La violencia de donde quiera que provenga afecta la democracia y la grandeza de un país que necesita la armonía para seguir liderando al resto del mundo y esa es la mayor lección que debemos aprender todos de las recientes muertes ocurridas en Dallas.
Los agentes del orden público y los miembros de la comunidad, de cualquier etnia o nacionalidad, todos juntos formamos parte de esta gran nación y no debiéramos representar elementos antagónicos.
Tal y como dijo a DIARIO LAS AMÉRICAS la vicealcaldesa de Dallas, Mónica Alonso, “todos somos humanos e hijos de Dios y debemos reconocernos como tal; sé que hay mucho racismo, mucho odio pero todos estamos aquí para proveerle una mejor calidad de vida a nuestros hijos y nuestra familia”.
Ese principio es el que debemos defender; el de la paz, el de aceptarnos y protegernos mutuamente. Ni la policía tiene el derecho de ejercer violencia sobre la comunidad ni la comunidad debe responder violentamente a hechos que se pueden resolver a través de las vías democráticas.
Cuando una vecindad se une, es invencible, y si los ciudadanos cuidan a los policías y viceversa, la vida de la nación crece.
Los Estados Unidos se encuentran de luto por los hermanos negros que ha perdido como resultado de la violencia policial, también por los agentes caídos víctimas del radicalismo.
¿Cuántas vidas más deben perderse? ¿Acaso no es suficiente con todos los fallecidos?
Los muertos de Dallas representan una gran tragedia para toda la nación y los estadounidenses.