ESPECIAL
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CARACAS.- Son las 8:00 de la mañana, el día cobra ventaja y las personas que aún osan trabajar en un país que parece tenerlo todo en contra, ganan el aspecto de un amasijo humano en las principales avenidas erizadas de pasajeros cansados de tanto esperar el autobús que no llega. En una parada en El Valle, una localidad al sureste de Caracas, a unos 10 kilómetros del núcleo comercial de la ciudad, los usuarios del transporte público baten la mirada en todas las direcciones, se empujan entre sí y se arrojan a la calle. Compiten para abordar el próximo bus.
Hay quienes se arriman hasta el rayado que parte la avenida en dos canales. La espera es tendida, algunos aguardan desde hace 90 minutos por un colectivo que los traslade y otros acaban de retornar, sin éxito, de su intento de tomar el Metro en Los Jardines, la estación más cercana. El subterráneo tampoco escapa del colapso. Y en la superficie, aquella escena de trabajadores y estudiantes enojados solo se compara con la algarabía de una corrida de toro, con la única diferencia de que no es tal animal el que se aproxima sino un autobús torcido, de marcha lenta, cuyos pasajeros asoman las cabezas por las ventanas y viajan colgados de las puertas.
Yusmary Costa es de la ciudad, vive de remendar zapatos junto con su esposo y es usuaria del transporte público. Cuenta que hace tres días que no abre su negocio, en la avenida Fuerzas Armadas, por la dificultad para salir. Pero hoy, comenta mientras espera en El Valle, está dispuesta a trasladarse por cuenta propia. Lo hace por lo menos tres veces por semana. “Es rudo, porque cierro el puesto tres horas antes de mi horario de salida porque debo regresar a pie a mi casa”, comenta.
Caracas, la ciudad de las rejas y el encierro, ahora tiene quien la camine. Quienes la transitan por fuerza del paro técnico de transporte conocen las verdaderas razones del hervidero humano en sus calles de aceras incompletas. La capital de Venezuela, al igual que sus principales ciudades, jadea por la ausencia de transporte y sus residentes completan rutas de 10, 15 y 20 kilómetros para llegar a sus trabajos, acudir a una cita médica o resolver alguna urgencia.
Solo uno de cada 10 autobuses que integran el transporte urbano está operativo y ello deja a las comunidades empobrecidas aisladas, sin la posibilidad de llegar a sus destinos.
Los usuarios enardecidos son el termómetro de la crisis de movilidad. En Venezuela no solo faltan los medicamentos, también escasean los alimentos y los medios para trasladar a la población. La anémica flota de autobuses no solo cuenta la historia de un sistema de transporte en crisis, quizá el más embestido por la recesión económica. El servicio, que está paralizado en 90%, según el gremio, retrata la cotidianidad de un país que se desarticula con la tozudez de un Gobierno que lo niega todo: la debacle del parque industrial y el colapso de los servicios.
De 45.000 unidades que había en 2012 en la región capital, menos de 4.500 están operativas.
Los controles económicos no solo arrebatan a las familias más vulnerables, 89% de la población según la Encuesta Sobre Condiciones de Vida en Venezuela, el derecho a la salud y la educación, también quedan incomunicadas. De 45.000 unidades que había en 2012 en la región capital, menos de 4.500 están operativas. Y de las 3.500 unidades de rutas largas, que conectaban las capitales del país hace una década, solo 800 permanecen activas, según la Cámara Venezolana de Empresas de Transporte Extraurbano. El mayor ejemplo de ello es lo que ocurre con una de las líneas más antiguas de Caracas, la línea Propatria-Chacaíto, que opera desde el oeste de Caracas, con solo 55 de sus 180 carros.
Crisis subterránea
Y el Metro de Caracas, que es la única alternativa distinta al transporte superficial, no escapa de ello. De acuerdo con la organización Familia Metro, el subterráneo caraqueño pasa por su peor momento desde su inauguración en 1983. Aunque fue diseñado para transportar a 700 mil usuarios, moviliza diariamente 2.5 millones de personas a través de todas sus líneas, la mitad de la población de Caracas. Y urge mantenimiento para su flota de 48 trenes.
Hoy subirse a un autobús cuesta 5.000 veces más que el boleto simple del Metro de Caracas, cuyo costo es de 4 bolívares y en la práctica no se cobra. Debido a la inflación, que en junio se ubicó en 46. 305%, según cálculos de la Asamblea Nacional, en Venezuela no existen billetes en circulación que permitan cancelar el costo del ticket que equivale a 0,00016 dólares, si se coteja con la tasa oficial para las remesas que se ubica en 2,5 millones de bolívares.
Venezuela, que es percibida como una isla dentro de Latinoamérica, también luce incomunicada fronteras adentro. El país, cuyas carreteras lucen afantasmadas, hoy es un espectro de sí. El presidente del Bloque de Transporte del Suroeste, Pedro Jiménez, tilda de grave la coyuntura. Enfatiza que para resolver la crisis en el Área Metropolitana el Gobierno tendría que garantizar el suministro de cauchos (neumáticos) a por lo menos 15 mil vehículos, cuya demanda es de seis llantas por unidad.
Fuera de circulación
No solo los negocios de puertas trancadas, cerrados por la falta de inventario, retratan la crisis que se profundiza en 2018. En las avenidas Urdaneta, Nueva Granada y Fuerzas Armadas de Caracas la gente camina apresurada para llegar a sus destinos. El transporte flaquea durante todo el día. Desde hace cinco años, el sector automotriz venezolano sufre una caída de todas sus actividades. La situación, detonada por la escasez de divisas, ha obligado a empresas vinculadas al ramo de transporte a marcharse del país y ha provocado la peor crisis en los últimos 50 años, según la Federación Nacional del Transporte.
¿Por qué tantas unidades han salido de circulación? Las empresas tienen menos acceso a las divisas oficiales, por lo cual las adquisiciones de partes y autopartes son menores. Aquellos que intentan mantener operaciones en el país compran insumos y materiales a terceros, que los venden en bolívares con referencia al tipo de cambio paralelo, que se ubica en 3,7 millones de bolívares.
Solo en cinco años —entre 2012 y 2017— la reducción de las compras externas fue de más de 80 %. Dicha disminución asfixia el transporte público, que moviliza la mayor fuerza laboral. No solo Caracas se queda sin autobuses, el problema cobra un matiz más sombrío hacia el interior y atomiza a los 23 estados.
Ciudadanos en "perreras"
Pero la crisis no solo desarticula el transporte público, también acuña un nuevo servicio de movilidad que ha ocasionado por lo menos 30 muertes, según el Bloque Unido de Transporte Suburbano. Son las llamadas “perreras”, unidades que incumplen las normas de seguridad, y que han sido habilitadas por el Gobierno como respuesta a un problema que demanda inversión.
A propósito de ello, el director ejecutivo de la Cámara Venezolana de Empresas de Transporte Extraurbanos, Fernando Mora Salazar hace una lectura dramática. “Hemos retrocedido, por lo menos, dos generaciones de transporte, volvimos a 1997. Tenemos 20 años de desventaja con respecto al mundo”. A la ausencia de transporte se une también la falta de efectivo y las fallas de servicios públicos que afectan a las familias puertas adentro.
Las 48 proveedurías instaladas por el Ejecutivo para entregar repuestos subsidiados solo cubren 4 % de la demanda nacional. A todo ello se le suma el déficit de infraestructura vial y las fallas de suministro de gasolina y otros combustibles. El problema recrudece en un contexto en el que gran parte de la diáspora del país se da sobre ruedas. La gente que antes viajaba por avión ahora solo se moviliza por tierra.
Rodovías Venezuela, una empresa con tres décadas de servicio que cubría todo el país, está prácticamente en cierre técnico. De cinco terminales que tenía en el país, solo conserva uno en Caracas. Fernando Da Silva, gerente de esa línea, dice que 90 % de las unidades inoperativas están paradas por aceite, baterías o neumáticos. De 30 rutas que tenían, ahora solo pueden ofrecer cinco destinos. Y los usuarios no pueden movilizarse de manera expresa. En el mejor de los casos, los pasajeros deben pernoctar hasta por 72 horas en La Bandera, la principal terminal de la ciudad, para viajar hacia otras ciudades como Barquisimeto, Maracaibo y San Cristóbal.