sábado 24  de  mayo 2025
ANÁLISIS

Ganó Biden. ¿Y ahora QUÉ?

La importancia del cambio de presidentes y las políticas hacia Cuba. ¿Qué debemos esperar?
Diario las Américas | JOSÉ LUIS RUMBAUT LÓPEZ
Por JOSÉ LUIS RUMBAUT LÓPEZ

Con una votación popular sin precedentes, todo parece indicar que ha culminado un proceso electoral complejo, polarizado y arduo con una inobjetable victoria para la dupla demócrata de Joe Biden y la senadora Kamala Harris. Sin embargo, el actual presidente Donald Trump advierte que seguirá la contienda en los tribunales y ha catalogado el proceso como fraudulento y conspirativo, lo cual nos dice que hasta el 14 de diciembre, no habrá una conclusión oficial de este show.

La Florida, como era de esperar, fue un escenario fundamental del desenlace. Mientras que en Cuba las elecciones se siguieron como propias. Algunos piensan que con más interés que como se ven las del Poder Popular [estructura de Gobierno cubano]. Al parecer, visto desde las redes, una importante parte del electorado cubano de la Florida (un Estado y una comunidad que durante años fueron tradicionalmente republicanos) votó a favor del candidato demócrata, y en Cuba la mayoría mostró su alegría por el nuevo inquilino de la casa Blanca.

El gobierno se pronunció muy pronto con la esperanza de una mejor relación con Biden que la que tuvo con Trump: “Reconocemos que, en sus elecciones presidenciales, el pueblo de EEUU ha optado por un nuevo rumbo. Creemos en la posibilidad de una relación bilateral constructiva y respetuosa de las diferencias", escribió Díaz-Canel en un mensaje de Twitter, sin felicitar al nuevo mandatario pero dejando ver que otro tipo de relación se espera de este gobierno demócrata.

Josefina Vidal, la actual embajadora de Cuba en Canadá y figura principal en las conversaciones entre el gobierno de Barack Obama y el de Raúl Castro, dijo en Twitter: "Una relación de coexistencia civilizada entre Cuba y EEUU, basada en el respeto de las diferencias y en la identificación de áreas de interés y beneficio mutuo, es posible. #BidenHarris2020".

El júbilo de los cubanos a ambos lados del estrecho de La Florida es palpable. La administración Trump no solo desmontó todos los pasos dados en el llamado deshielo, impulsado en los últimos días de la administración Obama, sino que incrementó un espiral de medidas que impusieron nuevamente el clima de tensión entre Washington y La Habana y una gran afectación directa e indirecta a la vida de los ciudadanos de a pie. Cada medida encauzada contra funcionarios cubanos o venezolanos tuvo una indiscutible mella en la ya difícil situación económica de la Isla.

Sin embargo, en el contexto político, el gobierno cubano en todo caso se vio fortalecido por la acostumbrada posición de atrincheramiento que este ha usado como arma para su defensa interna. Ninguna medida tomada por la administración Trump trajo cambios en las relaciones de los funcionarios gubernamentales cubanos con la oposición interna, no hubo variación en los conceptos políticos mientras se consolidaban los cambios a la Constitución y se desplegaban otros experimentos económicos que no acaban con la precariedad de la producción y de la dependencia exterior de su economía, pero indican que por lento que se camine, hacia algún lugar se encaminan.

Eso sí, el ciudadano común vio mermado sus ingresos por la ausencia de turistas y visitas de familiares del exterior debido a la crisis del COVID-19, el poder adquisitivo de su moneda bajó y la escasez de alimentos fundamentales aumentó hasta necesitar repartir casi por barrio los suministros que antes se vendían libremente en las tiendas en divisas.

¿QUÉ SE PUEDE ESPERAR DE BIDEN?

El gobierno cubano debe haberse sumado a la fiesta demócrata. Esperan que al menos la presión de la actual administración cambie por una política cercana a lo que aconteció en los últimos tiempos de Obama y se cambien las sanciones por el diálogo.

Sin embargo, ¿se puede esperar algo así de Biden?

Si observamos el panorama político actual, vemos una compleja fragmentación de la sociedad norteamericana, y como su fiel reflejo, el cambio de orientación política de una importante parte de la comunidad cubanoamericana, traducida no solo en su filiación sino en el activismo político, sin miedos ni retóricas, frente a una posición de intransigencia natural frente el gobierno cubano, que tradicionalmente y con argumentos se observa en las calles de Miami.

Pero Biden ha prometido ser el presidente de todos los norteamericanos. Y eso implica no desequilibrar la balanza demasiado hacia las políticas que abogan por cambiar las presiones, sobre todo si desde la isla no se observan señales que perfilen lo que el final se persigue desde cualquier fila de la política norteamericana: un cambio de gobierno.

Sin embargo, bajar un par de rayitas a la confrontación y volver a las negociaciones haría menos tensa la situación al interior de Cuba, permitiría a los emigrados ayudar económicamente a sus familiares, fomentar las pequeñas y medianas empresas que fueron brutalmente afectadas por las condiciones impuestas por la pandemia y la recuperación económica del país podría ser menos tensa.

Mientras, desde nuevas mesas de negociación y sobre la base de un verdadero intercambio, la políticas podría ser responsable de fomentar una convivencia más acorde con la condición de vecinos que tienen Cuba y Estados Unidos, y la presencia en este país de más de 2 millones y medio de conciudadanos que han visto, en estos últimos meses, cómo una movilización activista puede cambiar el rumbo de la historia.

Y esta vez será entre el presidente norteamericano más votado de la historia -al menos así lo registran los números- y un nuevo presidente cubano, sin apellidos ilustres, sin galones militares y sobre una Constitución que con todos sus defectos, propone una continuidad con colores propios.

Pero de ahí a una Luna de Miel entre EEUU y Cuba, honestamente y con convicción: lo dudo.

¡Recibe las últimas noticias en tus propias manos!

Descarga LA APP

Deja tu comentario

Te puede interesar