El asesinato del activista conservador Charlie Kirk ha sembrado nuevamente miedo y alarma en todo el país, y el Congreso no ha estado inmune a esta reacción. Tanto políticos como legisladores con posturas firmes están preocupados por su propia integridad física.
Mientras tanto, hay muchas preguntas por responder sobre cómo proteger a figuras públicas como Charlie Kirk.
¿Cómo fue posible que un joven de 22 años se colocara en un tejado con vistas al estrado donde se encontraba el popular orador, disparara su arma y escapara?
El terrible tiroteo en Utah, la semana pasada, fue similar en todos los aspectos al atentado contra el presidente Donald Trump, ocurrido hace más de un año: un joven armado apuntando a su objetivo desde un tejado. ¿Cómo no se pudieron prevenir estos incidentes en una época de renovada violencia política?
El entonces candidato presidencial republicano sobrevivió milagrosamente, pero no fue gracias a su equipo del Servicio Secreto, ni al FBI, ni a las fuerzas del orden locales en Butler, Pensilvania, donde tuvo lugar el tiroteo el 13 de julio del año pasado. Para suerte, Trump ladeó la cabeza esquivando un tiro que podía haber sido mortal resultando solo herido en el oído.
Esta vez, trágicamente para Kirk y su familia, el tirador fue tan preciso que, con solo un disparo alcanzó fatalmente al activista político.
El asesinato ha conmocionado a toda la nación, especialmente a las figuras políticas relevantes que ahora se sienten más vulneradas en su seguridad. Muchos congresistas expresaron su preocupación tras el tiroteo fatal en un campus universitario de Utah.
Si bien, el asesinato ha generado una reacción contundente de rechazo, muchos parecen responsabilizar a una izquierda progresista, del aumento de la violencia política.
La realidad es que figuras de ambos partidos políticos han sido blanco de personas armadas.
En junio, un asesino mató a la expresidenta de la Cámara de Representantes de Minnesota, la demócrata Melissa Hortman, y a su esposo; en octubre de 2022, un hombre irrumpió en la casa de la expresidenta demócrata de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi y atacó a su esposo con un martillo.
Estos incidentes forman parte de una larga lista precedida por el presidente John F. Kennedy o Martin Luther King Jr., asesinados en noviembre de 1963 y abril de 1968 respectivamente.
Y como olvidar el atentado contra el presidente Ronald Reagan, en marzo de 1981, 70 días después de que asumiera la presidencia.
La polarización política no conoce de barreras partidistas e incluso, escuelas, iglesias y otros lugares públicos, tampoco están a salvo de los tiroteos.
Puede que no se definan como asesinatos políticos, pero involucran a individuos con personalidades obsesivas y violentas, ninguno de los cuales debería haber tenido acceso a rifles de asalto de tipo militar.
Cada vez que se produce un tiroteo múltiple o un asesinato político selectivo, se genera una protesta pública, pero hasta ahora nada ha cambiado para prevenir un nuevo ataque, a menos que el Congreso respalde alguna iniciativa.
Ahora, quizás con los políticos cada vez más preocupados por su propia seguridad personal, puede que haya un cambio de actitud.