MIAMI.- Es un caso apropiado para decir que se trata de un candidato invisible. No contesta llamadas ni correos electrónicos. No se aparece en su recinto electoral el día de las elecciones, no tiene una página en Internet y lo único que confirma que se ha postulado a congresista estatal son poco más de una docena de carteles en las puertas de los recintos, aunque a la entrada no hay nadie convenciendo al incrédulo elector a que vote por él.
Se trata de David Rivera, el inefable eterno candidato republicano, que se enfrentó en las primarias del partido republicano para el distrito estatal 118 contra la excomisionada condal Lynda Bell, así como a Carlos Pria, Anthony Rodríguez y Steven A. Rojas Tallon.
Si lograra imponerse en esta primaria republicana, la decisión final de quien ocupará el escaño en el Congreso estatal la tomarían los electores en noviembre, y si resulta electo, sería el regreso de Rivera a la legislatura en Tallahassee, tras un paso fugaz por Washington como congresista federal por el antiguo distrito 25.
Es una tarea compleja pues su contendiente más directa es Lynda Bell y la excomisionada cuenta con el respaldo del exgobernador de Florida Jeb Bush y todo el aparato republicano que ve con recelo la participación de Rivera, tras una serie de escándalos sin aclarar, que permanecen bajo investigación en los que su nombre ha estado involucrado.
Por eso llama la atención el bajísimo perfil que ha adoptado Rivera en esta contienda. Se diría que casi ha hecho campaña desde la clandestinidad.
“No señor, no lo he visto por aquí, hoy a votar”, dice Manuel Rodeiro, un activista de un candidato rival en el precinto 768 en el SW del condado donde Rivera debe votar. Allí poco después del mediodía al menos no había nadie convenciendo a los electores en favor de Rivera y apenas había dos carteles con su rostro.
La asistencia a las urnas en el distrito estatal 118 ha sido baja. Contribuyó con ello las intensas lluvias pero también el hecho de que fuera un día de trabajo y ésa es una zona de gente trabajadora.
El resurgimiento de Rivera es un caso interesante de persistencia política pero es, al mismo tiempo, un reto a la memoria de los electores. “¿Quién me dice?”, pregunta, entonando la voz, por la difícil audición impuesta por los años, María Leonardo. Se le explica. “No sé quién es”, contesta. Además, la mujer aclara que es demócrata y está allí para votar en lo poco que le permiten, porque las primarias en Florida son ‘cerradas’ y en las primarias sólo se puede votar por los candidatos del partido en que se esté inscrito. En este caso, bajo la lluvia y amparada por el nieto, le motiva votar por la alcaldía del condado. A la salida confiesa que el alcalde Carlos Giménez se ha ganado, por lo menos, un voto en el precinto 768 del distrito 118 en el SW del condado.
Pero Rivera no se ha postulado solamente para congresista estatal, por eso se extraña su campaña ‘clandestina’. Tambien quiere ser miembro del Comité Ejecutivo del partido republicano en Florida. En este renglón se ha enfrentado a 10 contendientes, el más destacado es Bruno Barreiro y lo sería también Reinier Díaz de la Portilla si no se hubiera retirado.
Han sido dos candidaturas interesantes. El problema es que el candidato inexplicablemente brilla por su ausencia y aunque hay quien pregunte por él.
“Quiero verlo porque he votado por Rivera, un cubano íntegro”, dice Josefina Menéndez, a la puerta del precinto 768 con el rostro inmaculado.
Wasserman Schultz enfrentó al electorado tras una crisis
Debbie Wasserman Schultz llegó al Olimpo. Pero se desmoronó en medio de una complicada crisis política de los demócratas. Resulta que mientras era presidenta del partido, se inclinó escandalosamente a favor de la candidata demócrata, la exsecretaria de Estado Hillary Clinton y colocó toda la máquina partidista a su favor en contra del senador Bernie Sanders.
El asunto se descubrió precisamente el día antes de la inauguración de la convención demócrata en Filadelfia, el 24 de julio por la mano de una filtración de correos electrónicos, ‘cortesía’ de Wikileaks, ese baúl profundo de los secretos mundiales que aterroriza a muchos y ha destruido carreras políticas.
No se puede decir que eso ha pasado con Wasserman. La candidata por el distrito 23 en el sur de Florida, aun así, ha intentado un último esfuerzo y en vez de renunciar totalmente, solo lo hizo a la presidencia del partido y ha decidido hacer un último intento en las primarias partidistas frente a Tim Canova, un partidario de Sanders y que, debe estar saboreando la victoria de hacerla sufrir, aunque sea más que eso.
“Es lógico que el escándalo de los correos electrónicos la ha afectado. Wasserman Schultz tiene mucho que explicar y, afortunadamente para ella, el partido no le ha pedido muchas explicaciones. Sin duda porque no quiere que ese distrito caiga en manos republicanas”, explica el analista demócrata Robert Mauser a la cadena CNN.
Pero pudiera no ser suficiente, porque aunque Wasserman era popular en su distrito, al menos antes del escándalo, los electores siempre tienen la última palabra y decidirán si la absolverán de sus ‘pecados’. Los electores suelen ser crueles. Wasserman Schultz juega su última carta.