CARACAS.- MARTA SEDES VON DEHN / ESPECIAL
CARACAS.- El hampa común ha encontrado una manera fácil, rápida y aparentemente menos riesgosa para el criminal, de conseguir dinero a expensas de quienes aman a sus animales. Las autoridades, al parecer, se dan por desentendidas
CARACAS.- MARTA SEDES VON DEHN / ESPECIAL
Gerson Pérez es un habitante muy apreciado en la venezolana isla de Margarita. Allí se mudó desde Caracas hace unos 10 años, buscando progreso y la serena calidad de vida que no ofrece la ciudad capital. Allí también hizo parte de su familia a Shanti, una cachorra de raza Schnauzer, cuyo nombre proviene de la palabra que en sánscrito significa paz.
Sin embargo, la paz le fue arrebatada del mismísimo porche de su casa el año pasado. En cuestión de un instante, Shanti había desaparecido prácticamente ante los ojos de su amo, mientras se escuchaba el sonido de un automóvil alejándose a toda velocidad.
“Me volví como loco –contó Pérez–, empecé a buscar por todas partes. Imprimí volantes de inmediato ofreciendo una recompensa a quien diera información que me permitiera encontrar a Shanti”.
Al día siguiente, Pérez recibió una llamada a su teléfono móvil desde un número no identificado. Efectivamente, quien llamaba aseguró que se habían llevado a la perrita y la tenían en su poder. Le indicó que ella estaba bien, que no llamara a la policía porque entonces no la volvería a ver, y que si quería recuperarla debía darle 5.000 bolívares. Desesperado, Pérez accedió de inmediato.
Cumplida la cita para el pago del rescate, Shanti regresó a brazos de su amo, no sin antes de que éste recibiera la consabida amenaza que ya los venezolanos tristemente están acostumbrados a oír: sabemos dónde vives, dónde trabajas, dónde está tu familia… Si denuncias, atente a las consecuencias.
Habían transcurrido sólo 48 horas, pero Shanti fue devuelta sucia y atontada. El examen veterinario determinó, además, que había sido maltratada en su zona genital.
Tras lo ocurrido, Gerson Pérez consultó con un efectivo del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (CICPC), quien le reconoció que ciertamente había muchos casos similares, pero que las autoridades no podían hacer nada porque el secuestro de mascotas no está tipificado como delito.
Sin reportes oficiales
DIARIO LAS AMÉRICAS salió a la calle a buscar información acerca de esta llamada ola de secuestros de perros. Consultamos a oficiales de las policías de los municipios Baruta y El Hatillo, en Caracas –en los cuales ocurren la mayoría de casos– y del Cuerpo de Bomberos de El Cafetal, y en ningún caso señalaron tener información al respecto. “No hemos recibido ninguna denuncia” fue la respuesta común. Asimismo, llamamos a la Asociación Pro Defensa de Animales (APROA) y aseguraron no poseer ningún dato sobre el tema.
Pero al consultar con personas particulares, cambia el panorama. Muchos, como Gerson Pérez, han sido víctimas. Pero también abundan quienes han sido testigos o conocen al menos un caso que pueden citar.
Por ejemplo, en la urbanización Colinas de Bello Monte, de Caracas, Silvia Salazar vio como a una señora de la tercera edad le fue arrebatado su perro. “La señora iba con bastón y casi la tiraron al piso. Huyeron y luego la llamaron para pedir rescate. En la plaquita de identificación del perro estaban los datos”.
Virginia Cherubini, vecina del caraqueño sector El Cafetal, tiene amplia información. Conoce varios casos de perritos secuestrados en la urbanización La California, y tiene conocimiento de algo aún más grave: la modalidad conjunta de secuestrar a las personas mientras pasean a sus perros para realizarles un “secuestro express” o “paseo millonario”. Asegura que en la zona hay dos bandas que operan de ese modo.
La ocurrencia de estos hechos también fueron confirmados por el veterinario Otto Alvarado. “Sí ocurre bastante. Y el modo es robar al perro, llamar al dueño y pedir rescate. Generalmente los secuestradores exigen entre 5.000 y 20.000 bolívares”.
Un delito desconocido
Efectivamente, el secuestro de perros no está tipificado como delito porque el secuestro está entendido en la legislación venezolana como la privativa de libertad de una persona, pero sí existe todo el marco legal para proteger a las víctimas –mascota y propietario– y sancionar a los delincuentes.
“Cuando se roban a un perro, o cualquier otro animal, a partir del momento en que llaman para pedir dinero se perfecciona el delito de extorsión”, explicó Zayra Gómez, abogada especializada en el tema de protección a la fauna y activista proteccionista de dilatada experiencia. Este delito, dependiendo de los agravantes de cada caso, está penado según la Ley Contra el Secuestro y la Extorsión con prisión desde diez hasta quince años.
“Venezuela cuenta también con la Ley Para la Protección de la Fauna Doméstica, Libre y en Cautiverio, la cual tipifica todo lo relativo al maltrato de las mascotas. En este sentido, el solo hecho de separar a un animalito de su dueño ya califica como tal. Asimismo aplica en el caso de quienes roban para la explotación reproductiva, lo que ocurre generalmente en condiciones deplorables que incluyen encierro, condiciones precarias de alimentación e insalubridad, que también son delitos”, señaló Gómez. “Esta Ley contempla restricciones a la propiedad y tenencia, al igual que al maltrato físico. Yo puedo inferir que para robarse a una mascota ésta puede ser forzada, golpeada, amarrada, lo que agrava el delito”, amplió.
A las mascotas también las protege el Código Civil en su artículo 1185, el cual considera al animal como una cosa, un objeto. Esto puede no agradar a los amantes de los animales, pero en materia de habilitación sí es conveniente porque en el caso de su robo, puede denunciarse como tal.
Igualmente, el artículo 478 del Código Penal de Venezuela establece que aquel que mate o cause mal a un animal ajeno será penado, por acusación de la parte agraviada, con arresto de ocho a 45 días. Esto contempla incluso la pérdida de valor de un animal, por ejemplo si se le ocasiona algún tipo de daño. Por su parte, el artículo 537 del mismo código contempla multa a quien cometa crueldad o maltrato contra animales.
Sin embargo, como pudimos corroborar, la mayoría de los funcionarios venezolanos desconocen este marco legal, por lo cual no actúan eficazmente ante las solicitudes de ayuda de las víctimas. Y en ese desconocimiento se amparan quienes han hecho del secuestro de mascotas el delito de moda. “Las personas deben llevar sus denuncias a las fiscalías municipales”, agregó Gómez, “porque el delincuente se resguarda en el desconocimiento”.
A todos les duele Kamila
El pasado 24 de diciembre de 2014, las redes sociales en Venezuela se hicieron eco masivo del reclamo de Llamilet Pinto y César Díaz, propietarios de una Schnauzer llamada Kamila, quien se extravió en el aeropuerto de Maiquetía –que sirve a la ciudad de Caracas– por mal manejo por parte de la aerolínea Aserca del kennel en el que se le transportaba.
Hasta la fecha, aún se desconoce el paradero de Kamila a pesar de que a diario sus dueños realizan actividades de difusión y operativos de búsqueda con el apoyo de diversas instituciones y organismos. Y quien la tenga en su poder probablemente no sabe que está delinquiendo.
Si de algo ha valido la pérdida de Kamila ha sido para sensibilizar a algunas autoridades y organismos públicos en cuanto al valor que tienen estos animalitos para las personas. Ojalá que ello conduzca a un mayor conocimiento de las leyes involucradas y, en consecuencia, a una acción efectiva para perseguir y sancionar al que comete este tipo de delito.