últimos días en La Habana (Fernando Pérez) y El techo (Patricia Ramos), ambos exhibidos en el Miami Film Festival. Así como Ya no es antes (Lester Hamlet), Sharing Stella (Kiki Álvarez), Esteban (Jonal Cosculluela), entre otros.

Al Havana Film Festival de New York vendrá como invitado especial Miguel Barnet, presidente de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), y uno de los escritores de la isla más plegados al castrismo.

Lechuga escribió en su página de Facebook: “Luego de ser censurada en La Habana, a pesar del apoyo y el cariño de los cineastas cubanos, Santa y Andrés ha podido encontrarse con el público del mundo entero. Desde el respeto y sin ningún ánimo de afectar a Cuba, país al que amo y del que no me voy a ir, hemos acompañado nuestro filme tratando de no hablar de la censura y de centrarnos en las cuestiones artísticas del mismo, el amor y el deseo de la reconciliación entre los cubanos”.

De nada le valió al cineasta evitar hablar de lo que es un hecho: la marginación (que el filme muestra). Tal vez le hubiera ido mejor haciendo lo contrario: denunciando desde un principio la prohibición de su película, que no es más que el cotidiano ejercicio de un régimen al que las artes sólo le interesan en tanto le sirvan para celebrar sus supuestos logros, paliar sus “pequeños errores” o al menos no atentar contra el status quo.

“El equipo de nuestra obra ha sido comprensivo y abierto al diálogo con los censores. Creyendo que cualquier tipo de maniobra enrarecida en contra de la obra después de ya ser censurada era una cuestión impensable. Nunca nos hemos aprovechado de la condición que crearon alrededor del filme, sabemos que es una obra de arte. Santa y Andrés ha viajado a los festivales de Toronto, San Sebastián, Chicago, Zúrich, Ginebra, Republica Dominicana, Cartagena, Guadalajara, Los Ángeles, Miami, Punta del Este, y muchos otros y en ningún momento nuestro equipo de realización ha hecho nada en contra de Cuba”, reclama en su carta abierta.

Pero no se trata de ir contra Cuba. Se trata de ir contra el régimen, que es quien va contra Cuba. ¿Denunciar los abusos del sistema contra los cubanos es ir contra Cuba? Eso han hecho creer durante décadas los censores y de tanto andar con la censura en el hipotálamo la han convertido en una natural y siniestra autocensura nacional.

“El 18 Havana Film Festival de Nueva York, bello evento realizado por amigos de Cuba, nos había invitado a ser parte de la competencia oficial junto a otras obras cubanas queridas y admiradas”. Pero no son precisamente los amigos de Cuba los que organizan y deciden qué se exhibe y qué no en el HFFNY. Son amigos de la simulación y la reprimenda. Son amigos del régimen. Pues aunque se realice en EEUU, es un festival para el régimen.

“En una nebulosa extraña me he enterado de que autoridades cubanas han tratado de sacar mi filme del festival. En este momento el filme ha sido retirado de la competencia oficial, volviendo a ser excluido por su carga política. Mañana no sé qué tramarán para silenciar la obra que es mucho, mucho más que una idea política. ¿Qué es esto? ¿Cuál es el mensaje? Yo no estoy en guerra con nadie, yo solo he hecho una película y me costó mucho trabajo hacerla, ahora nada ni nadie la va a borrar”, continúa el texto del joven realizador. Gracias a otros festivales que han exhibido y seguirán exhibiéndola, Santa y Andrés no será anulada.

“Desde la primera reunión el 14 de octubre del 2016 con el presidente del ICAIC [Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográfica] hasta ahora no he dado ninguna entrevista hablando de lo sucedido. Si así tratan a los que se portan bien no sé cuál es el objetivo detrás de todo. Yo, Carlos Díaz Lechuga, amo Cuba, fumo tabaco, me gusta la playa y he viajado el mundo entero. No tengo necesidad de pasar por este tipo de tratamiento. Ahora yo voy a seguir defendiendo mi película y acompañándola a donde pueda”, concluyó su carta, que recuerda no pocos sentimientos y acciones de la película.

El objetivo de prohibir la película de Lechuga está bien claro: marginarla y castigar a sus ejecutores. Y no es algo nuevo. Ha sido así la larga y tortuosa relación del Estado cubano con los creadores que se han atrevido a pasarse de la raya. Portarse bien con el régimen jamás será un eterno pasaporte.

El mensaje más importante de Santa y Andrés es la libertad, su dolor y su necesidad. Sin ese mensaje, sin esa realidad, nunca habría existido la película.

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