Claudio no es cualquier argentino en Miami. Es uno de los pocos que llegaron a Estados Unidos sin nada en el bolsillo y que alcanzaron el éxito profesional a fuerza de lucha y sacrificio. Su estrategia publicitaria para Toyota, en la que incluyó a su hijo Michael, logró conquistar a los miamenses, marcó un cambio de rumbo en los comerciales de la zona y disparó las ventas de las agencias de Kendall y West Kendall
Cuando Claudio González llegó a esta ciudad en 1982 no tenía dinero, no hablaba inglés y tampoco tenía ningún conocido. “Sólo traía 20 dólares cuando llegué y comencé a buscar trabajo… no fue fácil”, recordó quien tuvo que vivir en un automóvil y en un bar, trabajar en la cocina de un restaurante, cortar pasto y poner pisos, antes de poder demostrar sus grandes dotes de vendedor.
González afirmó que tuvo que ingeniar varias artimañas para sobrevivir, como calentar unas latas de ravioli en el tubo de escape del auto, simular que era chef cuando “no tenía ni idea del oficio” y memorizar frases en inglés para conseguir un empleo.
Cuando logró que le dieran un puesto en una concesionaria de autos de West Palm Beach, el hechizo se produjo: en pocas semanas quedó número uno en ventas y en un par de meses ya era gerente en la agencia. Al tiempo, volvió a Argentina, pero la crisis económica del país lo ahuyentó nuevamente hacia el Norte.
En 2005 puso otra vez sus pies en Miami y comenzó a trabajar en la concesionaria Toyota ubicada “una milla al sur del Dadeland Mall”, eslogan que inventó para la firma después de que el “carro viejo” que tenía se le quedara sin gasolina frente a la agencia. Volver a empezar también fue complicado: “De los 100 vendedores que había yo era el número 100, y es difícil ser argentino”.
Sin embargo, “Dios nos perdonó”, dijo con humor. Allí también se posicionó como mejor vendedor y consiguió el puesto de mánager desde donde le permitieron hacer cambios en la política y la publicidad de la agencia. Así logró que la firma diera un vuelco rotundo en la región y se colocara como la segunda en ventas del país.
Claudio utilizó su ingenio para hacer que los avisos de la agencia de autos fueran diferentes y se destacara de los demás. El secreto: comenzó a participar él en persona y también hizo que apareciera su hijo Michael, hoy de 14 años. El carisma de los dos, sus tonadas porteñas y la originalidad de los spots publicitarios los convirtieron en la imagen de las agencias Kendall, West Kendall Toyota y Lexus de Kendall, y se hicieron famosos en la comunidad.
Además, se enfocó en “cambiar los mensajes, no decir mentiras como el resto de las marcas, darle a la gente mensajes que les interesen, en los que se sientan identificados. Y luego poner la marca. Dejar que la gente elija”. Propuso también que la firma apoyara eventos solidarios para “devolverle a la gente lo que nos da”. Una fórmula que logró conquistar a los miamenses.
Hoy Claudio le enseña a su hijo cuáles son los secretos de la vida. Dijo que sueña con ver al pequeño convertido en un gran profesional. Y seguramente lo verá. Michael afirmó: “Cuando mi papá dice algo es por alguna razón, lo que dice que va a pasar, pasa. Siempre le pido consejos porque son los mejores”. Cuando mira a su padre y habla de él, devela cuánto lo valora y admira.
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