domingo 20  de  abril 2025
ELECCIONES 2016

El "improbable" ascenso del magnate Trump

Nunca ha sido un "animal político" pero su instinto para los negocios quizás haya sido su principal arma en el camino a la Casa Blanca
Por RUI FERREIRA

MIAMI.-Para muchos, la ascensión de Donald J. Trump a la Casa Blanca comenzó el año 2011, durante la cena anual de los corresponsales acreditados en la mansión presidencial cuando el presidente Barack Obama decidió ridiculizar en público al magnate inmobiliario.

Trump se encontraba al otro lado de la mesa y estaba enfrascado en un dura campaña para demostrar que el mandatario no era ciudadano estadounidense por nacimiento. Fracasó, esa misma mañana Obama acababa de entregar a la prensa su certificación de nacimiento emitida por un tribunal de Hawái.

Esa noche, Obama barrió el piso con Trump y el magnate inmobiliario aguantó estoicamente en medio de las miradas divertidas de los presentes. Como Trump nunca ha sido alguien que acostumbrado a “quedarse dado”, quizás lo más probable fue que en ese preciso instante decidió sustituir a su rival.

Porque para el magnate inmobiliario, Obama siempre fue un rival, alguien a quien vio como una amenaza por la forma diáfana en que puso sobre la mesa su creencia de que al norteamericano promedio había que mejorarle la vida.

El padre de Trump fue un magnate inmobiliario que hizo su riqueza edificando habitaciones para la clase media con el apoyo de subsidios gubernamentales. Su fortuna, al contrario de lo que dijeron sus adversarios durante la campaña, no vino del padre. Realmente, fue sólo una base una base sobre la que Trump logró construir. A partir de ahí, con su sagacidad empresarial, mezclada con una adición a las pasarelas rojas y los rostros femeninos, fue creando un mundo empresarial alrededor de una imagen de marca que manejó como nadie, donde el apellido se volvió algo más importante que la obra en sí misma.

Su historia fue así, hasta que llegó a la política. El hecho, realmente, es casi marginal, porque Donald J. Trump nunca ha sido un “animal político”. Su proyección hacia ese escenario hace dos años se debe a un hecho muy concreto: la implosión que sufrió el Partido Republicano tras la elección de Obama a la Casa Blanca.

Trump es un aleccionador, que arrastra multitudes y, sobre todo, le dice a la gente lo que quiere escuchar, algo que, para muchos, los republicanos nunca hicieron en los últimos ocho años.

Los críticos del GOP afirman que para muchos congresistas y senadores del Partido Republicano fue más importante la sobrevivencia de sus curules en el Capitolio que la existencia de la propia organización.

Quizás el gran aporte de Trump, un “outsider” de Washington, es haber pulverizado todos los esquemas políticos tradicionales.

Se presentó en unas elecciones primarias en las cuales destruyó a todos los candidatos que el partido pudo alguna vez haber concebido. Se volcó contra senadores, familias con profundas raíces políticas como la Bush y terminó saliéndose con la suya. Y lo hizo, aparentemente, porque sintió que el GOP había dejado de responder a las necesidades y demandas de sus seguidores.

El gran aporte de Trump a la política estadounidense está dado por el hecho de que salió de la nada, se impuso a las grandes figuras del Partido Republicano y derrotó a la maquinaria liderada por la excandidata demócrata Hillary Clinton.

Trump, no hay dudas, ha entrado en la historia política de EEUU y parece encaminado a erigir un “rascacielos político” que reescriba la historia de la nación.

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