MIAMI— Ya no somos las mismas y aquí sigue la guerra (Grijalbo, Penguin Random House) analiza las heridas que provoca la violencia de género en México y describe la impunidad gubernamental.
MIAMI— Ya no somos las mismas y aquí sigue la guerra (Grijalbo, Penguin Random House) analiza las heridas que provoca la violencia de género en México y describe la impunidad gubernamental.
El título junta trabajos de un grupo de autores con la intención de “contar la violencia desde el cuerpo de las mujeres”, pues entienden la violencia “como una piedra que cae en un lago. Como ondas que se expanden, que avanzan en el espacio, cada vez más sutiles, silenciosas”.
Suma textos, fotografías e ilustraciones de Alejandra E. Saavedra López, Celia Guerrero, Daliri Oropeza, Daniela Pastrana, Daniela Rea, Emanuela Borzacchiello, Erik Meza, Erika Lozano, Eunice Adorno, Félix Márquez, Héctor Guerrero, José Ignacio de Alba, Lydiette Carrión, Marcela Turati, Marina Azahua, Munjica González, Paula Mónaco, Raquel Gutiérrez, Sara Uribe, Verónica Gago y Ximena Nátera.
Los autores se preguntan “¿cómo nos ha cruzado la violencia de esta guerra? Desplazadas, amenazadas, desaparecidas, asesinadas. ¿Cómo nos habita? Identificamos nuestras historias a partir de nuestros verbos, nuestros cuerpos-territorio”.
Ya no somos las mismas… contiene no solo el resultado de varios años de investigaciones que se han convertido en contundentes crónicas, sino un material colectivo nacido del dolor, la empatía y la esperanza. Eso lo destaca por su textura humana, y es la mejor manera de acercarse a un tema tan desgarrador.
El título se divide en dos partes. Una muestra las “diferentes formas de violencia que cruzan nuestros cuerpos y el sistema que permite la reproducción de estas”. La segunda es una referencia para el feminismo en México, centrada en “las prácticas de lucha que las mujeres construyen colectivamente para transformar los espacios violentos en territorios habitables y amorosos”.
Esta suerte de pesquisa coral evidencia la vulnerabilidad de las mujeres en México, “el país de las 2 mil fosas, de los 61 mil desaparecidos, de los 300 mil asesinados y donde la violencia ha provocado éxodos en una tercera parte del territorio”, como se lee en el texto “Mamá se fue a la guerra”. Como contraste, en el texto “Aquí sigue pasando la guerra”, de Sara Uribe, se anota que el presidente Andrés Manuel López Obrador declaró en enero de 2019 que “no hay guerra”, pero, como afirma la autora, el problema “aún nos asola”.
Conmueven los testimonios de quienes se vieron obligados a dejar sus casas para evitar los ataques armados de los grupos del narcotráfico. En estas incursiones solían asesinar principalmente a los hombres. Más tarde, las mujeres salían a levantar los cuerpos, a cubrirlos y ponerles flores. Como dijo una de las testimoniantes en el capítulo “Los desplazados se arman a diario”, de Celia Guerrero, “estábamos enfermos de miedo”.
Para traducir este dolor en cifras, Guerrero indica que “la violencia en México dejó, entre 2011 y 2016, al menos 287 mil personas desplazadas internas, suficientes para ocupar 3.5 veces un estadio de fútbol, de acuerdo con el monitoreo de la investigadora Laura Rubio”. Además, menciona que “el gobierno federal considera que ‘si bien existe movilidad por causa de la violencia, ésta no es de carácter generalizado’, de acuerdo con la Unidad de los Derechos Humanos de Segob en 2015. Pero la ausencia de reconocimiento oficial del fenómeno ha provocado la desprotección y atención apropiada para los afectados”.
Hay un sentido de urgencia a la hora de contar estas historias, pero no desde una aproximación periodística que apila datos y entrevistas, sino más allá, en un ejercicio de interiorización donde los autores de cada texto pasan por sus cuerpos el dolor y las voces de mujeres que han sido violentadas hasta las últimas consecuencias.
Además, se resalta el peligro de hacer un periodismo que pregunta allí donde los demás temen inmiscuirse, que enfrenta a los sectores gubernamentales y a los ejes del narcotráfico. De ahí que este sea, también, un libro sobre las mujeres periodistas, los riesgos que enfrentan cuando ejercen su profesión y la cadena de daños que se extienden a sus hijos y familias.
Los textos reunidos comienzan con verbos que representan “el sentido íntimo y político de su narración”. Es así que abrazar, cuidar, confiar, habitar, acuerpar, hermanar, entre otros, forman parte de un discurso grupal y curativo frente al trauma.
Son un modo de enfrentar la contaminación del lenguaje cotidiano con palabras como muerte, Tamaulipas, ajuste de cuentas, Ciudad Juárez, tortura, fosa común, Coahuila, desaparecidos, Sinaloa, colgados en los puentes, ciudades sitiadas…
Esas palabras revelan distintas capas de violencia verbal y física, desde el ambiente doméstico hasta el espacio público. Los ejemplos abarcan tiroteos orquestados por delincuentes, grupos del narco y cuerpos militares, secuestros, violaciones, encarcelamientos injustos y un sinnúmero de atrocidades que ahora, hoy mismo, son parte de las vidas de tantas mujeres en México.
La sombra de la violencia impacta sobremanera a los niños, y este libro muestra con especial sensibilidad la pérdida de la inocencia en la infancia. Es así que los sueños se trastocan, los pequeños ya no quieren estudiar y crecer en sus barrios; solo quieren irse, sobrevivir.
Otra de las denuncias de las personas que han sufrido el embate de la violencia es la inacción de los gobiernos municipales y el nivel de desamparo que sienten los desplazados cuando piden ayuda a entidades estatales.
La militarización y la impunidad de las fuerzas del orden que deberían proteger al pueblo y en cambio lo amedrentan, se cuentan a través de impactantes casos, como el de las dos muchachas violadas y torturadas por efectivos de la Marina, en un centro de detención donde se escuchaban gritos de “¡Ya mátenme por favor!”
Los números resumen la impunidad. En su texto “Dos mil días robados” Paula Mónaco lo detalla: “Un informe elaborado por Amnistía Internacional en 2016 muestra que de 100 mujeres arrestadas por policías y militares en México 97 sufrieron violencia física y 72 violencia sexual. La situación empeora si la fuerza involucrada es la Marina Armada: la cifra de violaciones sube 86 por ciento”.
Un documental homónimo se encuentra en proceso a cargo de Tiernes y Salvajes. El mismo “se pregunta qué comunidades se crean a partir del feminicidio”.
Puede encontrar el libro en este enlace.