u201cExi nunc, Zabulon u201d (sal ahora, Zabulón). El padre Fortea no paraba de gritar arrodillado frente a la joven. Marta, según su madre y el sacerdote exorcista estaba poseída por el demonio, y cada domingo en una discreta iglesia ubicada en la zona de Alcalá de Henares, Madrid, repetían durante horas un ritual para tratar de expulsarle. n n Nunca me imaginé que pasaría una mañana de sábado en una capilla contemplando a una joven gritando con voz ronca en un lenguaje indescriptible, saltando sin parar y amenazando e insultando a todos los que allí nos encontrábamos. Juan Antonio Fortea, un cura español autorizado por el Vaticano para realizar exorcismos, me invitó a una de sus sesiones para que diera fe de lo que allí ocurría. n n Fortea me habló de Marta, una chica sencilla y tímida residente en una pequeña ciudad española. Al parecer en un juego adolescente con sus amigas había sido poseída por siete demonios a través de la güija, el tablero a través del cual aparentemente se puede contactar con los espíritus.
Marta y su madre viajaban cada sábado en tren hasta Madrid para someterse a las sesiones con Fortea. n n Entre las dotes sobrenaturales que los seres diabólicos le había otorgado a su presa se contaban la de hablar lenguas muertas o desconocidas, gritar con voces sobrecogedoras que luego no dejaban rastro en su garganta, una fuerza descomunal y la capacidad de levitar varios palmos sobre el suelo. n n No sé si pesó más la curiosidad periodística o o mi afición por las películas de terror, entre las que El Exorcista es una de las primeras de la lista, pero allí estaba ncumpliendo mi cita con Satanás y golpeando la aldaba de la iglesia donde a base de invocaciones, crucifijos y agua bendita íbamos a exigirle a Zabulón, que siguiera el camino de los otros 6 demonios y abandonara, el angelical cuerpo de Marta. n n Confieso que cuando aquel cura me abrió la puerta y escudriñé su silueta alargada en una sótana negra ajustada, reparé su inquietante barba de chivo y escuché su voz susurrante que me ordenó u201csígueme u201d estaba totalmente aterrorizado y dispuesto a creerme ciegamente la historia de Marta y Zabulón. n n Minutos después, cuando me sobrepuse a la atmósfera de terror, solo veía a una pobre chica gritando y saltando en un espectáculo más patético que sobrenatural, a una madre dominante y desquiciada y a un sacerdote con ganas de hacerse famoso. n
Zabulón ni estaba ni se le esperaba. Así me lo confirmó meses después un catedrático de Psiquiatría de la Universidad de Granada que había tratado a Marta. n n En lo que a mí respecta, el diablo no existe o al menos en la forma sobrenatural que algunos nos lo quieren presentar. El mal está dentro de algunas personas que nos lo demuestran todos los días con sus actos y no necesariamente hablan lenguas muertas, gritan, escupen espumarajos por la boca o son capaces de suspenderse sobre el suelo sin apoyo.