Alberto Scharffenorth
Especial
Junto con la revolución de internet irrumpieron plataformas como Napster y Gnutella que permitieron al público melómano adquirir títulos de forma gratuita, infringiendo una estocada mortal a los sellos de grabación pero también perjudicando sensiblemente a los músicos. Pero de forma más importante, aunque estos servicios fueron bloqueados en poco tiempo, el panorama económico de la industria cambió para siempre
Alberto Scharffenorth
Especial
Hubo un tiempo cuando el dominio de la música, que la gente podía escuchar, estaba en manos de un puñado de poderosas casas de producción y grabación. Entre las décadas de los años 50, cuando las tonadas populares comenzaron a masificarse con la proliferación de la radio, y la de los 90, cuando el internet comenzó a democratizar los contenidos, cinco o seis nombres estaban detrás de la enorme mayoría de la música que trascendía a los grandes públicos. La irrupción de muchos dispositivos y facilidades tecnológicas hicieron posible que los nuevos intérpretes se abrieran paso hacia su público, sin tener que entregar virtualmente la propiedad de sus creaciones a las productoras. La evolución en las herramientas de grabación, edición, masterización y post producción, la apertura de canales alternos a la radio y los soportes digitales cambiaron drásticamente el panorama de la industria musical como se conoció durante medio siglo.
Auge y caída
Mientras la experiencia de escuchar música ocurría desde las emisoras de radio y mediante la compra de discos de vinil, casetes y finalmente CD´s hasta el final de los años 90, el nuevo siglo trajo la adquisición de la musical digital por medio de las llamadas descargas. Junto con la revolución de internet irrumpieron plataformas como Napster y Gnutella que permitieron al público melómano adquirir títulos de forma gratuita, infringiendo una estocada mortal a los sellos de grabación pero también perjudicando sensiblemente a los músicos. Pero de forma más importante, aunque estos servicios fueron bloqueados en poco tiempo, el panorama económico de la industria cambió para siempre. Los números pueden ilustrar con mayor dramatismo esta idea: mientras las ventas totales de música alcanzaron los 15,000 millones de dólares en 2001, nueve años después cayeron a menos de la mitad. Esto no incluye el paradójicamente creciente segmento de las presentaciones en vivo que, en parte gracias al perfeccionamiento de dispositivos de multimedia que enriquecen los shows y con la ayuda de las redes sociales, en 2014 registró ventas por 6,000 millones de dólares, más del triple de crecimiento en el mismo período.
Del MP3 al streaming
Durante los primeros 10 años del siglo XXI transitamos la experiencia, a veces tediosa pero siempre confusa, de transferir toda nuestra música depositada en cientos de CD´s, y para los más veteranos, casetes y discos de vinil, a dispositivos de almacenamiento digital de los cuales por su puesto el IPod se convirtió en el genérico dominante de la música portable del mismo modo que el walkman y el discman reinaron en los 90.
A continuación pasamos poco a poco a dejar nuestros IPod a medida que la música comenzó a fluir directamente de nuestro Smartphone, tableta o PC. Hoy la gran mayoría de la música se escucha directamente de un servicio de almacenaje de música que funciona con ciertas diferencias entre ellos, pasando de una experiencia muy similar a la de la radio a otra más parecida a la de las listas que guardamos en nuestros iPod o MP3.