MIAMI.- DANIEL CASTROPÉ
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Una antigua compañera de Nicolás Maduro en el Liceo José Ávalos de El Valle, donde juntos cursaron cuarto y quinto año de secundaria. Habla en exclusiva y afirma que “era callado y no dejaba de tramar cosas”
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La mayoría de personas que tuvieron relación directa o indirecta con el hoy presidente Nicolás Maduro, durante sus años de niñez y juventud, coinciden al afirmar que no conocen a otra persona más “cerrada” para los estudios que el heredero del Gobierno de Chávez, en la “República Bolivariana de Venezuela”.
María Verónica Benítez, venezolana por adopción, quien hoy radica en Miami “por cosas de la vida y el destino”, no podría ser la excepción. En sus propias palabras, “Maduro siempre fue brutísimo para los estudios y pasaba ‘raspados’ los años”. No en vano en las redes sociales, sitios web, corrillos políticos y en cualquier esquina se le conoce al regente de los destinos del país suramericano como “Maburro”.
Esta mujer de ojos verdes y sonrisa contagiosa, nacida en Cuba y llevada a Venezuela cuando tenía dos años, fue compañera de Nicolás Maduro en el Liceo José Ávalos de El Valle, donde juntos cursaron cuarto y quinto grado de secundaria. Maduro era el mejor amigo y también compañero de clases de Néstor Ramón Duarte, novio de María Verónica en ese entonces, con quien compartía afición por el deporte del baloncesto.
María Verónica Benítez, venezolana por adopción, radica hoy en Miami. (CORTESÍA)
“Ellos jugaban en el mismo equipo de ‘basket’ y, por ende, yo tenía que verlo durante todos los juegos a los que yo asistía para ver a mi novio”, dice María Verónica, a lo que agrega: “Era muy bueno jugando por su estatura y bastante atractivo, pero realmente malísimo como estudiante”.
La cubana nacionalizada en Venezuela, quien salió del país contradictoriamente hastiada del gobierno de su antiguo compañero de clases, no duda en calificarlo como un hombre revolucionario y parco en su forma de ser. Le decía “la negra”, y en la actualidad, según María Verónica, “lo único negro es el panorama de nuestro país en manos de quien desde niño demostró que sería un hombre vulgar y soez en todo sentido”.
Dice recordarlo, además, como un joven de mirada penetrante y siempre enrolado en protestas realizadas por estudiantes en procura de mejores condiciones para el plantel educativo o en busca de otras concesiones. “Era callado y nunca dejaba de tramar cosas”, afirma.
“Quemó la secretaría del Liceo”
María Verónica asegura que las actividades revoltosas del joven Maduro obligaron a las directivas del Liceo José Ávalos a expulsarlo irremediablemente.
“Podría tener él unos 17 o 18 años cuando junto a Juan Barreto, quien después se desempeñaría como alcalde de Caracas, en la época de Chávez, decidió prenderle fuego a la secretaría del Liceo”. ¿Por qué lo hizo? “Simplemente tomó esa decisión en respuesta a su expulsión del plantel y para demostrar de lo que sería capaz sino lo reintegraban a clases”, recuerda con asombro.
Todos los amigos cercanos de Maduro llegaron a conocer la verdad alrededor del incendio. Sin embargo, nadie se atrevió a denunciarlo. “Mi novio me lo confesó y yo a él le creí y aún le creo porque no tenía motivos para mentirme”, asevera María Verónica.
“Maduro es venezolano”
Contrariando los rumores que circulan en torno a la procedencia de Nicolás Maduro, al que algunas personas y sectores consideran como colombiano, su ex compañera de clases dice estar completamente segura de que es venezolano.
Se presume que Nicolás Maduro nació en Bogotá y llegó a Venezuela cuando tenía dos años, según testimonios de múltiples testigos que conocieron a la familia de Maduro y una investigación que realizara el historiador Walter Márquez, quien ganó fama en Venezuela tras esclarecer algunos de los casos más sonados del país.
“Su mamá era de La Grita, en el Estado Táchira, y también una prima de él que era muy amiga mía en la adolescencia. El que sí era colombiano era su padre, pero no él. Maduro es venezolano”, afirma segura de sí misma.
Dice que con tantas falsedades es obvio que nadie le crea. “Uno debe ser balanceado en la vida y Maduro nunca lo ha sido. Aún recuerdo que hacía las cosas y luego se iba a esconder en la parte de atrás del liceo”, anota la cubana.
El ascenso de Maduro
En sus días de muchacho, Nicolás Maduro participó en un grupo de rock y gustaba de la “salsa dura”. De un momento a otro, manifiesta María Verónica, se hizo dirigente la Liga Socialista con Juan Barreto y Jorge Luis García Carneiro, entro otros. Este último luego sería gobernador del Estado Vargas, también aliado de Chávez.
“No sé en qué momento estudió diplomacia porque él jamás pisó una universidad. Más tarde supe que se fue a conducir autobús y terminó dirigiendo el sindicato de la empresa de transportes en Caracas”, afirma.
Más nunca supo de su antiguo compañero hasta que empezó a verlo al lado de Hugo Chávez Frías cuando asumió la Cancillería venezolana. “Entonces yo llamé por teléfono a mi antiguo novio Néstor y le dije: ‘Ay, Dios mío, ahora sí Venezuela está en pésimas manos”, recuerda entre risas e indignación.
Como presidente, el único momento de interacción entre Maduro y su antigua compañera de clases fue una vez en medio de una Serie del Caribe de béisbol. “Este tipejo hizo poner en televisión que el himno de Cuba era la canción ‘Guantanamera’, lo que me causó una gran indignación a tal punto que le escribí por Twitter exigiéndole más respeto. A los pocos minutos rectificaron lo que habían puesto en pantalla”, dice.
La Venezuela de hoy
María Verónica no titubea al afirmar que lo peor que le ha ocurrido a Venezuela es que una persona como Nicolás Maduro haya llegado al poder.
Dice que al escucharlo hablar de “justicia social”, el presidente de los venezolanos demuestra cuán bajo es. “¿Qué se puede esperar de un hombre que en su juventud hacía fraude al copiarse en los exámenes y quemaba llantas? ¿Es eso ser justo?”, expresa en tono tajante.
Para ella, Venezuela va de mal en peor. “Es muy alto el número de venezolanos que no encuentra otra salida sino abandonar el país y radicarse en otros lugares como me ha tocado a mí”, dice María Verónica, quien se desempeña como cajera en una tienda 7 Eleven del área de Kendall.
“Casi siempre es motivo de orgullo decir que uno estudió con una persona, pero en este caso me da vergüenza reconocer que en otra época tuve que compartir salón de clases con este hombre que hoy tiene sumido a mi país en la miseria”, puntualiza.
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