En el cierre de la Convención Nacional Republicana, y con un discurso que se extendió por unos 90 minutos, el magnate intentó vender una imagen de “salvador” al decir ser el único capaz de llevar a Estados Unidos a ser “el número 1” otra vez respetando “la ley y el orden” y devolviendo al país la seguridad y paz que quieren sus ciudadanos.
A diferencia de otras ocasiones, Trump habló con más cordura, menos impulsivo y enfocándose en algunos de los temas que más preocupan al país como la economía, seguridad, educación, inmigración, cooperación comercial y relaciones exteriores. Escuchamos sobre un Trump como buen padre, esposo y amigo; con valores y principios como la igualdad, bondad, solidaridad, lealtad, fortaleza, justicia y responsabilidad.
Como no he conocido al candidato, ni lo he visto más allá de sus programas de televisión o entrevistas, no puedo afirmar que alguno de los valores o principios efectivamente lo caractericen. Lo que sí puedo decir, por mi experiencia en los medios de comunicación, es que el de esta semana, fue un gran espectáculo.
Y no lo digo ni por la entrada triunfal que tuvo el primer día al presentar a su esposa Melania, ni por las inesperadas apariciones los días dos y tres de la convención, ni porque Trump carezca de la capacidad (o la intención) de ser un buen Presidente; sino porque durante los cuatro días que duró el evento, hubo desde enfrentamientos, hasta risas, llantos y el cierre con el protagonista como “el gran ganador” tras vencer a 16 oponentes y un sinfín de obstáculos y presagios que lo daban por perdedor en los primeros cien días de su postulación como precandidato.
Error. Trump venció a 15 hombres y una mujer con más o menos cualidades que él, pero con más experiencia política o por lo menos más mesura y prudencia. Echó abajo el pronóstico de decenas de analistas y enterró el deseo de fracaso que presagiaron muchos. Para bien o para mal, hay que reconocer que, si bien falta ver cómo le va en las elecciones de noviembre, Trump tiene la mentalidad de un ganador. Nunca ha dudado que llegará a la presidencia ni ha dejado de visualizarse sentado en la más codiciada silla en la Oficina Oval.
Apoyado en él, en mi opinión, fantástico eslogan de “Hacer a América Grande“ (“Make America Great”) en el cierre de la Convención Republicana, Donald Trump presentó no lo que haría para lograrlo, sino los errores de su contrincante demócrata que impedirían que el país recuperara su fortaleza, posición e imagen a nivel global si ella llegara a ganar las elecciones.
En esta convención, la demócrata Hillary Clinton quedó como mentirosa, egoísta, irresponsable, traidora y arrogante, con temas desde Bengasi -incluyendo la muerte de un diplomático, agentes federales y miembros de las fuerzas armadas de Estados Unidos-, hasta los correos electrónicos en los que envió información clasificada por un servidor que no es el del gobierno de Estados Unidos.
Con todo y estos asuntos en contra, Clinton, aceptará la nominación de su partido (el demócrata), con más simpatías y en un ambiente de unión y, a diferencia de Trump, con la experiencia de varios cargos públicos de los que, aunque algunos critiquen sus prácticas, le han permitido aprender “la política de la política” en la que, si bien no se puede complacer a todos, por lo menos sabe cómo aparentar mejor que Trump, que las cosas están bajo control.
www.lucianavarro.com
@LuciaCNavarro
P.D. Sobre Ted Cruz, qué puedo decirles. Me parece que es un hombre de honor pues, a pesar del precio político que podría representarle el no haber apoyado públicamente a Donald Trump, se mantuvo en sus principios y eso creo que es digno de aplaudirse. Por lo menos yo tampoco podría apoyar a quien hubiese agredido a mi padre, a mi esposo o mis hijos.