MIAMI.- Belén González
MIAMI.- Cuando ejercitarnos se vuelve un asunto compulsivo, estamos ante uno de los trastornos emocionales más comunes del siglo XXI
MIAMI.- Belén González
Especial
La vigorexia, también llamada “complejo de Adonis”, es un trastorno psicológico que implica una percepción distorsionada de la imagen personal, que produce en el afectado, una obsesión por ejercitarse para aumentar a cualquier precio su masa corporal.
Las personas vigoréxicas, al mirarse en el espejo, ven el reflejo de alguien en extremo delgado, enclenque y débil, aunque generalmente se trata de individuos con una musculatura trabajada y bien desarrollada. Y es que precisamente, este desorden psíquico asocia belleza con aumento de masa muscular, por eso se le conoce además como "anorexia atlética".
Contrariamente a lo que muchos pudieran pensar, la vigorexia no es un problema exclusivo de quienes acuden obsesivamente al gimnasio, sino también de deportistas profesionales. Este trastorno no diferencia en cuestión de sexos, aunque ciertamente afecta especialmente a varones entre los 18 y los 35 años de edad, de clase media y con problemas de autoestima.
Origen y categorías
Si bien la vigorexia, no está reconocida como enfermedad por la comunidad médica internacional, el incremento en el número de casos ha hecho que se le clasifique como un desorden emocional clasificado en dos grandes grupos: la de los pacientes que enfrentan una alteración importante de su imagen corporal y como consecuencia quieren estar más fuertes; y aquellos que se someten a extenuantes entrenamientos diarios y no conciben la vida sin hacer deporte.
En ambos casos, se trata de una conducta obsesiva originada fundamentalmente por problemas de autoestima. De hecho, los especialistas coinciden en que se trata de un comportamiento propio de personas inmaduras, introvertidas y, sobre todo, inconformes con su apariencia que, tras trabajar su cuerpo de forma excesiva, sólo logran desarrollar una masa muscular que no resulta acorde con su talla y contextura física.
Este trastorno, puede llegar a evolucionar en un cuadro obsesivo compulsivo, muy parecido al de la anorexia, no en vano comparten el mismo principio de distorsión de la imagen personal al que se suman alteraciones nutricionales y metabólica.
Sin embargo, hay diferencias muy marcadas, por ejemplo en materia de autoimagen, la anorexia la relaciona con la obesidad, mientras que la vigorexia lo hace con la debilidad y falta de tonicidad muscular; por otra parte, las mujeres tienen mayor tendencia a ser anoréxicas, y los hombres vigoréxicos; y a nivel farmacológico, mientras para bajar de peso se usan laxantes y diuréticos, el recurso para aumentar masa muscular son los anabólicos.
Arma de doble filo
Bien dicen que todo en extremo es perjudicial, y esta premisa también aplica a la hora de hacer ejercicio físico. Toda persona obsesionada con una rutina de entrenamiento excesiva para su organismo es propensa a sufrir lesiones peligrosas.
La sobrecarga de trabajo físico repercute negativamente en los huesos, tendones, músculos y articulaciones, sobre todo de los miembros inferiores, provocando desgarros y esguinces.
Otro factor de impacto negativo es la alimentación, pues generalmente, las personas obsesionadas con el ejercicio y la búsqueda de un cuerpo perfecto basan su dieta en el consumo de proteínas e hidratos de carbono, dejando de lado las grasas y otros grupos de alimentos, lo que genera un desbalance en el organismo.
Adicionalmente, esta búsqueda desesperada en el aumento de la masa muscular, lleva a la persona a consumir de manera frecuente drogas como los anabólicos y esteroides, una combinación que produce importantes trastornos metabólicos. Las consecuencias van desde lesiones hepáticas y cardíacas, retención de líquido, cambios de voz, disfunción eréctil, problemas de fertilidad y cáncer de próstata, hasta aparición de acné y alteraciones en el carácter.
Prevención, el mejor aliado
La vigorexia es un trastorno grave que requiere de un proceso lento de recuperación, y que además puede hacerse crónico si no es tratado a tiempo dando lugar a síndromes más complejos.
Básicamente, el tratamiento de este trastorno debe centrarse en modificar la conducta y la percepción distorsionada que tiene el paciente sobre su propio cuerpo con el respaldo de un equipo de profesionales en las áreas de nutrición y psicología. Aunque quizás lo más importante en este sentido es mantenerse alerta ante cualquier comportamiento que delate la presencia de vigorexia, pues la prevención y el diagnostico precoz son claves para ganar la batalla.
Ciertamente los factores socioculturales, como el culto al cuerpo y los modernos cánones de belleza, son decisivos en el desarrollo de este tipo de trastornos emocionales, aunque la ciencia ha demostrado que ciertas alteraciones bioquímicas en los neurotransmisores cerebrales están relacionadas con este tipo de patologías. Pero en estos casos, lo importante es atacar el problema a tiempo, independientemente de su origen, para reconducir positivamente la conducta de la persona afectada.