Las fuentes relataron la presunta escena de la dimisión de Burón Tabit, ocurrida en el vestíbulo del edificio A en la sede del Ministerio del Interior, y en la que el general habría dicho que “aplicar la ley con estricto apego a ella, no significa asesinar”.
Horas después de que DIARIO LAS AMERICAS publicara la información y otros medios en España como ABC, La Razón, 20minutos.com, El Español o el diario chileno latercera.com. replicaron la noticia, una escueta nota proveniente del Ministerio de Relaciones Exteriores (MINREX) desmintió la renuncia. Otro método que emplea la dictadura para no dar motivos públicos acerca de cualquier fragmentación en el poder y así mismo desacreditar el ejercicio de la prensa independiente.
Viejas fórmulas de control
Al parecer, en un principio, la estrategia fue de intimidar para prevenir masivas protestas, un recurso al que acudió Fidel Castro en innumerables ocasiones; sin embargo, esta vez el efecto fue contrario al ser trasmitido por alguien sin ningún liderazgo histórico. Causó la indignación de cientos de miles de cubanos obstinados de una dictadura de más de seis décadas y que durante la pandemia recrudeció el hostigamiento y el control.
Raúl Castro, quien oficialmente se encuentra alejado del poder desde el 16 de abril, tras entregar el mando del Partido Comunista (máximo rector del gobierno), ha hecho apariciones públicas esporádicas lo que da a entender que sigue dirigiendo, desde la sombra, las operaciones y decisiones cruciales del régimen.
El domingo 11 de julio, la protesta espontánea en el municipio de San Antonio de los Baños se convirtió horas después en un estallido social sin precedentes en la historia de la dictadura castrista. Cientos de miles de personas se sumaron y salieron a las calles en unas 40 localidades en todo el país para exigir libertad y el fin del régimen comunista. No pedían medicinas, vacunas ni comida, gritaban ¡Patria y Vida! ¡Abajo el comunismo! ¡Abajo la dictadura! ¡Libertad, Libertad, libertad! ¡El pueblo unido jamás será vencido! Además de consignas de rechazo al gobernante Díaz-Canel y los Castro.
La nueva oposición en Cuba: el pueblo
En imágenes filmadas y posteadas en las redes sociales el mundo se enteró de que la oposición en Cuba no es de grupos y grupúsculos como calificaba el difunto dictador Fidel Castro; tampoco eran delincuentes comunes (otra de las denominaciones) ni resentidos con la revolución, ni incluso, revolucionarios confundidos como les llamó Díaz-Canel ante la televisión nacional del régimen.
Ese día, millones de personas en muchos rincones del planeta vieron a personas de todas las edades, fundamentalmente jóvenes, decididos a terminar con el control, la miseria, la represión, los abusos y los asesinatos cometidos durante 62 años.
Estadísticas conservadoras de la organización internacional de derechos humanos Cuba Archive registraban en el 2014 casi 8.000 muertes a nombre del régimen comunista de La Habana, entre crímenes directos, fallecimientos de presos políticos en cárceles, desapariciones, fusilamientos y ejecuciones extrajudiciales, entre otras causas.
Como era de esperar, la siempre mano dura contra la oposición volvió contra el pueblo esta vez, no contra decenas de simpatizantes y miembros del Movimiento San Isidro, de la UNPACU, las Damas de Blanco, la Mesa de Diálogo de la Juventud Cubana, el Movimiento Opositores por una Nueva República u otras más de 20 otras organizaciones. Esta vez fue contra cientos de miles de cubanos en todo el territorio nacional, en su gran mayoría sin afiliación política y residentes en barrios empobrecidos por más de seis décadas de necesidades y estricto control político-estatal. Inmediatamente a la rebelión en San Antonio de los Baños, como ya es común por la Seguridad del Estado, todos los conocidos opositores fueron arrestados o sitiados en sus casas para que no pudieran participar en las protestas ni arengar a más cubanos.
El mundo es testigo del ¡Basta ya!
Videos grabados por los manifestantes expusieron el ¡Basta ya! de un pueblo reprimido y harto de vivir bajo el totalitarismo y la persecución. Otros miles no salieron por el pánico infundido por el régimen durante décadas, pero se alegraron y grababan las asombrosas imágenes. Observaban atónitos desde sus ventanas y en las esquinas las inéditas escenas.
Los afines a la revolución apenas se atrevieron a responder a la masiva y pacífica sublevación popular. La dictadura fue sorprendida, pero atemorizada ordenó disparar y eliminar las manifestaciones. Golpearon, masacraron y dispararon sus armas contra las protestas. Mujeres con el rostro ensangrentado por los golpes, agentes con manoplas de acero, armas en mano y bastones en grupos de 10 o 12 lograban separar a manifestantes, les daban una paliza y luego se los llevaban en autos policiales.
Los videos mostraron heridos brutalmente golpeados hasta el desmayo o la muerte. Ahora dicen que solamente hay un fallecido. La dictadura siempre miente. Otra de las razones del estallido social. “Nos cansamos de las mentiras y promesas, no más”, decían frente la pantalla de los celulares.
“Estamos dispuestos a llegar hasta las últimas consecuencias y haremos todo para defender la revolución”. “Llamo desde aquí a todos los revolucionarios a que salgan a las calles a combatir y a hacer lo que haya que hacer, la calle es de los revolucionarios”, dijo Díaz-Canel con tono amenazante y agitador.
Más sangre para el régimen comunista
Lo que comenzó como marchas pacíficas y de reclamos de justicia se transformó en un campo de batalla entre manifestantes y defensores del régimen apoyados por todos los cuerpos represivos del Ministerio del Interior, la policía, la Seguridad del Estado y del Ejército. Camiones con miembros de brigadas especiales vestidos como civiles se introdujeron dentro de las protestas. Los incitaban a la violencia y luego los arrestaban. A pesar de la cruel represión contra personas desarmadas, las protestas cumplieron tres días.
Desde 1994, cuando el llamado ‘maleconazo’, el régimen no enfrentaba una sublevación de cientos de personas. En esta ocasión sumaron cientos de miles en toda la isla. Nada comparable con ningún otro suceso. Único y espontáneo, sin líderes y mucho menos planificado.
El régimen, para minimizar la trascendencia del histórico acontecimiento, nuevamente culpó a Estados Unidos de incitar a la rebelión y agregó a su discurso las consecuencias de la pandemia.
Cada vez menos gobiernos y organizaciones fuera de la isla creen las manipulaciones y desinformación del régimen castrista, una de sus estrategias centrales para ocultar la realidad del país y las calamidades de millones de cubanos, no por el embargo estadounidense como afirman ellos, sino por el bloqueo interno y el rígido control de la más antigua y criminal dictadura en América y el mundo.
La división de lo que fue una sólida dictadura
Desde hace varios años, en especial tras la caída al suelo del dictador Fidel Castro en la Plaza Ernesto Guevara en Santa Clara [inicio de su declive físico], comenzaron a filtrarse desde un hermético régimen indicios de disputas internas y desavenencias entre Castro y demás miembros de la cúpula militar y civil respecto al rumbo del país.
En el transcurso de los últimos 32 años, a partir del enjuiciamiento y fusilamiento del general Arnaldo Ochoa y la sentencia contra el ministro del Interior José Abrahantes Fernández, quien supuestamente murió de un infarto en prisión apenas meses después de ser condenado, se ha conocido mucha información de la fuerte rivalidad entre grupos fieles a Raúl y leales a Fidel; que existió desde 1959, pero que el líder de los Castro se encargó de que esta guerra interna permaneciera en un férreo secretismo. Sólo él movía las fichas a su antojo y conveniencia, dictaba el silencio u ordenaba qué informar y la forma en que se decía.
El arresto del comandante Huber Matos y la más que sospechosa desaparición del popular Camilo Cienfuegos revelaron las disputas internas por el poder de la “intachable” revolución socialista.
Hoy sin la presencia de Fidel Castro y un Raúl Castro desgastado junto a los octogenarios protagonistas y sobrevivientes del régimen, las rencillas dentro de la élite comunista son mucho más agudas.
La cadena de destitución y castigo a altos funcionarios de la minoría rectora en Cuba como Carlos Aldana, Carlos Lage, Felipe Pérez Roque, Roberto Robaina, Luis Orlando Domínguez, Diocles Torralba, Yadira García, Luis Ignacio Gómez, Juan Carlos Robinson, José Ramón Balaguer; entre otros, demuestra que los intentos de diversidad de opinión o conceptos de renovación sin el consentimiento castrista jamás han tenido cabida en la alta esfera del régimen.
Después de una despiadada represión tras el estallido social del 11 de julio, el régimen cada vez con menos recursos financieros, asfixiado en una economía destartalada y el resto de los sectores en una situación precaria desde la era soviética y de la Europa del Este, se tornará más sanguinario e intolerable.
Habría que ver si Raúl Castro logra mantener a todos los altos secuaces de la cúspide aglutinados junto al designado Díaz-Canel, que ha dado reiteradas muestras de su incapacidad y ceguera política a pesar de haber sido entrenado por el propio Raúl Castro.
El control político, pero no el control del pueblo
La dictadura confirmó que tiene el control político, pero no el control popular y al parecer no lo volverá a tener. Y como siempre ahora vienen “cambios” y destituciones para intentar oxigenarse nuevamente en medio de una situación caótica que nada les favorece.
Algunas voces internas dentro de la alta capa de poder se alzarán contra las recientes decisiones económicas y políticas que han exacerbado y desatado la mayor insatisfacción popular en la historia del totalitarismo en Cuba; quizás ante el temor de que algunos ya ven más cerca el final o porque quieren aprovechar el descalabro actual para escalar posiciones y llevarse una porción del disputado botín revolucionario, que ya está repartido, pero que pudiera salpicar a otros no tan allegados a la familia Castro. Y en ese aún “libre espacio” es donde juegan los roedores.
Ahora, como han hecho en retiradas ocasiones, viene el exhaustivo análisis de las fallas que provocaron el estallido popular; flexibilizan algunas medidas económicas para aplacar el descontento. Desmienten la brutal represión mediante manipulaciones en la prensa nacional y extranjera acreditada en Cuba. Reducen las interrupciones eléctricas que tanto irritan y afectan a la gente en medio de altas temperaturas de verano. Y en cuanto pueden y perciben que la presión social disminuyó, arrecian nuevamente el control con mayor cautela y de forma paulatina. La misma estrategia desde 1959.
Tras el levantamiento popular, el régimen comunista autorizó la importación sin límites de productos de aseo, alimentos y medicinas hasta el 31 de diciembre del 2021. La medida entra en vigor a partir del lunes 19 de julio.
Las culpas y los “trapos sucios” arrancarán prebendas a algunos “fieles” que no avizoraron la explosión social.
Lo peor para la dinastía revolucionaria es que a pesar de la desactivación de internet para fragmentar a los manifestantes y ocultar su contraofensiva, golpizas y violentos arrestos; la militarización del país, el aislamiento y manipulación de toda la información dirigida a los medios de prensa; los muertos, los heridos, y sentencias judiciales de 20 años o más a cientos de “cabecillas insurgentes", el mundo comprobó el estado de desmoronamiento progresivo que sufre la dictadura en su última fase de supervivencia, en la que han nacido dos grandes enemigos: las grabaciones de videos y fotos con los teléfonos celulares, que imponen un freno real a la voracidad represiva y reducen cada vez más las posibilidades de ocultar sus crímenes; y la esperanzadora pérdida del miedo de gran parte del pueblo.
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