domingo 17  de  marzo 2024
PATOLOGIAS

Trastorno dismórfico corporal: Viviendo inconforme

MIAMI.- Más de 5 millones de estadounidenses es víctima de este problema obsesivo caracterizado por una crítica exagerada de la imagen personal

MIAMI.- Belén González

Especial

El trastorno dismórfico corporal, también conocido como TDC, afecta aproximadamente al 2% de la población mundial, se caracteriza por la percepción distorsionada del cuerpo e implica una exagerada tendencia a la autocrítica en relación con el aspecto físico. No tiene nada que ver con la vanidad o la egolatría, suele ser crónico y sus síntomas tienden a empeorar con el tiempo si no se recibe el tratamiento adecuado.

Quienes padecen dismorfofobia sólo encuentran defectos en sí mismos al mirarse al espejo y esta impresión negativa, que bien puede tener un origen real o imaginario, genera una enorme inconformidad que tiene como resultado la aparición de un malestar psicológico significativo capaz de deteriora el desempeño personal, social  y laboral del individuo.

En estos casos, las conductas extremas, típicas de los comportamientos obsesivos según confirma el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, conducen por ejemplo a evitar a toda costa mirarse en el espejo, o por el contrario, a usarlo compulsivamente en busca del más mínimo defecto.

Las causas del trastorno dismórfico corporal difieren de una persona a otra. Sin embargo, la mayoría de los investigadores concuerdan en que obedece a una combinación de factores biológicos, psicológicos y ambientales. El inicio de los síntomas generalmente ocurre en la adolescencia cuando el impacto de las críticas p relacionadas con la imagen corporal es más fuerte, aunque los casos en niños y adultos mayores no son desconocidos.

Se cree erróneamente que el TDC afecta principalmente a las mujeres, pero las investigaciones han confirmado que el sexo no establece ninguna diferencia en este sentido, y es tan peligroso, que en casos extremos puede ser considerados un detonante de riesgo para el suicidio, por lo que tras el diagnostico se requiere intervención psiquiátrica o psicológica.

Conocido como dismorfofobia

Este cuadro psicopatológico fue descrito por primera vez en 1891 por el italiano Enrico Morselli, quien acuñó el término dismorfofobia, aunque fue reconocido por la Asociación Psiquiátrica Americana en 1987 y registrado oficialmente como trastorno psiquiátrico en 1987 en el DSM-III-R con el nombre de Trastorno dismórfico corporal.

Existen muchas referencias al TDC, Freud  por ejemplo, trató al aristócrata ruso Sergéi Pankéyev, llamado "El hombre de los lobos", por su excesiva preocupación por el tamaño de su nariz. Y otros especialistas los calificaron como "Complejo de Tersites" a partir del mito del hijo de Agrio, Tersites, quien era el griego más feo y el hablador más imprudente de Troya, por lo que el terminó se uso para denominar a aquellas personas que padecían de un real aunque leve defecto físico, pero vivían su defecto de una manera traumática.

Esta preocupación excesiva por un detalle físico genera una serie de conductas compulsivas y/o de evitación como: intentar camuflar la parte del cuerpo que produce inconformidad; evitar todo tipo de actividad social,  así como las fotografías; compararse continuamente con otras personas, interrogar a quienes están a su alrededor sobre su aspecto; y visitar compulsivamente médicos , dermatólogos y cirujanos plásticos buscando una “solución” mágica con la que nunca resultan conformes, porque el verdadero problema es psicológico y no físico.

Muchas personas que padecen de trastorno dismórfico corporal tratan de someterse a cirugía estética o a tratamientos dermatológicos. Por lo general, quedan inconformes con los resultados y, a menudo, siguen percibiendo que esa parte del cuerpo que les disgusta es anormal, o se preocupan por otra parte del cuerpo.

 Atención multidisciplinaria

El tratamiento de la dismorfofobia, según la gravedad del trastorno, requiere de una atención conjunta que combina fármacos con recursos psicológicos. Entre estos últimos, los libros de autoayuda y los grupos de apoyo resultan especialmente útiles.

También se recomienda llevar un diario para identificar y aprender a controlar los niveles de ansiedad, así como la terapia cognitivo-conductual que permite modificar los pensamientos negativos. A nivel de fármacos lo más usual es el uso de antidepresivos para aumentar la cantidad de sustancias químicas cerebrales que impactan nuestro estado de ánimo, especialmente los inhibidores selectivos de recaptación de serotonina.

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