jueves 20  de  marzo 2025

Veteranos de guerra deportados

Fueron entrenados para defender con su vida al país y estaban dispuestos a entregarla si hubiera sido necesario. nEstuvieron en Vietnam. Fueron a Granada, Kosovo y a Irak, a Afganistán.

Volvieron con vida aunque no necesariamente sanos. Fueron testigos de momentos aberrantes. Fabián Rebolledo, que fue sargento del Army y hoy es cofundador de la página web Veteranos Sin Fronteras, me dijo de manera muy seria: u201cA uno lo entrenan para ser soldado; salimos del servicio, pero no salimos totalmente bien.

Yo estuve fuera del país, vi cosas inexplicables, u00bfme entiendes? Y luego uno llega, regresa, pero no estamos totalmente bien u201d. nHéctor López sirvió seis años en el Navy y me aseguró: u201cCuando andamos mal, con el trauma, sólo nos dan medicinas que nos ponen 'down', nos bajan como zombis; eso no sirve u201d.

Su lealtad al país los guio a él y a los demás desde que se enlistaron y, aunque a casi todos les habían prometido muchas cosas, se conformaron con ser soldados de los EEUU y veteranos de guerra. n

Pero tenían un punto en común, sus padres los habían traído al país como indocumentados y a pesar de que a muchos de ellos les hicieron creer que después de prestar servicio en las fuerzas armadas podrían ser ciudadanos o por lo menos residentes legales, no fue así. Y nunca reclamaron.

Su amor a los Estados Unidos era más fuerte. Álex Murillo, muy triste, dice entre sus compañeros de infortunio: u201cDesde que yo recuerdo, yo soy americano. Crecí en Arizona, fui a la escuela. Yo no sé nada de México, no soy mexicano u201d. Héctor le responde: u201cYo aunque nací en México, crecí en Estados Unidos desde bien chamaquito; yo me siento americano y soy americano. Nadie me lo va a quitar u201d.

Ése es uno de los mayores sufrimientos de estos veteranos de guerra deportados. Saberse americanos porque desde niños se los llevaron a Estados Unidos y a pesar de sus actos en las fuerzas armadas, son rechazados por el país que aman. n

Si bien es cierto que cometieron errores una vez que dejaron las filas militares, sus desaciertos están registrados como felonías menores; como infracciones de tránsito no pagadas, falsificación de un documento o no dar la ayuda económica ordenada por un juez a una exesposa, entre otras cosas.

Están conscientes que deben pagar sus fallas como marca la ley estadounidense, pero no consideran que sus faltas ameriten la deportación y mucho menos el sufrimiento extremo de ser separados de sus familias e ir a un país al que no pertenecen.

Por si fuera poco, no están recibiendo tampoco los beneficios a los que, como veteranos, tienen derecho. u201cTengo derecho a 200.000 dólares para mi escuela, a ver a un médico sin costo y a mi pensión u201d, dice Fabián, u201ctodo eso nos lo han quitado sin derecho u201d.

u201cLos derechos como veteranos nunca los podemos perder u201d -responde Héctor- u201cestá escrito en el contrato que hicimos con los Estados Unidos. La administración de veteranos va a estar con nosotros el resto de nuestras vidas u201d, asegura. n

En México hay alrededor de 4.000 veteranos de guerra deportados y, como dice Álex, aún tienen una misión por cumplir: u201cLa misión es volver a casa, volver con la familia.

Éramos americanos cuando nos enviaron a los diversos frentes, éramos americanos con el uniforme. Todavía lo somos u201d.

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