viernes 17  de  enero 2025
LETRAS

Willema Wong refleja sus vivencias a través de "La Habana en mi balcón"

La escritora cubana relata detalles acerca de la obra ganadora del Concurso Internacional de Novela Contacto Latino, a través de la cual narra sus vivencias y denuncia veladamente el tedio que abruma a la juventud de la isla
Por GEYSELL CISNEROS

MIAMI.-La monótona existencia de una joven cubana toma vida en manos de la escritora Willema Wong, a través de su obra La Habana en mi balcón, que según comenta, comenzó a escribir como un acto de supervivencia. DIARIO LAS AMÉRICAS conversó con la autora, quien reveló detalles de la novela y compartió su opinión sobre el panorama actual de la isla.

¿Cuál fue el vehículo que la motivó a escribir este libro?

Comencé a escribir por una necesidad física de expresarme, de canalizar las experiencias y controversias de un momento difícil que me recorría. La manera de ordenar el torbellino, de responder a tantas incógnitas, fue tomando papel y pluma para que las letras fluyeran sobre la baranda de mármol gastado de mi balcón, en la Calle 12 del Vedado.

¿Qué tanto de su vida estampa en esta novela?

Al inicio imprimí mucho de mi voz personal, pero luego fui sumándole otras voces, con sus vivencias, para crear a esa protagonista que desde un inicio no tuvo nombre, ni un rostro descrito con exactitud. Porque esas cualidades que nos definen y nos diferencian no son coherentes con una sociedad donde la individualidad resulta una conducta inapropiada.

¿Cómo fue el proceso creativo de su obra?

Las primeras páginas se escribieron hace 11 años sin un fin determinado, sin un proyecto definido, no tenía pensado hacer una novela. Poco a poco fue llenándose de folios una carpeta a la que nombré Calle 12. Aquellas historias eran sólo piezas desordenadas de un rompecabezas, hasta que en el 2008, mientras cuidaba a mi hijo en su primer año, dedicaba un rato del día a ordenar todo lo escrito, los diferentes posibles proyectos.

¿Cuándo se decidió a construir su obra?

Decidí centrarme en terminarla con la motivación de dársela a mi hijo cuando tuviera edad de leerla, para que conociera una parte de mí y de mi tiempo que segura estaba le serían ajenos. Puse una tarde las historias sobre la cama y el suelo, y en un instante vi el libro de principio a fin. Cuando él dio los primeros pasos y pronunció sus primeras palabras, yo había dado por terminado el libro, por primera vez. Y aunque durmió largas temporadas, se retomó, tuvo algunos cambios.

Durante sus páginas revela la situación que sufren muchos jóvenes cubanos de hoy, ¿cree que el desánimo sea una característica que los distingue?

Creo que sí. En el libro la protagonista menciona en varias ocasiones cómo a pesar de ser joven se siente envejecida. Las referencias a esa edad sobrepasan el texto. El cuadro de Magritte usado en la portada se titula Juventud. La muchacha de la pintura se imbrica con el edificio donde viví y escribí el libro. En una de las páginas finales otro de los personajes se pregunta, con melancolía, si se habrá perdido a la juventud, con todo lo que significa ser joven.

¿Cree que esto se deba a las pocas oportunidades que reciben?

Cuando no tienes opción de elegir, cuando el futuro se diluye en una cotidianidad absurda donde lo único que puedes soñar es con una vía de escape, un camino para huir, resulta imposible trazarse un proyecto de vida y así empiezas a vegetar, a pasar de un día a otro sin mucho sentido.

¿De qué manera cree que su balcón en La Habana se relaciona con el que habitó por primera vez aquí en EEUU?

No se parecen en nada, son dos polos opuestos. Mi balcón habanero era uno de los sitios más vivos de mi casa. Todos los días pasaba allí largos ratos, sola o con amigos, tomando un café o un té, leyendo en el columpio, atendiendo mis plantas, observando y escuchando la vida que pasaba frente a mí. Aquí en Miami he tenido dos balcones, el primero estaba completamente cerrado por una malla negra que me desmotivó. Al segundo, el actual, casi nunca salgo, miro al exterior desde la distancia de una gran puerta de cristal. Mientras que mi balcón de La Habana habitará por siempre en mi memoria, los balcones que he tenido en Miami se han acomodado en el saco del olvido.

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