jueves 8  de  mayo 2025
Opinión

La fractura emocional venezolana

En Venezuela, salvo quienes son gobierno o se han pegado a él, todos somos víctimas, pero ha habido grados de sufrimiento y de martirio

Diario las Américas | IBÉYISE PACHECO
Por IBÉYISE PACHECO

Todo aquel aún encerrado en las mazmorras del régimen, así como los excarcelados, merecen respeto y conmiseración. Basta un día en las prisiones venezolanas para saber lo que es el infierno.

En Venezuela, salvo quienes son gobierno o se han pegado a él, todos somos víctimas, pero ha habido grados de sufrimiento y de martirio. Miles de familias han llevado la peor parte de esta dictadura. Padres que han perdido a sus hijos en protestas pacíficas, familias desmembradas y arruinadas, muchas fuera del país; y por supuesto los presos políticos, sometidos a las peores torturas físicas y mentales. Con ellos, su familia está presa también.

La tortura es práctica sistemática del régimen en Venezuela. Se podría decir que para los funcionarios de Sebin o DGCIM torturar es de ejecución obligatoria, siguiendo el patrón de los regímenes más sanguinarios.

Quienes la ejecutan merecen la peor de las penas y, de modo contrastante, deberíamos de ser especialmente bondadosos y comprensivos con sus víctimas, que han sido utilizadas como sujetos de extorsión y depósito de perversiones y complejos.

Es muy rudo admitirlo, pero estamos igualados a dictaduras como la de Rumanía con la prisión de Pitesti que con su programa de educación con torturas físicas y psicológicas extremas empujó a los presos al suicidio; o con Nicaragua, donde la pareja perversa de dictadores, Daniel Ortega y su esposa Rosario, disfrutan ver sometidos los presos a golpizas, asfixia y abuso sexual, o Putin, a quien Maduro acaba de visitar.

Apenas unos días atrás registramos el suicidio de Lindomar Jesús Amaro Bustamante de 27 años. Lindomar se ahorcó en Tocorón; había sido detenido en el estado Cojedes en el contexto de las protestas ante el robo de las elecciones de Nicolás Maduro. Lindomar tenía quince días en una de las celdas de castigo utilizada para aplicar tortura psicológica y tratos crueles. Es la sexta víctima fallecida bajo custodia del Estado venezolano entre 2024 y lo que va de 2025.

Una prueba más para documentar los efectos devastadores de la fractura emocional de la sociedad venezolana.

A los familiares no les permiten ni llorar. El mensaje automático va también para los cercanos de otros presos políticos que paralizados temen que sus movimientos sean activadores de peores castigos que lleven a la muerte del rehén, mientras los torturadores mayores, las sádicas cabezas del régimen, disfrutan observar a una sociedad paralizada de miedo.

Al respecto, expertos han referido que, a medida que la tortura se normaliza o se invisibiliza, la sociedad corre el riesgo de anestesiarse ante el dolor ajeno, de convivir con la cotidianidad del mal, dejando de conmoverse. Esa desensibilización es una especie de muerte moral colectiva, el estado ideal para las dictaduras que saben que una sociedad indiferente es una sociedad controlada.

Estamos en un punto de gran peligro del que evidentemente la dictadura ha sacado provecho.

Luego del indiscutible triunfo del 28J, cuando pudimos comprobar que somos una mayoría que doblegó al oficialismo, la reacción del régimen ha sido feroz. Y que nadie dude que puede ser peor.

Estos tipos están atados al poder y al crimen organizado. Y saben que no hay lugar en la tierra donde se puedan esconder ni librarse de pagar el mal que han hecho.

Son una obvia minoría que se ha ganado el odio de la mayoría del pueblo.

Pero la dictadura tiene muchos recursos para sostenerse en el poder. Su plan permanente, además de generar el miedo paralizante, es horadar la confianza individual y colectiva, y para eso también utilizan la tortura, para mantener a la sociedad pasiva y en silencio. Y algo muy importante, cultivan la división, la desconfianza y por eso premian la traición.

Convocar a elecciones, irónicamente, es parte permanente de la agenda que el régimen de Maduro utiliza para dividir una oposición consolidada para despreciarlo. La impotencia de la oposición por no lograr el objetivo acumula una peligrosa alianza de la rabia y la desconfianza que llevan por el despiadado camino donde lo humano pierde sentido.

Estas elecciones del 25 de mayo son un instrumento de Maduro para pescar oportunistas opositores, algunos de los cuales han desplegado sus miserias, aunque otros creen honestamente en el proceso electoral; pero el resultado es el mismo: estamos divididos, nuevamente.

Así comenzamos a atacarnos unos a otros. Descalificamos, acusamos, lapidamos a quien actúa distinto a como pensamos. El juicio trasciende más allá de los políticos, a muchos de los cuales hemos sepultado vivos sin valorar y mucho menos agradecer su sacrificio. Pero el hacha implacable se extiende a todos los oficios. Todos somos víctimas posibles de un paredón.

Y el régimen sonríe.

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