Roberto se levanta temprano para limpiar la habitación, poner sábanas, toallas, y gel en el baño. En la mesa del comedor coloca una cesta con frutas frescas. Hoy a las doce llega Mario a quedarse una semana en su casa. Cuando todo está dispuesto se va al auto, enciende la aplicación en el celular y comienza a trabajar como chofer de Uber.
Roberto y Mario no se conocen, su relación es mercantil. Mario visita a Miami por razones de trabajo, alquiló en Airbnb una habitación en casa de Roberto que incluía recogida y llevada al aeropuerto, un copioso desayuno orgánico y claro está acceso a WIFI. Todo a la mitad de precio del hotel más barato de la zona.
Mario tiene 25 años es freelance, trabaja como operador de drones. Colabora con compañías de Real Estate y turismo, hace fotografías de bodas y eventos e intercambia clases de español por clases de diseño web.
A sus cincuenta años Roberto no piensa volver a ser empleado de una gran compañía que le regule sus horarios, le imponga un sueldo, le otorgue una semana de vacaciones que casi nunca coincide con sus intereses. Por eso decidió, con mucho miedo al principio, ir por libre. Ahora es “pluriempresario” de UBER y Airbnb, y también cliente de una plataforma de comercio justo que le envía cajas de productos orgánico frescos dos veces por semana desde remotos parajes del mundo.
Las piezas de su auto, Roberto las compra directamente a los proveedores vía Internet unas veces en Ebay, otras en Alibaba allá en China. Tiene un amigo mecánico que conoció en un Banco de Tiempo que le aconseja qué piezas conseguir y le arregla el auto cuando tiene algún problema. Roberto no le paga con dinero, paga llevándole la contabilidad de su negocio, o sea recibe un servicio que se paga en horas de trabajo.
La reducción del poder adquisitivo de las personas debido al aumento de la presión fiscal del Estado, obligado prolongar las prestaciones sociales a una población cada vez más envejecida, y la irrupción en la sociedad de las nuevas tecnologías ha creado lo que ya se conoce como la nueva economía colaborativa.
Muchas personas no quieren ni pueden pagar los precios de las grandes empresas, o las grandes marcas. Han perdido la confianza en sus caros servicios , abultados de intermediarios e intereses especiales. En un entorno cada vez más tecnológico la gente busca alternativas, opta por relacionarse directamente, en un comercio diferente, directo, donde la moneda de cambio puede ser dinero, trabajo, o tiempo. Se espera que para 2020 en los Estados Unidos el 40 por ciento de los trabajos se realicen de forma colaborativa.
Se da la paradoja que Uber es la compañía de alquiler de coches más grande del mundo y sin embargo no posee coches propios. El pasado año 2015 facturó un total de 1.5 billones de dólares. Por su parte Airnb le sucede lo mismo. Es la compañía de alojamiento más grande del mundo con 2 millones de habitaciones en alquiler en 34 mil ciudades y no posee ni una sola en propiedad. Icracked es otra compañía dedicada a reparar iphones a domicilio con autoautoempleados. El año pasado facturó 25 millones de dólares. Ese es el concepto de la nueva economía, plataformas que hacen de plaza de mercado donde todos podemos ser clientes y vendedores de productos que se pagan como ya dijimos, con trabajo.
Cuando Roberto llegue por la noche a su casa encenderá su tele inteligente y verá los programas de su youtuber favorito que viaja por todo el mundo hablando de arquitectura. Cualquiera de nosotros puede ser Roberto.