La entomofagia es el consumo de insectos por los seres humanos. Se practica en muchos países de todo el mundo, pero principalmente en regiones de Asia, África y América Latina. Más de 1.900 especies de insectos son comestibles.
Una de las vías para abordar la seguridad de alimentos es a través de la cría de insectos, que están en todas partes y se reproducen rápidamente
La entomofagia es el consumo de insectos por los seres humanos. Se practica en muchos países de todo el mundo, pero principalmente en regiones de Asia, África y América Latina. Más de 1.900 especies de insectos son comestibles.
Distintos organismos internacionales, como la ONU a través de la FAO, calculan que la ingesta de insectos complementa la dieta de aproximadamente de 2.000 millones de personas, en el mundo y se trata de un hábito que siempre ha estado presente en la conducta alimentaria de los seres humanos.
El crecimiento demográfico, la urbanización de la clase media, han aumentado la demanda de alimentos a escala mundial, especialmente de las fuentes de proteínas de origen animal. La producción tradicional de piensos o compuestos animales, como las harinas de pescado, la soja y los cereales, debe intensificarse aún más en términos de eficiencia de recursos y ampliarse mediante el uso de fuentes alternativas, una de ellas son los insectos.
De acuerdo con un informe de la FAO en el 2030 hay que alimentar a más de 9.000 millones de personas, además de los miles de millones de animales que se crían anualmente con fines alimentarios o recreativos, como mascotas.
Una de las muchas vías para abordar la seguridad de alimentos es a través de la cría de insectos, que están en todas partes, se reproducen rápidamente y poseen tasas elevadas de crecimiento y conversión de piensos, además de un reducido impacto ambiental durante su ciclo de vida.
Los insectos son nutritivos, ya que contienen niveles elevados de proteínas, grasas y minerales. Pueden criarse aprovechando diversos flujos de residuos, como de alimentos. Además, pueden consumir enteros o molidos, en forma de polvo o pasta, e incorporar a otros alimentos.
El uso de insectos a gran escala como ingrediente en la composición de piensos es técnicamente viable, y en diversas partes del mundo ya hay empresas consolidadas que están a la vanguardia en este sentido. La utilización de insectos como materia prima para la acuicultura y la alimentación de las aves de corral probablemente sea más frecuente durante la próxima década.
El estudio de la FAO determinó que entre las ventajas ambientales los insectos son muy eficientes en la conversión de alimentos por ser especies de sangre fría; pueden convertir 2 kg de alimento en 1 kg de masa de insecto, mientras que el ganado requiere 8 kg de alimento para producir 1 kg de aumento de peso corporal.
Destaca que los gases de efecto invernadero producidos por la mayoría de los insectos son probablemente inferiores a los del ganado convencional. Los cerdos, por ejemplo, producen entre 10 y 100 veces más gases de efecto invernadero por kilogramo de peso.
Por otra parte, los insectos pueden alimentarse de residuos biológicos como residuos alimentarios o de origen humano, abono y estiércol, y pueden transformar estos residuos en proteínas de alta calidad, que a su vez pueden utilizarse como piensos.
Estos animalitos de reino animal invertebrados, utilizan mucha menos agua que el ganado tradicional. Los gusanos de la harina, por ejemplo, son más resistentes a las sequías que el ganado. La cría de los insectos depende menos de la tierra que la actividad ganadera convencional.
Los insectos proporcionan proteínas y nutrientes de alta calidad en comparación con la carne y el pescado. Son especialmente importantes como complemento alimenticio para los niños desnutridos porque la mayor parte de las especies de insectos contienen niveles elevados de ácidos grasos, comparables con el pescado.
Los insectos ofrecen energía, grasa, proteínas y fibra, pueden ser una buena fuente de micronutrientes, como zinc, calcio y hierro. Pueden ofrecer una fuente alternativa de proteína respecto de las carnes convencionales. Por ejemplo, una comparación entre la carne de vacuno y los gusanos de la harina muestran que el contenido de aminoácidos y materias grasas de la carne es mayor que el de los gusanos de la harina, estos últimos contienen valores comparables de minerales, y el contenido vitamínico suele ser más elevado.
Así mismo, los insectos son ricos en fibra y micronutrientes como cobre, hierro, magnesio, fósforo, selenio y cinc. Plantean un riesgo reducido de transmisión de enfermedades como la H1N1 (gripe aviar) y la EEB enfermedad de las vacas locas.
Hoy los insectos son una importante fuente de proteínas para los aborígenes australianos, para muchas culturas tribales de Sudamérica, de África, de Asia y de Oceanía, así como para otras poblaciones urbanas como los chinos de Pekín, los japoneses de Tokio o los mexicanos del Distrito Federal
Al otro lado del Pacífico, en Latinoamérica son varios los países que tienen el hábito de comer insectos, desde Colombia a Paraguay se consiguen hormigas culonas fritas, pero es poco probable que algún país tenga más insectos que México.
En los estados mexicanos de Oaxaca, Guerrero, Morelos, Veracruz y México, se prepara una salsa hecha de jumiles y «chinches hediondas» que según los chefs tiene sabor de menta y de canela. Otros insectos, como la avispa comestible, las hormigas y los chapulines de Oaxaca, suelen consumirse fritos, las hormigas también se comen recubiertas de chocolate.
Otros se consumen marinados en jugo de limón, como los saltamontes combinados con «tortillas», como el gusano de maguey, cuyo sabor recuerda y supera al del chicharrón de cerdo. Los escamoles y algunos saltamontes, se comen vivos del mismo modo que se comen las ostras y almejas. También las hormigas mieleras, que no se consumen enteras ya que los mexicanos se limitan a saborear su azucarado abdomen.
En Estados Unidos, no es muy habitual comer insectos, sin embargo, en New York, si alguien le apetece comer algo exótico puede ir a The Black Ant, un restaurante, donde se comen saltamontes, hormigas y otros insectos.
Cabe destacar que en el año 2012, el empresario Patrick Crowley, lanzó en Estados Unidos un producto con proteínas de insectos, la barrita energética Chapul Cricket, enriquecida con harina de grillo. En 2014 se inauguró en Canadá una granja de insectos comestibles, Next Millennium Farms.
En 2019, unos 9 millones de personas consumen insectos y sus productos derivados en Europa, según la Plataforma Internacional de Insectos para la Alimentación y los Piensos (IPIFF, por sus siglas en inglés). El IPIFF prevé que esa cifra será de 390 millones de consumidores en 2030
@iraimag
FUENTE: ONU a través de la FAO, ABC, Vida y Salud